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Día: 20 de octubre de 2012

LA FUERZA DEL MIEDO

LA FUERZA DEL MIEDO

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El miedo no es más que una perturbación angustiosa del estado de ánimo de cada cual, a la que se llega cuando nos acecha un riesgo o un daño que puede ser real o imaginario. Sentimos miedo por el recelo o aprensión que tenemos a que nos suceda lo contrario que deseamos.

De esta forma, el miedo mutila la esperanza, oscurece la voluntad, anula la razón, nubla el pensamiento, incapacita para la acción, genera resignación y anula la rebeldía. Esto lo saben bien quienes explotan el miedo colectivo en su propio beneficio, haciendo de la injusticia nuestra condenación.

El miedo es el gran nubarrón que oscurece las iniciativas. El responsable de que hagamos lo contrario a lo que nos dicta la conciencia.  La palabra que habla por nosotros obligándonos a decir lo contrario de lo que pensamos. El miedo es, en definitiva, quien nos lleva a los dioses, somete nuestros deseos a la voluntad ajena y justifica la obediencia debida.

Es fácil concluir, pues, que el miedo al castigo nos condena al silencio. El miedo a la muerte nos amarga la vida. El miedo a movernos nos lleva a la parálisis. El miedo a protestar nos reduce a la impotencia. El miedo a recordar la historia nos produce amnesia. El miedo a caminar en las manifestaciones nos produce cojera. El miedo a coger las riendas nos deja mancos. El miedo a pedir justicia nos hace mudos. El miedo a escuchar la voz de los sin voz nos vuelve sordos. El miedo a ver la realidad nos deja ciegos.

Y así, cojos, mancos, mudos, ciegos y sordos, vamos con nuestro miedo a cuestas por la vida mientras los beneficiarios del temor colectivo se hacen dueños de nuestras vidas, manteniéndonos escondidos tras los visillos de las ventanas domésticas, sin atrevernos a salir a la calle, esperando con resignación de corderos la llegada del ángel exterminador que nos lleve al matadero.