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Mes: septiembre 2015

HECHICERÍA EN LA CUEVA

HECHICERÍA EN LA CUEVA

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Existe en Salamanca un espacio legendario, excomulgado y condenado en otro tiempo, donde la brujería y los sortilegios congregaban bajo la bóveda de la cueva en la iglesia de San Cebrián, a pitonisos, magos, adivinadores, profetas, embaucadores y charlatanes, condenados por la cruz y la espada al destierro y la mazmorra.

Los antiguos colaboradores y visitantes de la Cueva de Salamanca fueron castigados por las autoridades eclesiásticas de la ciudad, pretendiendo evitar que practicaran sus malas artes patrocinadas por el maligno sin conseguirlo, porque quienes acudían al maldito recinto tenían más afición a la nigromancia que temor a la sanción.

En la cueva se reunían estudiantes y ciudadanos con aviesas intenciones invocando al diablo y realizando toda suerte de hechicerías, pues Salamanca era la sede más importante donde se congregaban magos, brujos, hechiceros, astrólogos y nigromantes. A tal punto llegó entonces su expansión y mala influencia, que las autoridades civiles ordenaron cerrar aquel antro para evitar que los estudiantes pudieran seguir los cursos que allí se daban, y aprender pecaminosos saberes.

La Iglesia, por su parte, decretó pena de excomunión contra la hechicería, negando cristiana sepultura a los que promovieran, enseñaran o participaran en acciones demoníacas. Incluso la superstición estuvo considerada como grave pecado mortal.

Los confesores tenían la obligación de preguntar a los pecadores que se acercaban al sacramento penitencial, si habían hecho en algún momento conjuros para poseer mujeres, para evitar enfermedades o para alejar tempestades. También les preguntaban si creían en los encantamientos, sortilegios, agüeros y predicciones de los pretendidos adivinadores y si consultaban a estos o al demonio.

Pero la pena de excomunión no preocupaba a todos por igual ya que se abusó mucho de ella, provocando con tanto exceso que algunos fieles excomulgados no se inquietaran por la pena lo más mínimo, llevando su descrédito con descaro, pues había en la condena más espíritu jurídico que sentido evangélico.

Además, en algunos casos, era bastante fácil conseguir la absolución de la excomunión ya que bastaba para ello con soportar de rodillas una simbólica flagelación sobre el torso desnudo, rezar unos salmos o cumplir la penitencia que impusiera el canónigo de turno.

ME GUSTA ESTE JUEZ

ME GUSTA ESTE JUEZ

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Si para gustos se hicieron los colores y para disgustos los borrones, puedo confesar mi gusto sincero, afecto, simpatía y devoción por un personaje que aprecio y estimo tanto como la moneda cinco duros que a todos gusta, según dijo San Escribá en su “camino” por la vida cuando entre nosotros estuvo.

Pero “vallamos por partes” antes de saltar la valla no vaya a ser que vayamos de cabeza al hoyo, sabiendo que ya “esta” previsto que “una de ellos” o de “su miembros” responda por mí, aunque “sea hecho” con “mas” acierto que se ha hecho el repaso a su escrito como si “de mi hubiera dependido”.

Confieso que me gusta este juez de apellido bis, por su flequillo a lo garçon, su elegancia desenfadada, la dureza de su cara, el porte caballoresco, la sonrisa convicta, el aristocrático desparpajo ante las injustas críticas que recibe y la belleza madura que luce a lo George Clooney.

Me gusta don Rienque por su valentía, desprecio a la vida propia y ajena, tímida arrogancia, ausencia de descaro, falta de turbación anímica y ausencia de enrojecimiento en el rostro cuando es pillado circulando en moto de madrugada, ebrio y sin casco por la las calles de Madrid.

Me gusta este magistrado por su rebeldía a las normas ortográficas, tanto como me satisfacían los alumnos que presentaban trabajos de dos páginas con 50 faltas de ortografía, las mismas que él ha dejado en su escrito de renuncia a dejar el tribunal que juzgará a los gürtelos.

Me gusta este cacabelense juez por su independencia de criterio, autonomía moral, honradez profesional, indiscutible imparcialidad y absoluta desvinculación de los moradores en Génova, lo cual le capacita para juzgar correa en mano el correoso caso de los correazos, mucho más que a cualquiera de los otros 5.000 jueces que hay en España.

Me gusta el ex miembro del Tribunal Constitucional por su parecido a la mujer del César, ya que además de su acreditada imparcialidad a la hora de firmar sentencias, certifica con sus comportamientos y palabras la independencia garantizadora de honestidad, limpieza y ceguera de la justicia que imparte.

Finalmente, me gusta el actual magistrado de la Penosa sala del Auditorio Nacional por sus sensatas y fundamentadas opiniones sobre el matrimonio homosexual, su defensa de la cadena perpetua y sus críticas a la Ley Integral de Violencia de Género, demostrando con todo ello ser un juez honrado en el terreno personal, capacitado como pocos de sus compañeros en el campo profesional y un magistrado a la altura de los tiempos actuales como no lo está ninguno de sus colegas.

DIGODIEGOS DOGMÁTICOS

DIGODIEGOS DOGMÁTICOS

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La Iglesia parmenidea, estática, conservadora e inmóvil, ha dado un viraje hacia el cambio heraclitiano para demostrar al mundo que todo fluye y nada permanece, lo que traducido en términos dogmáticos y doctrinales significa que importantes “digos” doctrinales están pasando a ser “diegos”, para sorpresa de clérigos y seglares.

No lo digo yo, sino mi respetado y querido papa Francisco, hablando de un catolicismo como religión moderna, humana y razonable, que ha sufrido lentos y tardíos cambios evolutivos a lo largo de su historia, nunca tan contundentes como los actuales, por mucho que se reconozcan los tímidos virajes habidos sobre las hipotéticas verdades religiosas.

Pasar del “solo el ser es” al “nada es, todo cambia” comenzó con la desaparición del limbo, – “hipótesis teológica” a olvidar, según Benedicto XVI – ese extraño lugar donde iban a parar las almas de los infantes que morían sin ser bautizados, porque estaba mal visto que los impúberes sufrieran las consecuencias de algo tan cruel, sin ser responsables de nada.

Luego vino la reforma del purgatorio con indulgencias plenarias y no plenarias incluidas, porque a las púrpuras de la curia, las mitras de los palacios episcopales y bonetes parroquiales no les parecía justo que purgaran penas transitorias quienes no podían meter dinero en el “cepillo” para evitar el castigo, concediéndoseles el indulto.

Pero el otro día hemos sabido por boca del bendito papa Francisco, que el infierno es un recurso literario, metáfora del alma aislada, fruto de la calenturienta imaginación de los profetas. ¡Dios mío, menos mal!, aunque podrían haberse inventado un castigo más liviano que condenar a los feligreses eternamente al fuego en las calderas del cornúpeta y malvado Pedro Botero.

No contentos con eliminar de un plumazo limbo, purgatorio e infierno, también resulta que la historia de Adán y Eva es un cuento. ¡Joer!, según viene la cosa cabe esperar que conviertan en fabulación todo el Antiguo Testamento, porque esa fabulación del barro, la costilla, el paraíso y la manzana, no se diferencia de las protagonizadas por Jacob, José, Abraham, Goliat, Isaac, Sen, Abel, Cam, Jafet, Esaú, Caín, Malaquías, Ezequiel, David, Josué, Moisés, Aarón, Tobías,  ….

DESPRECIABLES CAPRICHOS

DESPRECIABLES CAPRICHOS

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No es posible callar y no es bueno que callemos, cuando desde la ventana que da al patio exterior vemos la pobreza, oímos quejidos y sentimos escalofríos en la piel imaginando que podríamos ser nosotros quienes sufrimos la agonía del hambre en nuestros hijos, como lacerante espada que nos parte en dos por vesánicos caprichos de los depredadores que conducen a la hambruna.

Son tales caprichos, determinaciones arbitrarias no justificadas cuando se toman por antojo, que causan daño a las personas, librándose lo caprichosos de los daños ocasionados por los abominables caprichos que se toman, con la misma frialdad que un matarife sacrifica corderos en el matadero.

Porque macabro capricho es rearmarnos hasta los dientes con refinamiento de muerte y aniquilación, cuando bastaría con eliminar el gasto armamentístico para erradicar el hambre en el mundo.

Desigual capricho es poner quirófanos con flujo laminar a disposición de selectos enfermos, mientras otros se desploman a las tumbas desde las lista de espera en los hospitales, como insectos rodando por el suelo después de la fumigación.

Detestable capricho es obligar a las personas dependientes a ser independientes hasta que desaparecen, mientras los dependientes del trabajo ajeno siguen abusando de plusvalías y quienes dependen de la hucha ciudadana continúan ordeñando la vaca.

Execrable capricho es que algunos desahucios acaben en suicidios, cuando se trata de un simulacro de homicidio provocado por quienes lucen en sus carteras tarjetas con etiqueta negra, explotación roja, desvergüenza amarilla y militancia multicolor.

Reprobable capricho es eliminar folios y lapiceros de los juzgados; suprimir combustible y pan en los colegios; y cerrar plantas en hospitales, al tiempo que se mantienen sueldos, indemnizaciones y privilegios a los “cajeros” responsables de la tragedia.

Injusto capricho es la distribución de riqueza colectiva que permite medir esloras de barcos de recreo en kilómetros, cuando bastaría un metro para alimentar a los que mueren por no tener un mendrugo de pan que llevarse a la boca.

Cincelemos, pues, sobre todas las lápidas que esperan inquietas los cuerpos de los depredadores, estas palabras como epitafio: “Aquí yace quien provocó lágrimas negras en ojos blancos enrojecidos por la sangre”.

CUENTAS SOBERANISTAS

CUENTAS SOBERANISTAS

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Oyendo ayer a un destacado independentista catalán echar las cuentas sobre el hipotético resultado que se produciría si hubiera una consulta soberanista en Cataluña, profetizando un éxito indiscutible del independentismo, me considero con derecho a dejar en esta bitácora mis propias cuentas, considerando el hipotético voto de la gran mayoría silenciosa del pueblo catalán que se ha mantenido tradicionalmente callada tras los visillos de sus casas.

Baste recordar que el actual Estatuto de Cataluña de 2006 fue votado por el 48,85 % de la población catalana, es decir, que la ¡mayoría absoluta! de ciudadanos, representantes del 51,15 %, guardó silencio, dando la oportunidad a los segregacionistas de gritar que el Estatuto fue aprobado por el 73,24 % de los votos, olvidando que ese porcentaje representaba una minoría absoluta de la ciudadanía total.

Por otro lado, en las dos cadenas humanas independentistas han participado según los datos más favorable para los segregacionistas, 1,6 y 1,8 millones de personas, que la Delegación del Gobierno rebajó a 0,5 millones – como es habitual – en una autonomía donde viven 7,5 millones de personas.

Tengo el convencimiento personal de que fueron pocos los independentistas que se quedaron en casa reposando, y muchos los que se abstuvieron de unirse a la cadena por desacuerdo con la petición de los “encadenados”, aventurándome a decir que la mayoría de ciudadanos catalanes no están a favor de la independencia.

Todo ello sin tener en cuenta a los catalanes que trabajan fuera de Cataluña, a quienes debía concedérsele el derecho a opinar, ya que se verán muy afectados por el resultado de la votación al retornar a su tierra natal, y no procede negarles la oportunidad de expresar su parecer en cuestión tan importante para sus vidas.

Dicho esto, expreso mi desacuerdo con las optimistas cuentas del independentista que ayer hablaba, declarando al mismo tiempo mi ignorancia sobre las razones que tiene el señor Rajoy para impedir la consulta soberanista en Cataluña, y desconociendo los argumentos de Mas para exigir una consulta que, en mi opinión, arrojaría un resultado muy negativo a sus pretensiones si todos los ciudadanos catalanes acuden a las urnas.

AL ENCUENTRO DEL AMOR

AL ENCUENTRO DEL AMOR

ENCUENTRO CON EL AMOR

Cuando bromeaba con mis alumnos y alumnas preguntándoles si estaban enamorados, me miraban con ojos sonrientes y picardía juvenil, antes de responderme lo que correspondiera, pero siempre refiriéndose al amor en las dos primeras acepciones que el académico diccionario propone, obligándome a seguir la broma advirtiéndole que me refería a si estaban enamorados de la vida, más allá de su sentimiento hacia otra persona.

No es preciso tener frente a nosotros una pupila para sentir profundo amor por el objeto amado que nos convulsiona el ánima invirtiendo el rumbo de la sangre, pues el amor es grande e inabarcable dándonos oportunidad de quedar irremediablemente prendados de un gesto, una virtud, una cualidad o un objeto, incluso de la propia vida, a la que amamos desde que tomamos conciencia de la muerte, quedando a la espera de su visita para llevarnos hacia el viaje definitivo.

Amores desengañados o fieles y perdurables, que desbordan el intercambio de sentimientos entre seres de nuestra especie, demostrando la experiencia que el amor a otra persona es el más inestable de todos los posibles en muchas ocasiones, el menos duradero, el más decepcionante, el que menos garantiza la felicidad y el que más hace sufrir, cuando la convivencia se torna escurridiza, la rutina toma cuerpo, aumentan los bostezos y se apaga la chispa del encuentro con la novedad diaria.

Es entonces cuando toman fuerza otros enamoramientos, como el amor a la belleza y a la generosidad, a la obra bien hecha, a la paz, a la vida, a un paisaje, al crepúsculo encendido, a la esperanza incluso desesperanzada, a la justicia, a la amistad y al amor propio como garante de amor eterno y perduración amorosa.

LUTO ZAINO POR ROMPESUELAS

LUTO ZAINO POR ROMPESUELAS

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Se llama “Rompesuelas”, no por las suelas que ha roto, pues los toros no tienen suelas. Nació hace seis años en la tierra pacense de los herederos del Conde de la Corte. Pesa 640 kilogramos. Se han pagado por él 6.000 euros. Tiene marcado a fuego el número 114 sobre su pelaje negro bragado meano. Y a esta hora de la madrugada descansa en un corral sin saber que a las 11 de la mañana será martirizado, lanceado y ajusticiado.

“Rompesuelas” es un animal inocente de toda culpa cuyo único delito es haber nacido, que hoy será condenado a tortura sangrienta, lenta agonía y cruenta muerte, para regocijo, disfrute y festejo de otros animales catalogados como superiores por su capacidad para razonar, pensar y sentir, aunque no todos acrediten poseer tales valores.

Mientras escribo estas líneas con tanta impotencia como indignación a las cuatro y media de la mañana, el toro descansa en el corredor de la muerte, los picadores de a pie ajustan coraza, fajas, cinturones y polainas para el desigual torneo, y los lanceros a caballo preparan sus monturas y acarician con afecto a los corceles que montarán, como si estos tuvieran atributos merecedores del indulto que niegan al morlaco.

Unos y otros limpian sus armas blancas para hacer más visible la sangre del animal que será lanceado esta mañana en el Campo del Honor de la vega tordesillana del río Duero, a su paso por la muy ilustre, antigua, coronada, leal y nobilísima villa de Tordesillas, donde murió Juana la Loca, sin que existan pruebas de que transmitiera su locura a los matarifes y a la parte de población que los vitorea.

No comparto el debate abierto sobre si el Toro de la Vega es tradición a conservar o maltrato a eliminar, porque los dos términos de semejante disyuntiva se armonizan y hermanan en la misma irracionalidad por tratarse de una tradición maltratadora o de un maltrato tradicional, sin redención posible, mantenida desde la Edad Media cuando a los árabes invasores se les ocurrió la inhumana idea.