EL VERDADERO DÉFICIT
Cuando los mandamases políticos y financieros hablan de déficit, se refieren al descubierto contable que resulta de comparar el debe y el haber, lo que en Administración Pública representa una falta de liquidez económica en las cuentas del Estado, porque los administradores del dinero común se gastan más euros de los que les damos, con su mala gestión, despilfarro, ignorancia y corrupción.
Pero hay otros déficits más importantes que el económico, ignorados en una sociedad insolidaridad, cínica y consumista, dominada por la doctrina del “¡Sálvese quien pueda!”, donde los remeros quedan al pairo tras el naufragio con las velas de la esperanza tendidas y largas las escotas de la resignación, mientras los capitanes y contramaestres ocupan todos los botes salvavidas.
La verdadera crisis por la que estamos pasando no es económica, como pretenden hacernos creer, sino de valores humanos, provocada por el abandono de comportamientos éticos, que han llevado a indeseables corruptelas administrativas, abusivas especulaciones financieras, excesivas mentiras y duras represiones justificadas con una legalidad injusta, hecha a gusto de los represores.
Hoy día existe un gran déficit de solidaridad que muerde las entrañas, porque la generosidad no cotiza en bolsa, domina el miedo, la honestidad brilla por su ausencia, el sacrificio está mal repartido, los esfuerzos son desequilibrados, la justicia social está en almoneda, el cinismo institucional domina las tribunas y la empatía se ha borrado del diccionario social.