ARDE LA BULA
El último día de octubre de 1517 el fraile y teólogo alemán Martín Lutero, irritado por el abuso, especulación y mentiras que suponía el tráfico de indulgencias sin base teológica ni evangélica, tomó del convento un martillo, cuatro puntas y el pliego con sus 95 tesis, marchando con decisión a clavar el papel en la puerta de la iglesia del Palacio de Wittenberg, abriendo con ese gesto un debate que concluyó con la segregación Protestante, tras condenar la codicia y el paganismo de la iglesia Católica, perdiendo ésta millones de clientes en el envite.
Rubricó Lutero su firme oposición al celibato casándose con una monja y predicó la biblia en la lengua del pueblo porque el latín era desconocido por los creyentes, siendo declarado hereje y requerido por una bula papal para que se arrepintiera, quemando Lutero públicamente la bula un día de diciembre como hoy, del año 1520.
Algunas jornadas después, el 3 de enero de 1521, fue publicada la nueva prerrogativa papal Decet Romanum Pontificem rubricada por León X, excomulgando a Lutero, que se llevó a su redil millones de ovejas católicas descontentas con la iglesia vaticana y decepcionadas con sus pontífices, prelados, párrocos, abades y clérigos.
El despilfarro moral y material que campaba a sus anchas entre la curia y la jerarquía periférica, fue culpable de la quiebra, porque los honrados católicos rechazaban los negocios corruptos de los papas, los hijos de estos y sus amantes, el intercambio de novias, la compra de Estados, la venta de indulgencias y los asesinatos. Sí, también los asesinatos entre ellos.