A CONCHA, EN EL RECUERDO
Treinta y tres años ha estado Concha García Campoy entrando en nuestras casas a través de la pequeña pantalla, desde aquel lejano 1983 en que Manuel Campo Vidal la sentó a su lado en el telediario de RTVE, después de pasar por la radio y antes de enseñarnos “a vivir que son dos días”, aunque ella haya vivido entre nosotros cincuenta y cuatro años.
Se ha adelantado Concha al viaje que a todos nos espera, sin avisar ni darnos la oportunidad de acompañarla en el andén donde esperaba el tren desde la Navidad del año 2011, confiando en que el cariño de todos, su ánimo de lucha, la ciencia y los médicos hicieran el milagro, pero su hígado se ha negado a metabolizar los medicamentos que pretendían alejarla de la leucemia.
No puedo decirle “hasta pronto”, porque mi desconfianza escatológica me lo impide, pero todos caminamos hacia la estación término aunque se nos antoje lejana meta, pues nadie se libra de tal condena desde el nacimiento, en un ejercicio socializador inevitable, que nos obliga hoy a escuchar el repique de campanas que voltean por todos nosotros ante la muerte de Concha.
Nos quedamos con su permanente sonrisa, le agradecemos la compañía que nos ha ofrecido durante años, la llevaremos en el recuerdo, conservaremos la humanidad de sus gestos, mantendremos su vitalidad, y en su nombre abrazamos a los anónimos enfermos de cáncer que esperaban con ella en la estación final.