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Mes: noviembre 2015

¿DEMAGOGIA, SEÑOR DIPUTADO?

¿DEMAGOGIA, SEÑOR DIPUTADO?

Paro

En un momento de enajenación mental transitoria, tan frecuente en ciertos políticos, uno de ellos ha declarado que es demagógico hablar de millones de parados porque todo el mundo sabe que no es cierto debido al trabajo negro que la encubre, añadiendo que nadie se come los puños de hambre en este país, lo cual es cierto porque no es posible llegar con los dientes a esa articulación.

Si él y los que con él mueven los hilos de las marionetas que deambulan por la piel de toro, dicen que «España va bien», será que tienen razones para negar una realidad que hace daño a la vista. Pero querríamos que este visionario nos respondiera a una pregunta, al hilo de sus declaraciones sobre la demagogia que existe con el paro en su país, que casualmente es el nuestro, para que mire hacia donde está verdaderamente el engaño.

¿Es demagógico decir que con el dinero despilfarrado en obras faraónicas paralizadas; con los euros que gastamos en el inoperante cementerio de elefantes que representan el Senado y las innecesarias Diputaciones; con el dinero robado a las instituciones por los corruptos y con los eurazos entregados a las Cajas de Ahorro junto a multimillonarias indemnizaciones a los cajeros y pensiones vitalicias otorgadas por ellos mismos, se hubieran evitado todos los injustos recortes en sanidad, educación, justicia y dependencia?

Demagogia es lo que usted hace, señor diputado, con un cinismo que espanta incluso a los propios depredadores que comparten con usted mantel.

ME DUELE GRECIA

ME DUELE GRECIA

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HEALING

A veces no basta con gritar más alto para acallar el ronquido del hambre, ni desempolvar pesadillas en la sombra da respuestas a los interrogantes que deja la miseria en paredes y pancartas, cuando la duda garabatea palabras inasequibles al libro sagrado y el pentagrama social entona consignas inaudibles para los depredadores.

La paz de los tratados evita resplandores de bombas en las noches negras de la barbarie, es cierto. Pero es más verdad que la sinrazón de la mortal guerra fría extermina sin pólvora almas inocentes mostrando los colmillos tras la sonrisa de hiena, sin disparar con plomo a cuerpos anémicos condenados a muerte por una ambición amparada en pacíficas leyes exterminadoras.

Los suicidios griegos a los pies de Atenea no son fruto inexplicable del azar, sino cumplimiento de mandatos dictados por quienes contemplan desde su olimpo la mortuoria secuencia de vidas abandonadas, inaccesibles a las páginas de periódicos y pantallas televisivas en un intento de evitar contagio de la epidemia fúnebre que se expande entre sus gloriosas piedras.

Pero callar es cobardía y mirar para otro lado, apocamiento, cuando la sangre del prójimo grita rebeldía contra al látigo financiero que fustiga inclemente la espalda dolorida de un pueblo que pide limosna para sobrevivir, ante la indiferencia de los vecinos del sur que esperan mansamente su turno a la puerta, resignados al inmerecido destino que les espera.

CRUZADAS Y GUERRAS SANTAS

CRUZADAS Y GUERRAS SANTAS

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Mirando hacia Siria, comprobamos que la historia de la Humanidad podría escribirse siguiendo el rastro de sangre que las diferentes guerras religiosas han derramado en nombre de dioses que predicaban amor, paz y entendimiento entre los seres de la misma especie, convertidos en animales irracionales, por mucha razón que acreditaran.

Detrás de cada conflicto bélico-religioso hay oscuros intereses de mitras, turbantes y tzitzites, mandamases codiciosos de dominar no se sabe muy bien qué, aunque todos sepamos qué quieren dominar, jugando con los sentimientos religiosos de muchos ciudadanos necesitados de cultura, trabajo y pan.

Son los jefes político-religiosos de distintas épocas históricas quienes han hecho de su voluntad, la voluntad de cada dios; de su ambición, la ambición de su dios; de su cinismo, la mentira de su dios; y de su poder, un hipotético poder otorgado por Dios, como le sucedió al caudillo, que lo fue por la gracia de Dios acuñado en las monedas.

Si quienes se inmolan pensando que su muerte les llevará al paraíso, hubieran crecido con un libro en la cabecera de su cama, probablemente pondrían los explosivos en manos de los predicadores de la violencia, cediéndoles el alto honor de ser ellos los primeros en alcanzar la gloria.

Apremia un acuerdo entre los pontífices de cada religión para condenar tanto engaño. Los obispos, rabinos, pastores, imanes y venerables maestros, han de llegar a un punto de encuentro sobre los valores éticos, comunes a todas las doctrinas, que permitan a cada cual seguir siendo lo que es, sin tener que llegar a las manos para resolver los conflictos que fabrican quienes deciden sobre las vidas de los demás sentados en los despachos, sin pisar los campos de batalla.

LEÑA AL MONO

LEÑA AL MONO

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Wood to the monkey, dicen los ingleses para definir uno de los más degradantes deportes nacionales, practicado en la piel de toro por una minoría de cavernícolas desde que Caín miró de reojo a su hermano Abel, sin que este se diera cuenta de los garrotazos que se les venían encima a la gran mayoría de abelitas, propinados por el detestable y espinoso cainismo de los cardos envenenados.

Dar “caña” a todo lo que se mueva en dirección contraria al pensamiento propio; apalear el honor del vecino que sostiene pensamiento divergente; zaherir a quien se asoma por la ventana opuesta al balcón del inquisidor; y golpear impunemente la honestidad del discrepante con ensañamiento, es quehacer propio de quienes han borrado las palabras respeto y tolerancia de sus comportamientos, queriendo imponer el pensamiento único.

“Leña al mono, que es de goma” es lo que están haciendo algunos con una persona que ha optado por afiliarse al partido político de su preferencia, convencido de haber tomado una decisión personal acertada, por mucho que los escasos habitantes de la caverna hayan salido con sus garrotes a la luz, aprovechando la libertad que pretenden hurtar a los demás.

José Julio Rodríguez Fernández no merece las descalificaciones, desprecios, insultos y vejaciones que está sufriendo, por haberse unido a un círculo de Podemos, tras abandonar una ejemplar vida militar, convencido que puede continuar sirviendo a la patria en otro ámbito diferente al que ha dedicado 46 años de su vida.

Respeto, por favor, a las personas por mucho que sus ideas disten de las nuestras; sus comportamientos no coincidan con los nuestros; sus opciones vitales no sean las nuestras; y sus opiniones diverjan de lo que pensamos, porque solo desde la tolerancia alcanzaremos la paz social que deseamos.

Discrepemos dialécticamente de las ideas no coincidentes con las nuestras y defendamos tenazmente el pensamiento propio, pero respetemos a las personas y evitemos los insultos personales y las descalificaciones ad hominem, recordando lo que Sandro Pertini le gritó a un diputado en el Congreso italiano: “Combato sus ideas porque son diferentes a las mías, pero estoy dispuesto a dar mi vida para que usted pueda expresar libremente sus ideas”.

BAJO EL DISFRAZ

BAJO EL DISFRAZ

Uniforme

El disfraz es un artificio que se usa para desfigurar algún objeto con el fin de que no sea reconocido, pero también son utilizados los disfraces en fiestas, saraos y carnavales para ocultar la identidad de las personas, facilitando el divertimento público, compartiendo la broma, confundiendo el sexo o desfigurando el rostro con monstruosas caretas.

A estas dos acepciones, añadimos una tercera que utiliza la Academia para definir el disfraz como simulación para dar a entender algo distinto de lo que se siente, con intención de advertir sobre las personas que se ocultan tras disfraces profesionales, obligadas a aparentar sentimientos diferentes a los que sienten cuando cuelgan el disfraz en el perchero.

Tal es el caso de quienes adornan el uniforme con puñetas judiciales, lucen en las mangas entorchados militares, exhiben mitras episcopales o cubren la cabeza con gorras policiales, todos ellos forzados protocolariamente a vestirse con ropa que les obliga a ser lo que pueden no ser realmente en zapatillas, bajo el disfraz.

Debajo del ropaje que impone disciplina al soldado, severidad al juez, santificación al prelado y obediencia al gendarme, se ocultan personas que sufren, sienten, ríen y lloran, como el resto de los mortales, cuando se bajan del escenario social tras cumplir sus funciones por razón de ley, orden o mandato, no siempre acorde con su conciencia.

Así, ocurre que muchos jueces firman con dolorosa resignación ciertas sentencias contrarias a su sentimiento personal cuando se despojan de la toga. Sufren los militares desuniformados por las muertes provocadas al apretar el botón exterminador con el uniforme puesto. Se avergüenzan los gendarmes ante el espejo doméstico por la represión ejercida contra los que piden trabajo, pan y justicia. Y lloran los prelados sus pecados tras las oraciones nocturnas arrodillados a los pies de la cama.

POR EL CAMBIO

POR EL CAMBIO

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Los profetas de la catástrofe de «huno» y «hotro» bando pretenden llevarnos a temerosos cuentos infantiles, cuando el “hombre del saco” amenazaba con llevarnos no se sabe donde, y el aviso “¡que viene el lobo!” nos prevenía contra la llegada del maligno dominador de la voluntad popular, cuando la democracia estaba ausente de la piel de toro.

Salen los brujos azules y rojos del escondite, anunciando males y desdichas si ganan otros, pretendiendo inocularnos temerosas supersticiones que existen solo en sus mentes, haciéndolo con exhibicionismo mediático, sobrada imprudencia, notoria altanería y escasa lucidez en sus augurios.

Estad tranquilos ante las predicciones catastrofistas de tales hechiceros, cuando vaticinan tragedias colectivas por cometer la irresponsable frivolidad de botar a los veteranos salvadores de la patria, votando a quienes nunca tuvieron oportunidad de guiarnos y redimirnos de la corrupción, sean estos hipotéticos salvadores del color político que sean.

No creáis que ese voto por el cambio nos pondrá al borde del precipicio a punto de caer despeñados, porque ya lo hicieron la mayoría de españoles en 1982 sin contaminarse con el gen del suicidio colectivo que les llevara a la locura de la autoinmolación y el exterminio, invocando a los cuatro jinetes de la Apocalipsis con sus votos.

Confiad en que la voluntad popular de poner el país en nuevas manos nos alejará del hundimiento tectónico y el fin del mundo predicho por los agoreros, porque los nuevos representantes – sean estos cuales fueren – no serán diabólicos ángeles exterminadores, precursores de la inmediata extinción de la vida humana, sino personas que merecen una oportunidad, porque no siempre lo malo conocido fue mejor que lo bueno por conocer.

GUERRA INTERMINABLE

GUERRA INTERMINABLE

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Nadie se creyó el final de la Primera Guerra Mundial con la firma de la paz en el Salón de los Espejos del Palacio de Versalles, que abrió años después las puertas a la mayor locura colectiva que persona alguna pudo imaginar, llevándose por delante a ¡cincuenta millones! de seres humanos, antes de concluir aparentemente con la redención alemana.

Esta guerra caliente se transformó más tarde en fría durante largos años, hasta llegar al momento actual en la que los promotores y perdedores de dos guerras mundiales, han guardado sus misiles bélicos en la memoria de Peenemünde, y apuntan con monedas de euro a la cabeza de quienes fueron indulgentes y generosos con ellos.

Urge finalizar con esta guerra mundial interminable dándola verdaderamente por terminada, sin arañazos abiertos ni heridas por cicatrizar, cauterizando la piel en carne viva y lavando los restos de sangre que puedan haber dejado en el rostro de los pueblos tales contiendas ya embalsamadas en la historia.

Es lamentable que en momentos de unificación europea, mestización y mundialización de la especie, se le esté negando una nueva oportunidad a la paz, por cuestión de mayor o menor liquidez bancaria de unos países sobre otros, cuando lo que está en juego es el futuro de la Humanidad, la dignidad de las personas y la supervivencia del género humano, imposible de sostenerse sin el esfuerzo de la mayoría, porque la minoría poderosa jamás podrá sobrevivir si aniquila a quienes los sustentan en el poder.

No podemos cruzar nuestros brazos en el pecho y mirar con indiferencia la tragedia de otro pueblo que puede ser nuestra, si un malhadado golpe de suerte nos lleva al matadero, como tantas veces la historia nos recuerda para que no olvidemos que ningún pueblo está exento de la tragedia, por lo que todos debemos unirnos hasta lograr una paz interminable.