ESTAMOS SIN MINISTROS
Las personas que tengo cerca de mi vida me han reprochado muchas veces la excesiva ingenuidad que tengo en el trato con las personas, por pensar que “to er mundo e güeno”, mientras no se demuestre lo contrario.
Por eso, acostumbro a llevar el retraso mental inevitable de quien vive en un país multicolor, ajeno a la realidad por tozuda que ésta sea, estando obligado a sobrellevar crisis anímicas como la que ahora me invade, al enterarme que no sirvo para ministro, ni siquiera en su acepción más simple, porque estoy jubilado.
Con la decepción a la espalda y el alma envuelta en inconsolable frustración, he sabido que la palabra ministro procede del latín minister, que significa “sirviente”, persona que sirve a alguien. O sea, que ministros serían aquellos ciudadanos que generosamente se entregan al servicio a los demás. Vamos, que no trabajan para ellos mismos, sino para los vecinos. Qué bonito. Es tan hermosa la tarea, que tendrían ganado el cielo, aunque las dudas de que así sea les anime a disfrutar de abundantes bienes terrenales, exclusivos favores, sobrados sueldos, eternas jubilaciones y desmedidos privilegios, por si fallan las promesas celestiales, que nunca se sabe.
Esto me ha llevado a la tontuna en que habito, consolándome al comprobar que mi incompetencia para ese cargo la han padecido todos los ministros, sin que nadie se aflija al saber que seguimos sin ellos, porque a todos les ha faltado el desprendimiento, sacrificio, generosidad y entrega que exige el servicio a los vecinos, más allá de los brindis en el espejo.
Un comentario en «ESTAMOS SIN MINISTROS»
Amigo Paco, por si te sirve de consuelo yo también soy de los que piensan que todo el mundo es bueno, y el que no lo sea peor para él.
Pero mi problema empieza a tomar tintes más graves cuando, además, en vez de pensar mal para acertar, prefiero pensar bien aunque no acierte.
Asunto ministros: tampoco te aflijas por tanto por ello, ni por ellos (ya sé que por quién te afliges es por los que les padecemos). Creo que, atendiendo a la etimología de la palabra «ministro» hay muchos ministros que no saben que lo son y los que dicen que lo son no saben serlo.
Yo, sin falsas modestias, me considero uno de esos ministros. Tú, bien podrías ser ministro contra la modorra cultural y así un largo etcétera, por lo tanto que cada cual ejerza su modesto ministerio y así, tal vez, consigamos mejorar un poco esta nuestra enferma sociedad. Si cada uno damos una pequeña pincelada de color, entre todos conseguiremos un precioso mosaico.