¿NUEVO DOCTORADO PARA GABO?
Mi colombiano amigo Fernando Jaramillo, editor y devoto de García Márquez, que colecciona artículos de Gabo desde la adolescencia y tiene más de cuatro mil páginas periodísticas sobre el escritor, me envía un correo anunciándome la primicia de un nuevo doctorado para el padre literario de los Buendía, la saga que sobrevivió entre casas de barro y cañabrava, a la orilla del diáfano río que bañaba la aldea de Macondo.
Efectivamente, el doctor Jaime Horta Díaz ha propuesto que se le otorgue el doctorado honoris causa a Gabriel García Márquez, según anuncia la emisora radio Caracol, en apoyo a la iniciativa tomada por Moisés Wasserman, rector de la Universidad Nacional de Colombia, donde el nobel cursó algunos estudios durante los años 1947 y 1948.
Ahora falta que Gabo acepte el galardón, porque se ha negado siempre a distinciones de cualquier tipo, aunque algunas veces tuvo que renunciar a este deseo y aceptar en 1971 el honorífico doctorado por la neoyorquina Universidad de Columbia, el de Cádiz en 1994 y el otorgado por la Universidad de Magdalena en Santa Marta, recogido en su nombre por la hermana Carmen Rosa, en 2012.
Fama, honor, prestigio, respeto, admiración y gloria, como agradecimiento a quien nos ha permitido disfrutar felices momentos de lectura, recreándonos el espíritu con sus mágicos relatos, imposibles de llevar a la pantalla porque el deleite narrativo que proporciona su dominio del lenguaje y arte literario que destilan sus páginas no es posible llevarlo al celuloide.
Gabo es un maestro herido, enamorado del amor y soñador despierto, que camina oyendo voces, degustando helados de chocolate, tomando los pinceles de Van Gogh, leyendo poemas de Benedetti y cantando a la luna con Serrat, mientras riega las rosas con sus lágrimas para sentir el dolor de las espinas y el encarnado beso de sus pétalos, gritando a la gente su amor, como dejó escrito en su carta de despedida
