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Mes: diciembre 2012

GRACIAS, HAMILTON NAKI

GRACIAS, HAMILTON NAKI

Hace hoy 45 años que el corazón de Denise Darvall comenzó a latir en el pecho de Louis Wahskanski, insertado allí por las manos artríticas del joven cirujano Christian Barnard en el hospital Groote Schuur de Ciudad del Cabo, donde estuvo latiendo dieciocho días hasta que una despreciable neumonía paralizó sus movimientos, inducida por el tratamiento inmunosupresor a que fue sometido Louis.

Todos los honores del primer trasplante de corazón fueron para Christian Barnard, pero quien hizo posible el sueño de la vida aquel 3 de diciembre de 1967 en Sudáfrica fue un hombre negro, apartado por el apartheid, protagonista de la más vergonzosa historia de la medicina moderna, al que no permitieron salir en las fotografías.

Jardinero, limpiador de jaulas, anestesista de animales y “cirujano clandestino”, Hamilton Naki permaneció durante décadas en el más absoluto anonimato, sin recibir el reconocimiento que merecía por hacer posible en el quirófano, los aplausos y honores que su patrón se llevó a manos llenas.

Sin el ayudante Hamilton Naki no hubiera sido posible el trasplante que conmocionó al mundo, retrasando durante años la muerte de muchas personas. Pero cuando un descuido periodístico lo hizo aparecer en la foto del equipo quirúrgico, la dirección del hospital se apresuró a decir que era un empleado del servicio de limpieza.

Honor, gloria y gratitud al humilde Hamilton Naki, que sin estudios reconocidos, se convirtió en excepcional cirujano cardiaco con mérito para recibir en 2003, con 78 años, el título de médico honoris causa, poco antes de que su corazón dejara de latir el 29 de mayo de 2005, mientras disfrutaba de la vida con la humilde pensión de un jardinero.

NO TENGO SALVACIÓN

NO TENGO SALVACIÓN

Estamos en adviento, tiempo de reflexión y perdón, incluso para quienes no tenemos redención, por mucho que encendamos estos días una vela como símbolo de amor, paz, tolerancia y fe, como yo hago cada adviento desde que en Zurich me enseñaron a hacerlo, sin aspirar al perdón que no merezco por mis pecados.

Si el catecismo no miente, la Iglesia es infalible, el Papa está libre de error y la Ley de Dios es código de obligado cumplimiento, sé que mi destino es el infierno, por la eternidad de eternidades, amén Jesús.

Digo esto porque yo amo a mi familia y amigos más que a Dios. Prefiero escribir, pintar, pelotear al golf y jugar al mus, antes que amar a Dios sobre estas cosas.

No he tomado el nombre de Dios en vano, ni con razón alguna, ni sin ella, ni a capricho, porque nunca lo he puesto como testigo.

No guardo para Dios las fiestas de guardar, ni voy a misa, ni practico deberes religiosos, ni veo procesiones, ni adoro imágenes, ni acudo a templos.

Tampoco he honrado a mis padres como manda Dios en sus mandamientos, – ni los he deshonrado, claro -, porque ni siquiera llegué a conocerlos.

Matar, lo que se dice matar, no he matado a nadie. Pero he faltado a tal mandamiento con el deseo, porque hubiera fumigado a matarifes, inquisidores, cínicos y corruptos.

En mi época de estudiante, cuando con mi trabajo acabé la Universidad, robé libros de bibliotecas y librerías para subsistir intelectualmente y me fui sin pagar una pensión.

En cuanto al fornicio, ha sido mi mayor pecado, del que no estoy arrepentido, aunque ahora pase lo que pasa en cuanto se pasa la raya vital que no se desea pasar.

He mentido, claro, como todos, pero bastante menos que los evangelistas, los santos, los ángeles, los cardenales, los obispos, los párrocos, los coadjutores y los seminaristas.

Confieso haber deseado muchas mujeres de mis prójimos, cuando su talento, simpatía y belleza, han merecido mi aprecio.

Pero nunca he codiciado bienes ajenos porque la envidia no forma parte de mis múltiples defectos.

PREMIO AL CABALLERO BONALD

PREMIO AL CABALLERO BONALD

Hubiera dado igual que el premio hubiera sido para Juan Goytisolo, Riquer o Bonald, pero ha sido este último poeta, que añade al Reina Sofía de poesía, al Nacional de Literatura y a doce premios más, el nobel de las letras hispanas, sin dejar de mirar a los espectadores tras la rendija de su ojo izquierdo, mientras reconoce sin reservas que ya le tocaba a él.

Este premio reconoce el talento, la creatividad y la resistencia de José Manuel, pues como decía su amigo Cela: en España gana el que resiste. Es decir, el que más aguanta los envites de la vida, el que sobrevive a quienes pudieran hacerle sombra, el que más perdura en el tiempo, el que resiste de pie.

El mismo caballero se extraña de recibir el premio más deseado por los escritores hispanos, de manos de un gobierno de derecha, como reconocimiento a la Generación del 50, sin que su amante Rosario Conde pueda alegrarse de ello, ni don Camilo mirarle de costado mientras recompone de espaldas a ellos, su “Rol de cornudos”.

Brindemos, pues, por este jerezano hijo predilecto de Andalucía, que espera sufrir el tercer naufragio para hacerse inmortal, sin percibir que el Premio Cervantes ya le ha concedido ese privilegio, permitiéndole habitar en La Argónida de sus poéticos sueños.

Si “vivir es ir dejando atrás la vida” mientras se reciben las visitas incesantes de preguntas que hacen cola a la puerta del misterio, revivir es perdurar en los versos, sabiendo que “la única estrategia que puede más que el tiempo es conseguir perderlo impunemente”.

Transgresor, inconformista y contestatario, este rebelde social expresó su solidaridad con los indignados del 15-M, diciendo que si la edad se lo hubiera permitido habría acampado bajo los toldos que levantaron los jóvenes en la Puerta del Sol.