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Autor: Francisco Blanco Prieto

ENTRAÑABLE DESCARO DE TERESA

ENTRAÑABLE DESCARO DE TERESA

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Dejando perder mis pasos por el sevillano barrio de Santa Cruz, di con la Plaza de Teresa, nominada y conocida popularmente como Plaza de doña Elvira, por un error del Ayuntamiento ya que tal plaza debe llevar el nombre de la indomable señora Teresa que llegó a ella hace 53 años al quedarse viuda, para vivir en encima del restaurante Rincón de Fígaro.

Contemplaba la casa desde tal esquina, cuando una voz rota se dirigió a mí desde la silla que ocupaba junto a la mesa del restaurante, adornado con vajilla de la Cartuja:

  • Aquí estoy tomando un refresquito de balde, porque de alguna forma tengo que cobrarme la lata que me dan estos del bar todos los días y a todas las horas.
  • Ya, claro, respondí tímidamente.
  • Los guías engañan a los turistas con muchas mentiras, como ese que va ahí con el paraguas. No saben que Juan Tenorio era maricón, pues tuvo sentada en un banco a doña Inés y la monja se levantó doncella, igual que se sentó.

De esta forma, comenzó la extensa conversación que mantuve con Teresa, sin saber las razones del encuentro, pero disfrutando oyéndole contar historias personales que concluyeron en el retrato-recuerdo, cabecera de este recuerdo a tan inesperado intercambio de relatos.

  • Yo vivo aquí, en ese portal, y tengo que ver y oír cada cosa…. Todo lo llevo bien, menos cuando hablan de Franco. A mi madre le dijeron que se fuera a buscar el velo, cuando detuvieron a mi padre.

El resto del monólogo que tuvo conmigo no es para reproducirlo ni sus historias para contarlas, pero sí para conservarlas en la memoria.

Desparpajo a corazón abierto con un desconocido al que no había visto en su vida, ni volverá a ver. Desahogo espontáneo de sentimientos no requeridos por el oidor que paseaba distraídamente entre los naranjos, antes de acodarse en la esquina del barbero sevillano.

Supongo que las historias estuvieron aderezadas con alguna mentira, solo cierta en su mente, pero es Teresa mujer con sentido común en el lugar que corresponde, lo cual eliminó las dudas sobre su cordura, teniendo la sorpresa del encuentro argumento de complacencia.

MILAGRO DE AZAHAR

MILAGRO DE AZAHAR

Callejón

No voy a recordar declaraciones patrimoniales de la Humanidad sobre un recinto medieval y renacentista, ni hablaros de concatedrales, palacios, torres almenadas, arcos estrellados o casas blasonadas entre las que asenderear recogidos pasos en silencio deteniendo el tiempo, pisada a pisada, por callejuelas empedradas de la cacereña Ciudad Vieja.

Tampoco evocaré el Tercer Conjunto Monumental de Europa que dio techo y suelo a judíos y cristianos, antes de que una real ordenanza católica, de católicos reyes, abriera con dolor los caminos de sefarad a quienes practicaban confesión diferente a la dominante, a golpe de espada y represión, que hicieron de las sinagogas ermitas santorales, para descansar tranquilos en casa Alonso Golfín.

Igualmente, si previniera del riesgo de perder el rumbo entre las callejuelas contemplando tanta belleza, rompería el encanto de la sorpresa entre las piedras que rumorean historias desconocidas en los libros de texto, descubiertas solo deambulando con alma abierta entre las rendijas de los misterios que se ocultan a las guías turísticas, ocupadas en llevar a los visitantes por rutinarios espacios de lechosas torres jesuíticas, advertencias de Moctezuma, Carvajal, Godoy, Ovando, Alcuéscar o Saavedra.

Tampoco vale la pena recordar el vengativo capricho de La Católica, que mandó desmochar las torres para castigar con esa orden a los rebeldes que apoyaron a la Beltraneja, porque más importante es invitaros a subir por el estrecho Callejón de don Álvaro para gozar del milagro desprevenido de un ocioso naranjo que asoma por encima de tapia, derramando oleadas de embriagador azahar, superpuesto al aroma de las flores que las enamoradas llevan al altar del maridaje.

ACCIDENTE ¿CON/SIN CONSECUENCIAS?

ACCIDENTE ¿CON/SIN CONSECUENCIAS?

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avión

Describí ayer en mi página de Facebook la secuencia cronológica de los hechos que me llevaron a renunciar al viaje que pretendía hacer a Noruega con el resto de viajeros que tomaron tierra en Bergen a las siete de la tarde, omitiendo el comentario que me hizo un compañero de ruta, diciéndome que si todos los viajeros hubieran renunciado al viaje, la rebeldía habría tenido consecuencias, que la resignación y el silencio no aportarán.

Espero que no sea así, y que quienes tienen responsabilidad en los hechos eviten que los futuros usuarios de los servicios sociales ofrecidos por la administración pública, no pasen malos tragos como los que ayer indigestaron el viaje de placer que nos esperaba a los veteranos ciudadanos que emprendíamos viaje a Noruega.

El reconocimiento de la gravedad de los hechos por parte de todos los que ocupábamos asiento en el avión, no se tradujo en una rebeldía colectiva ante la situación vivida, que hubiera ocupado las portadas de periódicos y telediarios, obligando a la Junta de Castilla y León, a la agencia de viajes y a la compañía aérea Alba Star a tomar medidas que evitaran futuras desgracias irreparables.

El Boeing 737-400 que había de llevarnos en volandas los 2.300 kilómetros que nos separaban de Bergen, cargado de combustible, viajeros y equipajes, necesitaba para despegar en esas condiciones una pista de 2.540 metros, teniendo la de Matacán 2.513 metros, claramente insuficientes para satisfacer adecuadamente la demanda de la aeronave en tales condiciones.

El sobrepeso y la insuficiente longitud de pista fueron, según informaciones recibidas, las causas de que el piloto del avión diera con la rueda de cola contra el asfalto durante el despegue, al verse forzado a levantar la cabeza del avión más de lo aconsejable en tales condiciones de carga sobre una pista como la de Salamanca, inhabilitada para muchos aviones.

Cabe esperar que la llegada a Bergen de los pasajeros que reanudaron el viaje tras el accidente, no impida a la Gerencia de Servicios Sociales de la Junta de Castilla y León, a la agencia de viajes Leontur y a la compañía Alba Star, reflexionar sobre los hechos ocurridos para que no vuelvan a repetirse, y satisfagan complacientemente a organizadores y usuarios.

HIJOS VÁNDOLOS DE PADRES ASILVESTRADOS

HIJOS VÁNDOLOS DE PADRES ASILVESTRADOS

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“¿Quiénes son los padres de esos niños?”, preguntaba con evidente mal humor el dueño de un restaurante, viendo correr, golpear y gritar a tres niños entre las mesas del restaurante, ante el creciente malestar de todos los comensales que ocupaban el salón, salvando los dos matrimonios responsables de las molestias que las inocentes criaturas estaban causando a todos los presentes, ante la pasividad de los irrespetuosos y asilvestrados progenitores.

No son culpables los niños de la mala educación de sus padres, ni responsables de la falta de responsabilidad exhibida por quienes los trajeron a un mundo civilizado, a muchas leguas de la selva amazónica donde el comportamiento de los animales es un ejemplo de respeto social para ciertos niños sin desbravar.

La situación de chillidos, galopadas, disputas, riñas, ajetreos, rabietas, llantos, berrinches y alborotos de ciertos niños, – no de todos, claro, porque hay padres normales -, va más allá de bares y restaurantes, es una epidemia que se expande a supermercados, exposiciones de arte, trenes, oficinas públicas, salas de espera, autobuses urbanos y cualquier espacio público donde los despreocupados padres sueltan a sus cachorros, creyendo que el resto de vecinos tienen la obligación de soportar las molestias de sus ineducados hijos para vida social, donde el respeto a los demás es el primer mandamiento de la convivencia.

Como sufridor de la circunstancia descrita en el primer párrafo y testigo de otras parecidas, entre las que se cuentan el atropello con un carro guiado por un niño en el supermercado que dejó sin tobillo a una señora, o el balonazo que recibió un caballero que estaba sentado en una terraza de verano, propinado por un niño que jugaba al fútbol en la plaza, no voy a caer en la tentación de hacer juicio de valor global, porque hay niños bien socializados por sus padres, aunque los vándalos sean más notorios, evidenciando su procedencia de padres asilvestrados.

Seamos, pues, comprensivos y tolerantes con esos bárbaros porque ya tienen bastante castigo con soportar los ineducados padres que tienen, responsables de la irresponsabilidad y mala educación de sus descendientes, por su negligencia en la tarea de educar sin agredir, adiestrar sin domar y dirigir sin violencia, para que sus hijos adquieran la formación moral, intelectual y social, favorecedora de un mundo más respetuoso con los vecinos.

RATEROS RATOS

RATEROS RATOS

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Ratero es quien hurta con maña y cautela cosas de poco valor, pero cuando el ratero tiene apellido para rato, entonces se vulgariza el ingenio del ladrón de guante blanco, haciendo del robo insulto al común sentido y mofa de la justicia que abre rendijas por donde se escapará el ladrón con su botín.

Esto sucederá al consejero de Telefónica Latam y Telefónica Europa, aunque haya sido formalmente abandonado por sus cómplices de partido, despreciado por sus preferentistas preferidos y vituperado por una sociedad que hizo doctrina de la sabiduría popular, en proverbios de indiscutible certeza.

El sabio refranero español elogia a quienes acreditan con sus acciones los mismos comportamientos que tuvieron sus padres, afirmando que “honra merece quien a los suyos se parece”, mereciendo el señor Rato el mismo trato que recibieron aquellos familiares que le precedieron en la saga familiar.

Quien todo ha sido en el mundo de las altas finanzas se parece mucho, pero que mucho, a los suyos, es decir, a los rateros que le antecedieron en la dinastía que él ahora encabeza, por lo que merece el mismo castigo que recibieron su padre, hermano y tío.

Sí, porque el millonario padre-patrón de Rato, es decir, Ramón, don Ramón, fue condenado en 1967 por el Juzgado Especial de Delitos Monetarios, a tres años de cárcel en Carabanchel y multa de 176 millones de pesetas por evadir dinero y quebrar dos bancos. ¡Qué perla de hombre!  Y después, su hermano Ramón y su tío Faustino también fueron condenados a dos años de prisión y 44 millones de pesetas de multa.

¡De casta le viene al galgo!, haciéndole acreedor de igual condena que la recibida por sus familiares, aunque viéndole sonreír y alzar la copa de espumoso líquido efervescente, intuimos que brinda por los imbéciles que seguimos confiando en todo aquello que deberíamos apartar del horizonte político, social y económico, para alcanzar la justicia que merecemos.

Deshonroso Rato que deshonra el refranero, denigra la honradez pública, avergüenza la ética, y delata a los aplauseros que ahora se esconden fingiendo ser engañados y no saber nada de las andanzas financieras de este ratero, falso hombre milagro y mito de cartón piedra con cara de cemento armado, descaro insultante y cinismo histriónico de quien sabe que la impunidad protegerá sus fechorías.

GABO Y LA MUERTE

GABO Y LA MUERTE

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Los cataqueros de Macondo perdimos hace un año a nuestro vecino más ilustre y aún mantenemos el rumbo hacia la vieja aldea de los Buendía, para seguir soñando con el realismo mágico del más grande escritor en lengua castellana desde el cojo madrileño y el manco de Lepanto.

La muerte de Gabo nos ha dejado mudos a los macondeños virtuales y a la intemperie literaria, sin otro asidero que las páginas de sus libros, en las que hoy nos envolvemos para recordar sus palabras sobre la parca que nos dejó sin la novedad de nuevos libros a los lectores de medio mundo.

Quiso Gabo morirse de amor como pidió en vida, y de amor murió tranquilo sabiendo que su obra lo inmortalizaría, pero agradeciendo al amor su compañía en la hora final, para hacer a la muerte bondadosa y sin temores adicionales, porque nunca tuvo miedo a la desaparición imprevista sino a la rutina mortuoria de cada día.

Y murió Gabo feliz, viendo cumplido el deseo de una buena ancianidad por haber hecho en vida cuanto le vino en gana, pensando que la muerte no llega con la senectud, sino con el olvido que siempre le será ajeno, porque el secreto de la feliz vejez que acompañó su último suspiro fue por el pacto que hizo con la soledad.

“Con tal de que alguien se acuerde de una frase mía, yo bajaré tranquilo al sepulcro”, le dijo a Luis Cañón en 1996, y abrazó tranquilo la muerte con la certidumbre de que todos hablaríamos del hijo de José Arcadio durante nuestra vida, sabiendo que “muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.

ENTREVISTA EN WORMS

ENTREVISTA EN WORMS

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El 16 de abril de 1521 la tensión se mascaba en el salón de la ciudad de Worms donde se reunió la asamblea de príncipes del Imperio Germánico bajo la presidencia del joven de veintiún años Carlos V con el presunto hereje Martín Lutero, para que este se retractara de sus escandalosas tesis, si quería evitar la condenación y librarse de la pena de excomunión, dictada meses antes por el papa León X.

Pues bien, lejos de retractarse, el fraile agustino confirmó ante la Dieta de Dorms sus convicciones y rebeldía ante el statu quo eclesial, con el apoyo de miles de creyentes que condenaban el vicio, abuso, despilfarro, corrupción y compraventa de indulgencias, practicada por la Iglesia, con el apoyo, patrocinio y representación del joven emperador.

La posición de Lutero molestó a los asamblearios de Dorms, indignó a la curia romana, enfrentó a la feligresía y provocó el enfado del poderoso y catoliquísimo mandamás político-religioso, ortodoxo, mantenedor y defensor de las tesis papales y las doctrinas oficiales de una Iglesia corrompida, que se contrarreformó, sin poder evitar la fractura ideológica de consecuencias bien conocidas por todos.

Lutero fue calificado de hereje, tratado como delincuente, condenado por desviacionista, despreciado por manipulador y expulsado por sectario, prohibiéndose la lectura de sus tesis en toda la cristiandad romanizada y eliminando de pena a quien matara al monje agustino, quedando arrestado, condenado y posteriormente liberado por el príncipe Federico que lo mantuvo oculto hasta que el emperador entretuvo su tiempo en guerras capitulares.