CARTA A UN AMIGO RECIÉN AFILIADO
Estimado Ángel:
Preocupado por tu decisión de afiliarte al partido político que llevas votando desde hace tantos años, con intención de implicarte hasta las trancas en asuntos políticos, me tomo la libertad de darte públicamente mi opinión para decirte lo que que pienso sobre la arriesgada opción que has tomado.
En primer lugar, he de confesarte que tu audacia me ha sorprendido porque siempre te habías negado a militancias políticas, con argumentos más convincentes de los que esgrimes para justificar tu nuevo compromiso. Sinceramente, creo que te has equivocado metiéndose en corral ajeno, por mucha ilusión que hayas puesto en la decisión tomada, porque vas a durar menos en el partido que Pinocho en una serrería.
Sin ánimo de quebrantar tu entusiasmo, pero obligado por la amistad, voy a decirte sin reparos que tú no vales para la política que se practica actualmente, ni tienes cabida en la casta política dirigente, formada por el grupo social más detestable.
Lo tuyo es la denuncia, la rebeldía y la independencia de criterio, y lo vas a tener difícil si pretendes mantener tu opinión más allá de la disciplina interna que te impondrá el partido. Te van a decapitar, querido Ángel, a la primera escaramuza que se presente, si es que antes no te escapas por la puerta de servicio llevándote la pesada carga de frustración a la espalda. Conociendo a tu padre, supongo que te habrá dicho lo mismo que yo te anuncio aquí, pidiéndote que no te quejes de los sartenazos que te esperan. Pero también sé que cuanto te digamos es tan inútil como pretender abrir un cofre con una llave de goma.
La política de oficio que se practica tiene poco que ver con el compromiso social que has mantenido hasta ahora. Lo tuyo es la generosidad, la voluntad de servicio, el diálogo sincero y la verdad, pero en el ecosistema político no abunda precisamente la ética y se desconoce la estética. En ese hábitat al que te has incorporado sólo pasa el que pisa, y se hace sitio, el que empuja. Tus refinadas actitudes nada tienen que ver con los vulgares comportamientos que vas a encontrarte.
Antiguamente los ciudadanos confiaban en la política, creyendo que era el arte y ciencia de gobernar. Pero hoy día estamos de vuelta sin haber descubierto el arte que esconde, y reconociendo que su ciencia se circunscribe al autocontrol de las cuentas personales de quienes se dedican a ella. Ya sé que no estás de acuerdo con esto porque si así fuera jamás hubieras pasado ese rubicón, pero ya hablaremos dentro de unos meses cuando te pidan decir que no dijiste lo que habías dicho o te hagan decir que habías dicho lo que no dijiste.
Temo que las turbulencias políticas hagan naufragar tus esperanzas; que los remolinos envolventes del poder aventen la utopía que te llevará a las listas electorales; que las polvaredas levantadas por las luchas internas cieguen la objetiva inteligencia que siempre has tenido; y que el huracán de la ambición te devore. Como verás, lo que te digo son inocentes vulgaridades conocidas por la mayoría, que no tienen cabida en el espacio político donde te has sumergido, hipotecando la enorme fortuna que has tenido siempre de sentirte libre y sin ataduras.
A partir de ahora tendrás que llevar siempre en el bolsillo una regla sin graduar para medir a la baja los problemas ciudadanos; una pesa trucada y sin tara para determinar el peso de los errores que cometas; una plomada invertida y quebrada para justificar la ausencia de rectitud; una papelera de uso personal para echar en ella los programas electorales y las promesas; unos tapones de los oídos, para preservar los tímpanos de críticas y amonestaciones; ¡ah!, y el GPS del partido para seguir fielmente las direcciones obligatorias que te marque la organización. En cambio, yo te recomendaría simplemente que llevaras un despertador para alertarte del lavado de cerebro que te espera, porque nadie que lo sufre se da cuenta de ello.
En todo caso, no te preocupes demasiado por la decisión que has tomado, pues no eres la única persona que comete errores, incluso tu padre y yo podemos estar equivocados, pero siempre estaremos a tu lado aunque no votemos a tu partido.