DERRUMBE
No es fácil escribir cuando la vergüenza ajena congela las palabras, el espectáculo abochorna, las agresiones deprimen, los insultos denigran, el cinismo domina las pantallas, toma carta de naturaleza el rencor, las navajas vuelan por encima de las cabezas y la ambición de poder dirige la orquesta del titanic socialista.
Las últimas elecciones generales presagiaban la decapitación que ayer contemplamos con estupor todos los españoles en el partido socialista, no por el espanto de ver rodando la cabeza del líder socialista por el suelo camino del exilio, sino por decapitarlo con una guillotina mellada y sin corte, que obligó a los verdugos a dejar caer la cuchilla varias veces sobre el cuello del secretario general, en una agonía interminable de meses.
Los hechos sucedidos que han llevado al derrumbe de las estructuras orgánicas socialistas, ponen de manifiesto que ha llegado la hora del relevo en el partido fundado por Pablo Iglesias hace ciento treinta y siete años. Cumplida su misión, la vieja guardia pretoriana que mete el dedo en el ojo, debe retirarse definitivamente a los cuarteles de invierno, en un generoso ejercicio catártico sin precedentes.
Recuérdese que la catarsis era para los helénicos el mejor camino hacia la depuración. Y para alcanzarla empleaban tres elementos purificadores: agua, fuego y sangre. Especialmente este último, hasta el punto que la higienización exigía el sacrificio de alguien por la causa. Pero no alguien cualquiera, sino quien representara los valores de la colectividad que pretendía sanearse porque si no se hacía esto ocurría el efecto contrario, pues el sacrificio no limpiaba, manchaba; y en este momento todos los que participaron ayer en el aquelarre socialista están contaminados, especialmente los ganadores, evidenciándose la sentencia napoleónica de que una batalla ganada es más triste que una batalla perdida.
Demostrado queda que es fácil destruir un edificio, pero quienes metieron la piqueta deben saber que es necesario limpiar los escombros del derrumbe porque no es posible construir sobre cascotes. En la escombrera de Ferraz no puede levantarse edificio alguno sobre la escoria dejada anoche por el suelo, temiéndonos muchos que las modistas y sastres que pretenden coser el desgarro están incapacitados para arreglar el costurón, porque el cosido se hará con punzones.
Ahora está la pelota en el tejado de los militantes socialistas que tienen la enorme responsabilidad de hacer lo necesario para devolver a los votantes la confianza que un día tuvieron en el proyecto socialista. Tienen que atreverse a decir en voz alta lo que es de dominio público en mentideros y tertulias del país. Tienen que forzar las ventanas, abrirlas de par en par y dejar que corra el aire. Tienen aparecer caras nuevas, sinceras, honradas, luchadoras, generosas, solidarias y fuertes, capaces de ilusionar y de convencer a los electores. Tienen que meter una pala excavadora en el sótano de Ferraz para desescombrarlo.
Pero todo esto deben hacerlo con templanza, sentido común, responsabilidad y respeto, evitando insultos, vociferios, silbidos y agresiones en las agrupaciones, porque en caso contrario el derrumbe de la UCD será una mera caricatura de lo que puede esperarle al centenario partido obrero español.