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Mes: mayo 2017

FERNANDO Y MAYORAL

FERNANDO Y MAYORAL

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Entre Fernando y Mayoral media el filo sutil de doble vida que los separa, y la cadena que los une en persona única, haciendo un todo indisoluble que hermana al hombre humilde en zapatillas domésticas que ama, sufre y lucha, con el genio que camina en la cumbre del arte dejando lienzos y bronces perdurables, por milagro inesperado del óleo y la primigenia arcilla.

Seres complementarios maridados en persona desdoblada sin intención previa ni premeditado afán, por obra y gracia del empeño que ambos ponen en convivir unidos, más allá del vano intento que la fama y el reconocimiento hace inútilmente por individualizarlos, imponiendo bifurcaciones a sus dependientes vidas.

Es Fernando la sencillez hecha costumbre, la cortesía espontánea, el ignorado mérito, la generosidad intelectual y el desprendimiento abierto de quien renuncia a todo sin sobrarle nada; de quien toma vino de pitarra extremeña con amigos en tabernas ocultas a los escaparates sociales, donde Mayoral es condecorado con medallas de oro.

Queda para Fernando la leve voz entrecortada que habla discretamente a la amistad, dejando a Mayoral la sabiduría que lustra con lecciones de arte aulas y tribunas. Permanece en Fernando el tesón, la voluntad, el sacrificio y la vocación irrenunciable de un incansable artista que ha entregado su obra a Mayoral para que este la exponga por calles, plazas y templos, en diferente geografía.

Es para Fernando el trabajo diario, oculto, esforzado y silencioso en el santuario de La Vellés donde la virtuosidad de su humanidad toma cuerpo, dejando para Mayoral los honores otorgados en salones, la popular fama publicitaria y los reconocimientos institucionales, ganados por Fernando entre barro modelado, pigmentos al huevo y pinceles desconocidos para la mayoría de los que a Mayoral aplauden.

Pero ambos, Fernando y Mayoral, saben que unidos seguirán en la salud y la enfermedad hasta que la muerte los separe, llevándose a Fernando al anonimato eterno, mientras que Mayoral gozará de perpetua fama y recuerdo por toda la obra que Fernando modeló y pinceló sin que nadie reconozca su autoría.

SANTIFICACIÓN DE PASTORES

SANTIFICACIÓN DE PASTORES

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Pastores y las ovejas forman parte importante de las metáforas evangélicas fielmente seguidas y admiradas por la grey católica, cercana al Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, -según San Juan 10, 11-18-, contando la Iglesia con miles de pastores a lo largo de su historia como propulsores, difusores y predicadores doctrinales.

El santoral incorpora dos pastores canonizados por el querido papa Francisco en Fátima ante medio millón de fieles, pidiendo por la concordia entre los pueblos mientras subía a los altares a los pastorcillos Francisco y Jacinta, a quienes visitó la Virgen hace cien años, como afirma la tradición y canta la canción diciendo que “el 13 de mayo la Virgen María bajó de los cielos a Cova de Iría”, una pedanía portuguesa que adquirió fama universal en 1917 cuando la Madre de Dios se les apareció sobre una encina, para asombro de creyentes y descreídos, capitaneados por esos dos pastorcillos junto a su compañera Lucia, mientras cuidaban un rebaño de ovejas.

El hecho de que tal aparición mariana se produjera en Fátima, induce a pensar que la Virgen realizó un intento pacífico de nueva cruzada católica contra la toponimia infiel, pues la villa fue bautizada con ese nombre en recuerdo a la antigua ocupación de los árabes, ya que Fátima fue la hija preferida de Mahoma.

Durante muchas décadas vivimos pendientes del intrigante y enigmático tercer secreto revelado por la Virgen, que Lucía guardaba encofrado en su hábito carmelitano, tras vaticinar en la primera revelación la muerte prematura de los ahora santificados, primos de la superviviente Lucía. El segundo misterio Mariano se refería “a la visión aterradora del infierno”, que se interpretó como el final de la Primera Guerra Mundial, el estallido de la Segunda, la conversión de Rusia y el fin del comunismo.

Finalmente, el tercer secreto trajo a todos de cabeza hasta que fue revelado con motivo del viaje realizado por Juan Pablo II a Fátima, el 13 de mayo de 2000, para beatificar a los hoy santificados, porque los tiempos ya “estaban maduros”, en palabras del pontífice. Ante 700.000 personas, el cardenal secretario de Estado, Angelo Sodano, hizo público que tal misterio se refería a la lucha del comunismo contra la Iglesia y al inmenso sufrimiento que habían padecido las víctimas católicas a lo largo del siglo XX.

Aclarado todo, Lucía murió tranquila, Juan Pablo II quedó satisfecho y el pueblo de Dios fidelizado, mientras el cardenal Joseph Ratzinger precisaba que era un llamamiento a la conversión, a la penitencia y a la fe, excluyendo revelaciones apocalípticas como el fin del mundo o el futuro de la historia.

JUAN TIGRE ANTONIO

JUAN TIGRE ANTONIO

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En silencio, de puntillas y sin decir palabra ni volver la vista atrás, se nos ha ido Juan Antonio por manotazo injusto de la vida, en acto íntimo, cumpliéndose voluntad propia; sin ceremonia, cortejo, protocolo, liturgia, ni velatorio, marchándose con la misma discreción que en su vida testimonió, trabajando en la retirada celda de su despacho, donde siempre tuvo espacio el respeto y la vocación de servicio público, sin sectarismo alguno.

“Tigre” fue por vigor interior y voluntad materna, sin estrategia depredadora alguna, sino como actitud de fraternal acogida a todos con alma de bondad plena y humanidad en bandolera, sin más pretensión que servir a los ciudadanos en los sillones institucionales que la sociedad puso en sus manos.

Hombre liberal y progresista, que asombró al rancio rojerío por su tolerancia y capacidad integradora de ideologías, sabedor desde la cuna andaluza que la cultura es elemento hermanador, armonizador y promotor de la conciliación, más allá de las diferencias ideológicas y personales.

Profesor, traductor, publicista, conferenciante, escritor, ensayista, tertuliano y cinéfilo vocacional, con excepcional talento y sabiduría; apasionado de su trabajo, amigo de sus amigos y enemigo de elogios, fue Juan Antonio erudición humilde, inteligencia irónica, serena laboriosidad, agnosticismo convicto, incansable lector y persona cercana, afectuosa, tolerante y firme en sus convicciones, maridando seriedad y simpatía.

Teología, Historia y Psicología fueron los pilares universitarios que sostuvieron la insaciable erudición cinematográfica que hizo de su vida, celuloide; ocupando el primer plano en la escena hispana, con cámara intelectual de visión cenital que a todos asombraba, haciendo de su historia banda sonora con arpegios de solidaridad, generosidad y hermandad.

Antes que los hermanos Lumière y el selectivo Hollywood, anticiparan su llegada a las carteleras de los cines, este seminarista expulsado, activista juvenil y animador cultural nos ilustraba con su sabiduría en nocturnas sesiones de los años sesenta y setenta, a tantos aficionados que asistíamos en el jesuítico cine fórum fecum a sus coloquios y explicaciones, quedando asombrados por la clarividencia de los análisis que destilaba sobre potenkines acorazados y cittas romanas apertas.

Algecireño salmantinizado por obra y gracia de su propia obra –hecha suya- durante los veinticinco años que dirigió –“coordinó”, que diría él- la Filmoteca de Castilla y León, tras dejarse llevar de la mano por Pilar Miró a la Nacional, y traerse los “utensilios” cinematográficos de su querido Patino, junto a dos mil películas y algunos millones de negativos fotográficos.

Concluyó la película de su vida sin dar tiempo al protagonista para llevar a cabo los proyectos que agitaban su espíritu y estimulaban el nuevo despertar de cada día, con afán incontenible de ilusión esperanzada en el acercamiento a todo lo invisible de las pantallas que empaparon su alma de felicidad.

Ya convertido en leve cerro de cenizas con previo aviso, ha puesto el crespón sobre la medalla de oro de la ciudad, dejándonos su testimonial vida de hombre bueno, ético, veraz y sabio, haciendo lagrimear a las pantallas de cine y a las fotos en sepia que guardan su recuerdo.

Queda Juan Antonio entre nosotros porque su presencia nos acompañará hasta que la innombrable decida buscarnos a cada uno y aislarnos del grupo de amigos que hoy evocamos su sonrisa, el buen humor y optimismo destilado en las distancias cortas, donde muchos tuvimos ocasión de convivirlo, enviándole este abrazo hermanado con Lola, como agradecimiento a su legado.