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Año: 2016

DEL CARBONERITO AL TURISTA

DEL CARBONERITO AL TURISTA

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El oeste no es sólo el romántico punto cardinal por donde huye la luz cada día, despidiéndose de nosotros con bellas imágenes crepusculares, sino también un espacio geográfico tradicionalmente abandonado, como le sucede a la capital charra, donde las llamaradas de la piedra monumental se tornan funerarias en los andenes de las estaciones despidiendo a los jóvenes que emigran en busca de una tierra de promisión, donde ganar futuro y vida digna.

Ser del oeste se está convirtiendo en un destino fatal sin posibilidad de redención laboral para la savia nueva que busca trabajo, sabiendo que el porvenir les espera extramuros de la muralla salmantina, donde la celestina flamea pañuelos negros desde las almenas deseándoles la suerte que su tierra les niega, obligándoles a emigrar de ella.

No es que estemos salvajes como los pieles rojas del lejano oeste americano, pero nos falta la riqueza natural que ellos tenían disponible para atraer colonos, mineros, comerciantes, granjeros y cuantos aspiraban a mejores condiciones de vida, que llegaron al oeste en carretas, a caballo o a pie, ejemplarizando una migración interna sin precedentes, que mejoró las vías de comunicación, creó industrias y urbanizó espacios.

Este no es el caso de la charrería porque carece de tejido industrial facilitador de puestos de trabajo, siendo nuestras principales empresas la Universidad y el turismo, cumpliendo la primera con dignidad la misión que tiene encomendada de formar jóvenes en sus aulas; y la segunda, el turismo, que viene a enriquecer básicamente el gremio de la creciente hostialería salmantina.

Estudiantes obligados a ganarse la vida lejos del espacio geográfico donde se han formado para ello, porque en el campo charro no hay espacio laboral para ellos ni oportunidades para redimirlos del frustrante desempleo, unidos a foráneos pasajeros que nos visitan, dispuestos a salvar la pequeña Roma del abandono, a diferencia de los antiguos carboneritos de la copla que con sus idas y venidas mantuvieron durante años a la blanca Salamanca.

LIBERTAD

LIBERTAD

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De todos los valores sociales, tal vez el más preciado sea el de la libertad personal, a pesar de que algunos dirigentes políticos y laborales pretendan resucitar la Inquisitio Haereticae Pravitatis Sanctum Officium, porque el temor a la libertad forma parte de su clave genética y fue un ingrediente básico de la leche que mamaron.

Cabe la rebeldía ante caprichosas decisiones de los patrones y la desobediencia a órdenes externas con santidad «caminera de Obra», si la claudicación implica renunciar a la propia conciencia y libertad de pensamiento, condenando la inteligencia que capacita para reflexionar y tomar decisiones personales.

El jefe temeroso de la opinión ajena está inhabilitado para el liderazgo que ostenta, por la inseguridad que demuestra en sí mismo y el miedo evidente a perder el poder que mantiene artificialmente a golpes de mano sobre la voluntad de los subordinados. El líder emocionalmente estable e intelectualmente formado, rebate y contrarresta con argumentos y acciones las censuras recibidas; pero los inseguros piden inmediatamente el bolígrafo para tachar de la lista al discrepante, porque estos cabecillas suelen disponer de un servicio de palistas dispuestos a enterrar disidencias y disidentes en la fosa del olvido.

Renunciar a la propia conciencia, amordazar la libertad de opinión y someter la voluntad a caprichos ajenos, cumpliendo dictados contrarios a sentimientos propios, silenciando pensamientos, traicionando creencias personales y vendiendo el alma al postor para alcanzar el poder, mejorar la cuenta corriente o evitar un castigo, es preludio de fracaso moral irreparable.

Se llama orejisano al animal que no tiene marca de propiedad en ninguna parte de su cuerpo, pero no abundan en la sociedad los bípedos humanos orejisanos, mantenedores de la independencia sarabaíta y rebeldes a la disciplina cenobita, que aspiran a conservar intacta su libertad, sin señal alguna, sosteniendo como irrenunciable la individualidad, el albedrío y la conciencia.

PRESAGIO DE MIRADAS

PRESAGIO DE MIRADAS

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¿Qué nos hace mirar de frente a alguien antes de invitarle a recorrer juntos la vida? ¿Qué vemos cuando miramos de reojo a otra persona antes de contemplarla detenidamente por segunda vez? ¿Qué nos llama la atención de un ser semejante antes de tener el primer encuentro con él? ¿Qué sucede después?

En los tres primeros segundos del encuentro, sorprenden los ojos, el gesto, la sonrisa, el peinado y la ropa. Luego su voz, el estilo y la finura. Pero más allá del minuto, todo ello pasa a segundo plano cediendo el espacio a bondades que llevan a la felicidad, porque lo esencial solo es visible con ojos del corazón, como anticipó Exupéry.

Comienza entonces a seducir la seguridad en las convicciones compartidas, la voluntad de hacer juntos lo imposible, el deseo de volar por encima de rumores, el impulso de arriesgar ante lo imprevisible y la certeza del tropiezo cuando se toma la decisión de caminar al lado de alguien, porque solo se trastabilla el que avanza.

Más tarde, sin pretenderlo, llegan de puntillas las confidencias a media voz en rincones apartados de tabernas solitarias, testificando el vino la vulnerable declaración de sentimientos, temores, afanes, debilidades, ilusiones y proyectos, iluminando las pupilas de forma inesperada en el reflejo de las miradas, habilitando el deseo.

Estando aquí, poco tarda en llegar el primer beso furtivo rozando inadvertidamente los labios, la caricia perdida en un descuido, el sonrojo aterciopelado en las mejillas, la risa nerviosa sin justificación aparente, el sacudimiento interno percibido y la complicidad, presagio del encuentro definitivo.

Preludios de amor que concluyen en vocaciones de pertenencia mutua con intención duradera, aunque la eternidad pretendida concluya antes de que la parca determine la partida de quien fue en el comienzo sorpresa desprevenida, fortuito encuentro, transversal futuro y redención que alteró inesperadamente el ritmo de la sangre, provocando extrasístoles desconocidos hasta sobrepasar la frontera de la piel.

ABUELIDAD

ABUELIDAD

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La paternidad y la maternidad son cualidades del padre y la madre, sobre las que se han escrito elogiosos ríos de tinta, desde que los primates bajaron de los árboles y comenzaron su andadura con los hijos de la mano, matando animales a flechazos para alimentarlos, mientras los abuelos esperaban en la cueva.

Hoy las cosas han cambiado y comienza a tomar cuerpo familiar y social en todos los espacios la llamada abuelidad como cualidad propia de los abuelos otorgada a ellos en exclusividad, elogiada por los beneficiarios de sus servicios, agradecida por los servidores e ignorada por el diccionario que se niega a incluir la abuelidad entre sus voces.

Dicen que el término fue puesto en circulación por la psicoanalista argentina Paulina Redler, pero yo prefiero creer que fue juego de poetas cuando Pedro Salinas comunicó por carta a Jorge Guillén el nacimiento de su primer nieto, colmándole de paz, gratitud, ilusión, compromiso y felicidad, como le sucede a todos los abuelos primerizos, segundizos, tercerizos y polidizos.

La abuelidad añade ternura a la natural ternura de los niños; aporta paciencia a la impaciente azarosidad de la juventud; pone calma en la prisa enloquecida de cada día; ofrece seguridad a la incertidumbre; es fuente inagotable de sabiduría; transmite valores en almoneda; recupera con palabras la sordera crónica; consuela el desconsuelo; y es escuela de experiencia donde aprender a caminar por la vida hacia la felicidad.

Toma hoy la abuelidad carta de naturaleza debido al alargamiento de la existencia, a la incorporación de la pareja al mundo laboral y a la actual precariedad vital de muchas familias, condenadas al infortunio por la codicia de quienes más tienen y menos dan. ¿Qué harían muchos matrimonios si los abuelos no alimentaran a hijos y nietos? ¿Quién llevaría a los infantes al colegio y los recogería a la salida? ¿Cómo llegarían a fin de mes muchos matrimonios sin el empujón de los abuelos?

Son los nietos doblemente hijos de los abuelos por ser hijos de sus hijos, convirtiéndolos en repadres con vocación de incondicional entrega a los rehijos que sus hijos ponen junto a ellos en el camino hacia la estación término, obligándoles felizmente a recomenzar una nueva vida plena de ilusión y renovada esperanza en la resurrección terrenal a una vida que comenzaba a extinguirse por falta del revulsivo vivificante aportado por los nietos.

No hay relación personal, familiar o social que compararse pueda con la mantenida entre abuelos y nietos, ni más bello, generoso y gratificante maridaje existencial. Pero que nadie pida a la abuelidad más de aquello que buenamente pueda dar, ni demandarle sacrificios inasequibles porque convertiría en esclavitud lo que debe ser liberación.

APRENDIENDO A ENVEJECER

APRENDIENDO A ENVEJECER

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Se es niño sin pretenderlo, joven sin esfuerzo y adulto sin pensarlo, pero a la cuarta edad se llega con el diario de la vida escrito hasta la penúltima página, con casi todo aprendido y los exámenes aprobados, dispuestos a prepararnos para la prueba final que la vida nos pondrá, tras la convocatoria que nos hizo al traernos al mundo.

Toca, pues, aprender a envejecer con la salud menguada, pero con la ilusión de permanencia intacta hasta llegar a la última página de nuestro diario, goteando día a día momentos de felicidad en el camino hacia la estación término, para confundir a la parca que nos robará la sonrisa cuando un golpe desafortunado altere el ritmo de la sangre o el capricho del azar enloquezca las células bajo la piel que nos cubre.

Ahora toca poner de acuerdo estómago y cerebro para que no se interfieran en el camino a la felicidad. Es el momento de conciliar cuerpo y sentido, para que el primero no pida lo que el otro niega, y este compense la mengua de vigor. Deben unirse razones y razón para que el maridaje unifique los argumentos. Y conciliar deseo y posibilidades para no caer en el desánimo y la frustración.

En la antesala de la vejez toca recuperar el tiempo perdido en ambiciones decapitadas y metas sin futuro. Es hora de renunciar a provocaciones inútiles. Momento de rehusar a ilusiones imposibles. Ocasión de superar discrepancias estériles. Y oportunidad de abandonar quimeras inalcanzables, porque el tiempo apremia y la felicidad escasea.

Camino de la vejez no conviene perder energías en cuestiones que no merezcan el esfuerzo que demandan, sino de aprovechar la vitalidad que resta para hacer posible el milagro de gozar la vida nueva que comienza, sin pretenciosos sonsonetes para levantar el ánimo, aunque amanezca con las tres heridas del poeta: la del amor, la de la muerte y la de la vida.

CAMINO DE LA FELICIDAD

CAMINO DE LA FELICIDAD

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La felicidad es quimera inalcanzable para las almas dormidas, empeño inútil de añejos espíritus, aspiración frustrante de los desesperanzados, presea infecunda de los farsantes, ambición estéril de maliciosos y desengaño para codiciosos que pretenden comprarla en una taquilla, ignorando que la insolidaridad, el orgullo, la ambición y el desamor condenan a la infelicidad.

Tampoco basta el deseo de ser feliz para conseguir serlo, pues hay que remangarse y tirar de la felicidad hacia sí con fuerza de portor amarrado a maroma, porque no es dócil a mandatos ni supersticiones, por mucho que la presenten sonriente junto a deidades de diferente naturaleza y procedencia.

La felicidad no llega siempre vestida de novia, ni con un título académico en el bolsillo, ni con el certificado de nacimiento de la mano, ni con el primer beso enamorado, porque a veces se presenta inesperadamente tras un fracaso, un golpe de muerte, un abandono o entre lágrimas reconfortantes por el desgarro amoroso.

Pero es más fácil encontrar la felicidad en la indulgencia del perdón; en la renuncia a beneficio propio por el bienestar ajeno; en la lealtad a ideas y personas; en el encuentro enamorado; en el pan compartido; en la esperanzada entrega; en el viaje interior; y en el amor a la vida, que el más grande enamoramiento que tenemos, porque la muerte posterga todos los amores.

HIJOS ASILVESTRADOS DE PADRES DESPREOCUPADOS

HIJOS ASILVESTRADOS DE PADRES DESPREOCUPADOS

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Con respeto y delicadeza, invitó el propietario de un bar a un grupo despreocupado de padres a que abandonaran el recinto donde cerveceaban, porque sus asilvestrados hijos molestaban al resto de clientes con sus gritos, disputas, galopadas, llantos y alborotos,

La expulsión del local, provocó el enfado de los papás que se fueron airados y con cajas destempladas, sin comprender lo que entendería cualquier bípedo racional con el mínimo sentido para darse cuenta que la libertad de cada cual no puede sobrepasar la linde del vecino.

Como sufridor de tal circunstancia y testigo de otras parecidas, entre las que se cuentan el atropello con un carro guiado por un niño en el supermercado que casi deja sin tobillo a una señora, o el balonazo que recibió un caballero que estaba sentado en una terraza de verano, propinado por un niño que jugaba al fútbol entre las mesas, me autorizan a dejar en esta página dos reflexiones:

Las normas son expresiones coactivas justificadas por el valor que las sustenta, siendo en este caso la convivencia social el soporte de la norma, primando el cumplimiento de la misma con el razonamiento y la persuasión hasta donde sea posible, tratando de evitar el conductismo para evitar comportamientos socialmente indeseables.

Por otro lado, los irresponsables pequeños vándalos que van atropellando derechos ajenos en lugares públicos no tienen otra culpa que la de ser hijos de sus padres, máximos responsables de la educación moral, cívica, intelectual y social de los hijos, a quienes la ley nada les exige al respecto.