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Mes: octubre 2011

MOHANDAS KARAMCHAND GANDHI

MOHANDAS KARAMCHAND GANDHI

Mi amigo Ángel Urruchi me envía desde Aubergenville unas hermosas y comprometidas reflexiones  que deseo compartir con los seguidores de este blog, como señal de afecto a todos los confidentes de mis cotidianos latidos volanderos y devaneos mentales.

Al parecer, un día que Mahatma Gandhi paseaba por las calles de Nueva Delhi con un grupo de amigos, uno de ellos le preguntó cuáles eran, a su juicio, los factores que destruían al ser humano y le apartaban de la felicidad, a lo que el maestro de la paz le respondió sin vacilar:

La política sin principios

El placer sin compromiso

La riqueza sin trabajo

La sabiduría sin carácter

Los negocios sin moral

La ciencia sin humanidad

La oración sin caridad.

Además, Gandhi aseguraba al amigo que la gente era amable con él, porque él lo había sido antes con la gente; que las personas estaban tristes, cuando él estaba triste; que todos le querían, cuando él amaba a los demás; que las personas eran malas, cuando él las odiaba; que sonreían, si él reía; que el mundo era feliz cuando él se sentía feliz; que la gente se enojaba, si él estaba enojado; que las personas eran agradecidas, si él mostraba agradecimiento.

En resumen, amigos, que la vida es un gran espejo, y la actitud que tomemos ante ella será la misma que tomará la vida con nosotros.

Para comprobarlo basta con empatizar un poco con el vecino incómodo, saludar al que pretende amargarnos la vida, ser generosos con quien nos envidia y hacernos solidarios con los desfavorecidos. ¡Ah!, y como decía Gandhi, «el que quiera ser amado, que ame».

GRANUJAS Y CORRUPCIÓN

GRANUJAS Y CORRUPCIÓN

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No sé el tiempo que va a durar la desconfianza ciudadana en los dirigentes políticos, sociales y económicos, pero desde que uso la razón percibo que vamos como la ratita del cuento, de sobresalto en sobresalto y de susto en susto, por culpa de los granujas que han metido descaradamente la mano en la hucha común, en los fondos bancarios y en los planes urbanísticos para recalificar sus propias cuentas corrientes.

Estos haraganes se han dado a la briba en horario continuo y sin desmayo, exhibiendo en la plaza pública su pícara holgazanería. Personajes ruines, carentes de honra y vergüenza; avarientos, falsos, con viciosas costumbres y amañadas mañas. Rateros insolidarios, astutos, taimados y mezquinos, dignos merecedores de llevar al cuello un sambenito con la más satírica letrilla quevediana.

Es larga la miserable historia de tales depredadores, consumada con prevaricaciones, cohechos, malversaciones, apropiaciones indebidas, falsedades documentales, tráficos de influencias, blanqueos de capitales y delitos fiscales, desde los antiguos tiempos de Matesa, pasando por Fidecaya, Rumasa, KIO, fondos reservados, Ibercorp, Afinsa, Fórum Filatélico, Gescartera, Naseiro, Filesa,…

Pero en los últimos años se han mejorado a sí mismos con actuaciones perversas que emulan los argumentos más negros de la más negra novela de todas las novelas negras. Presuntos pelotazos en la Rioja; dinero turbio en Oropesa; EREs falsos en Andalucía; supuesta prevaricación en Cieza; concejala detenida en Canarias; problemas de gestión urbanística y de limpieza, en Orihuela; pelotazo urbanístico marbellí; Palma Arena en Baleares; Palau de la Música en Cataluña; y por último, la traca final del caso Gürtel, que amenaza con quedarse en la nada.

Así están las cosas y no creo que mejoren mucho porque quienes podrían enderezarlas son los más interesados en mantenerlas torcidas, para seguir trapicheando con su dignidad a cambio de un abultado puñado de euros. Para acabar con el fraude y la corrupción hay que  querer terminar con ella, así de simple. Pero hay pocas ganas de hacerlo, por aquello de la pescadilla que se muerde la cola.

Para este gremio de cuatreros sin escrúpulos la ética tiene el mismo valor que una señal de tráfico en el desierto. Pertenece a tan despreciable club una fauna carroñera de distinto pelaje ideológico, profesional y político, donde conviven católicos de pantomima, con agnósticos de pasarela; financieros ocasionales, con taberneros oportunistas; golfos disfrazados de ediles, con gañanes venidos a constructores; y funcionarios disfuncionales, con testaferros expatriados de la nada metafísica. El uniforme exigido para ser aceptado en esta secta de granujas es muy simple porque se reduce a unos guantes blancos y cuello tan duro como su cara, para esconderla cuando alguien les señale con el dedo.

Pero no es extraño que haya tanto mangoneo, mangancia y mangantes sueltos bien amarrados a los sillones de la democracia porque en España sale muy barato multimillonizarse ilegalmente. Ahí tienes los casos de Condenesto, ya de paseo por la Salceda luciendo la misma sonrisa burlesca que exhibió ante nuestros representantes en la comisión parlamentaria; o el intelectual Mortaroldán que se quedó calvo de frotarse billetes en la cabeza ante jueces y fiscales, hoy liberado y con el dinero en el fardel; o el Kiorrosa que puso un pie en cada torre haciendo un arco del triunfo por donde ha pasado la justicia entre una lluvia de confetis hechos con documentos falsos, mientras él disfruta sonriente los beneficios de su apropiación indebida.

EMOCIONADA GRATITUD

EMOCIONADA GRATITUD

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La experiencia de una vida entera dedicada en cuerpo y alma a la enseñanza, me capacita para decir públicamente que los alumnos no son pródigos en agradecimientos al profesor, por mucho esfuerzo que éste haga y se entregue a ellos generosamente.

Raras veces se dan casualidades que favorezcan reencuentros en los cuales el azar facilite la convergencia de profesor y discípulo en un futuro inesperado, alejado de coincidencias vitales en un país extraño, ajeno a la tierra que vio nacer a ambos.

Pero, a veces, se producen íntimos encuentros duraderos entre dos almas gemelas, por muy distantes que sean las edades de las personas que se hermanan, apartados estén los intereses de ambas y grande sea el espacio físico que las separa.

Estas excepciones tienen la virtud de hacer realidad el milagro de unos ojos emocionados de gratitud, aunque el cruce de caminos sea fruto de la casualidad y ya nada pueda ofrecerse en el retiro social, salvo un abrazo de amistad sincera y la incondicional disponibilidad de dos voluntades a nuevos encuentros, más allá del espacio y del tiempo.

Un antiguo alumno me ha buscado durante años hasta encontrarme, con la única intención de agradecerme cuanto hice por él, de la mejor forma que pude hacerlo: poniendo mi tiempo a su disposición, dándole consejos que le ayudaran a superar la borrascosa adolescencia y poniendo mi mano en la suya para enseñarle a caminar por la profesión que tanto he amado.

Pasados los años, cuando algunos recuerdos habían pasado a la zona del olvido, él me ha invitado a acompañarle frente al tribunal que ha juzgado por unanimidad con “sobresaliente”, la defensa que ha hecho en inglés de su tesis doctoral en la Complutense universidad madrileña.

Hasta allí he ido para recibir emocionado el testimonio público de su gratitud, con palabras que no puedo reproducir porque debo guardadas en lo más profundo de mi celosa intimidad. Todo ello por «el mal sabor de boca que me dejó Ortega al escribir algo así como que el maestro nunca llega a conocer el impacto de su valor».

Gesto de respeto, amor y reconocimiento desinteresado, a un profesor jubilado que ya tiene poco que ofrecer. Testimonio público de afecto, en vísperas de partir con el doctorado bajo el brazo hacia el parisino Institut Pasteur, que humedeció mis ojos, porque cuando la ofrenda es grande las palabras enmudecen ahogadas por las lágrimas.

Gracias, José Antonio, por tu hombría de bien, por tu grandeza de alma y por tu generosidad con este antiguo profesor, consciente que el ejemplo de vida que has dado no es moneda de curso legal, ni tu sincero recuerdo, costumbre en mi oficio. Y gracias por ver que en mí cumplida la máxima de que enseñar es tocar vidas, y hacerme feliz sabiendo que he tocado la tuya.

¡Ah!, y Maestro ya tú, no yo.

» LOS DEL 11M «

» LOS DEL 11M «

He oído muchas veces quejarse a doña Espe de quienes proclaman que todos los políticos son corruptos, holgazanes e ignorantes, y tiene razón, porque en esa generalización se incluyen algunos honrados representantes del pueblo que no merecen esos calificativos. Esa es la razón por la cual sorprende que está técnica en turismo, – con la autoridad que le da su nivel intelectual -, llame despectivamente “los del 11M”, al movimiento ciudadano surgido espontáneamente el 15 de mayo, con intención de promover una democracia más participativa, menor dominio de los bancos, nula impunidad para los corruptos y auténtica división de poderes.

Incurre esta buena jugadora de golf en una malintencionada contradicción, pues sabe bien que en ese movimiento hay muchos ciudadanos honrados que están sufriendo lo que a ella no le va a tocar nunca sufrir, cogiendo el rábano por la hojas al poner su atención en los pocos descerebrados que han pretendido reventar el movimiento, sin reparar en los millones de indignados que comparten el ideario de los “indignados”, aunque no vayan con una mochila a levantar la tienda de campaña en la plaza pública.

Si esta señora observara la luna en vez de mirar para el dedo que señala hacia ella, no les habría llamado camorristas, pendencieros y golpistas, como ha hecho en la presentación del libro de Pedro José, porque “los del 15M” no pertenecen a la mafia napolitana, ni agreden a nadie con sus pancartas, ni viven en cuarteles, donde siempre se han fraguado los golpes de Estado en España.

Pero si la presidenta y sus palmeros los consideran camorristas porque solicitan listas abiertas en los comicios, requieren vivienda digna para todos, piden sanidad pública gratuita y demandan enseñanza estatal de primera calidad, pues compartimos que los llame camorristas.

Si por solicitar un puesto de trabajo, pretender más justicia social, exigir que los ladrones devuelvan lo robado, reclamar responsabilidades a los responsables y requerir pan y agua para sus hijos, son pendencieros, pues que lo sigan siendo.

Sólo falta saber qué insulto les espera por pedir la eliminación de los sueldos vitalicios de los políticos, la supresión de sus privilegios, el castigo a los corruptos, la permanencia de un máximo de ocho años en el cargo público y la expulsión de los especuladores.

¿Son golpistas “los del 11M” por pretender eliminar la impunidad en las acciones políticas, el nepotismo en las instituciones públicas, la democracia virtual que se han fabricado y la partitocracia que sólo a ellos beneficia?

¿Son radicales “los del 11M” por reclamar una laicidad constitucional del Estado, la nacionalización de las entidades bancarias rescatadas con su dinero y el control riguroso del fraude fiscal?

¿Son ignorantes “los del 11M” por no dejarse engañar con valores democráticos que los políticos escamotean y utilizan en su propio beneficio como trampolines para el abuso, el engaño y la mordaza?

Que nos disculpe, doña Espe, pero los insultos que dedica a “los del 15 M”, sólo pueden obedecer a torpeza o a maldad. Si del movimiento 15M ella se queda con los “folloneros”, significa que no ha entendido nada y debe marcharse, porque la violencia que ella condena, también es detestada por los que comparten el ideario del movimiento. Pero si conociendo el proyecto que reivindican “los del 11M”, lo rechaza, entonces nos obliga a pensar que se encuentra afectada por alguna de las patologías políticas y sociales que el movimiento de indignados pretende erradicar.

LA NO IMPERIAL VIENA

LA NO IMPERIAL VIENA

Al pie de las primeras estribaciones de los Alpes y rodeada de bosques, descansa Viena dejándose acariciar por el Danubio, que disfraza sus marrones aguas con el azul de un vals, para que los enamorados sueñen con realidades distintas que sólo a ellos pertenecen.

Francisco José y María Teresa, perdón, María Teresa y Francisco José, que en este caso no monta tanto ni tanto monta uno como otro, porque los pantalones fueron llevados por esta mujer de 1,60 metros de altura y 120 kg de peso, que caminaba por los palacios  llevando 16 hijos en la mano izquierda y el cetro firme de gobierno en la derecha. Quien no crea esto, que observe en este cuadro dónde señala cada uno y hacia dónde lleva su mano la jefa de la familia.

Es Viena ciudad de piedra que deja ver algunas fachadas oscurecidas por la humedad que horada sus poros donde anida sucia sequedad, para decirnos que también la roca sufre enfermedades atmosféricas como si tuviera vida, obligando a los vieneses a rescatar el marfil, lanzando polvo de hierro contra la superficie.

Hasta la capital del antiguo imperio llevó Fernando, – el hijo criado en España por la Loca y el Hermoso -, los primeros caballos cartujanos, ascendientes de los que ahora trotan domesticados en el picadero vienés rodeados de museos por todas partes, donde se ilustran hasta los más lerdos cuadrúpedos humanos.

Y no lejos de los equinos, el recuerdo a la Santísima Trinidad hecho por Leopoldo, cobra forma de monumento para agradecer a los tres, es decir, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, que salvaran de la peste negra a los que se salvaron, pues los miles que murieron en el siglo XVII a causa de dicha pandemia no merecieron la atención de las tres Personas unidas en un solo Dios verdadero.

Pero guarda Viena en su Ayuntamiento dos símbolos que pasan desapercibidos para muchos  visitantes: el guerrero municipal y la sobredimensionada lámpara de la sala de plenos consistoriales y parlamentarios, gobernada por un socialista que ha repetido mandato por deseo del  ¡ 98 % !  de sus vecinos.

Lámpara de 3.500 kg de peso, iluminada por 130 bombillas que tuvo que ser elevada 1 metro por encima de su original posición, para evitar que el calor desprendido por las bombillas, recalentara más de lo debido las mentes de los políticos en los debates, cambiando al mismo tiempo las luminarias de incandescencia por otras de bajo consumo, sin conseguir con ello templar los ánimos consistoriales y parlamentarios.

No autorizó quien todo gobernaba entonces, que la torre del Ayuntamiento tuviera más altura de los 98 metros exhibidos por la iglesia Votiva, pero el arquitecto puso en la cima del vértice consistorial un guerrero de 5 m para llegar a los 103 m, queriendo dejar claro quién debía gobernar la ciudad. El empeño del arquitecto se vio estimulado por la pederastia eclesial, provocando que el porcentaje de católicos se haya reducido del 87 % en la década de los años sesenta, al 55 % que hoy tiene en sus filas la católica, apostólica y romana iglesia.

No es imperial la tierra vienesa, sino agrícola y ganadera, donde el cultivo de la colza, maíz y calabazas cubren sus campos, mientras que en la ciudad los ministros del gobierno viajan en tranvía, – como en España -, y en la iglesia agustina se guardan lenguas y corazones como reliquias de quienes pusieron el pie sobre los vecinos de la ciudad.

Pero Viena mantiene intacta la tradición tertuliana en torno a un humeante café, donde la prisa es despedida y el recreo en la conversación cobra un espacio desconocido en otras latitudes, ignorando los contertulios el tímido sonrojo de la azafata que muestra el Consistorio, cuando el visitante elogia su belleza juvenil y simpatía.

KARLOVY VARY

KARLOVY VARY

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Escondida entre los frondosos bosques de Bohemia, donde confluyen los ríos Eger y Teplá, descansa la ciudad balneario más lujosa que imaginarse pueda, fundada, sostenida y bautizada por el gran Carlos IV en 1370 con el nombre de Karlovi (Carlos), Vary (baños termales).

En el hotel Pupp de la villa tiene reservada habitación central, con balcones enrejados en el segundo piso, el presidente de la República checa, donde acude a recuperar fuerzas siempre que sus ocupaciones le permiten retirarse a este privilegiado rincón del país que gobierna.

En sábanas perfumadas con esencias aromáticas y lujosas estancias de residencias laterales, abandonan sus preocupaciones los multimillonarios rusos que van a “tomar las aguas termales”, servidas en caprichosas jarritas de caolín, sorbo a sorbo y sin desmayo. Eso sí, evitando que los 65º C con que los manantiales suministran el líquido milagroso, no les produzcan llagas en la boca.

Prohibido está durante el tratamiento que prescriben los “médicos de aguas”, el uso de teléfonos móviles, ordenadores y todo aquello que impida el alejamiento de los “pacientes” de sus “preocupaciones” diarias.

Bebieron con frecuencia de sus aguas personajes como Beethoven, Mozart, Bach, Dvorak, Marx y, sobre todos ellos, Goethe quien paseó muchas veces sus sesenta años por las calles de Karlovy al enamorarse de una chiquilla ante la oposición de los padres de la fémina, contentándose el poeta con sentarse en un banco frente al balcón de la joven amada para verla los escasos segundos que ella se asomaba furtivamente al balcón.

Allí alternan los visitantes el licor de hierba Becherovka con la popular agua mineral Karlovarská kyselka, que les ayudan a digerir sin náuseas el preciado elixir procedente de las entrañas de la tierra.

Estoy obligado a confesar que apenas mojé los labios con el agua termal de sus manantiales porque su temperatura y sabor no están hechos para un paladar tan delicado como el mío, dispuesto a protestar cuando las pupilas gustativas detectan sabores alejados de mis nutrientes habituales.

Pero sí, pude ver a los visitantes beber por la calle en jarras especiales el néctar que a mí paladar resultó detestable.

OTOÑO EN PRAGA

OTOÑO EN PRAGA

Es el sol que el verano ha negado a la ciudad, la luz del otoño renacido tras la incesante lluvia estival. Y la rebeldía de los verdores tardíos desplegados entre maizales, el reencuentro de los turistas del sur con las ennegrecidas fachadas, recuerdo de lejana sequía de libertades tras un largo telón metálico, pespunteado con hoces a martillazo limpio.

No hay en el otoño 2011 recuerdo alguno en los praguenses de aquella lejana primavera, hermana del mayo francés de 1968. Para los jóvenes, apenas quedan del abuso unos renglones en los libros de texto como fecha histórica aislada. Y para los adultos, que sintieron el pisotón en su libertad de los tanques rusos, el olvido de lo que fue y la condena unánime de lo que nunca debió suceder.

En este otoño les queda a los praguenses como penoso recuerdo las señales de altura que el desbordamiento del Moldava hizo sobre las paredes de las fachadas en agosto de 2002, cuando decidió sublevarse al cauce que cercenaba su libertad, encajonándolo entre muros y obligándole a pasar bajo los 16 arcos beatíficos del puente ordenado construir en 1357 por el venerado Carlos IV, hermoso donde los haya, si el exceso de turistas no rompiera su belleza, asombrando el gentío a las 30 estatuas que soportan con resignación el acoso permanente de las cámaras fotográficas.

Las cruces católicas en infinitas iglesias veneradas por el 20 % de sus habitantes, no inquietan al 60 % de ateos que pasan indiferentes por sus puertas, bordeando la judería donde reposan escalonados los restos de judíos que emigraron desde Moscovia expulsados por  los Vendos. Llegaron errantes a Bohemia  en el año 850 con la Tora en la mano y los enseres al hombro, a postrarse ante el duque Hostivít, que les permitió levantar sus cabañas en la margen izquierda del omnipresente río Moldava, permitiéndole a Borges escribir su maravilloso Golem.

La decoración y estilo de sus fachadas otorga a las calles una quebrada ondulación complaciente, sin premeditación alguna ni aviso previo, acompañando un movimiento arquitectónico que condena perpetuamente al éxtasis a quienes las contemplan los edificios desde el ojo digitalizado de la pantalla.

Condensa Praga en este otoño, el prematuro advenimiento de la nieve en tibios atardeceres y refrescantes mañanas, obligando a los madrugadores visitantes a rodear el fuego de leña que envuelve la plaza más buscada, donde los perniles de cerdo asados giran incesantes esperando la demanda  de los que aguardan la salida de los apóstoles por los ventanucos del reloj.

Sobre los adoquines de la plaza queda la inseguridad fomentada por los “catedráticos del hurto”, que nos decía Marcos; el recuerdo del último bombardeo de los aliados perfilando la fachada; Kafka concluyendo El Proceso en su escritorio; Einstein saludando a los curiosos; la antipatía de los camareros, la sopa, el gulash y las patatas hervidas.

Pero también queda la nostalgia de un retorno inevitable porque no será posible vivir otros veintiséis años más para volver a Praga, recordando la primavera de 1984 cuando tuve que pasar dos controles en la frontera y me cambiaron todos los francos suizos que llevaba por billetes falsos apartados del curso legal.