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Etiqueta: virtudes

CORPORATIVISMO UNIVERSITARIO

CORPORATIVISMO UNIVERSITARIO

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La inmerecida valoración pública que está recibiendo la Universidad Rey Juan Carlos, con motivo del máster otorgado en tómbola in-docente por unos mercaderes de favores a la estudiante Cristina Cifuentes, nos obliga a rechazar las descalificaciones generalizadas que están recibiendo los profesores de dicha institución en diferentes medios y mentideros, sabiendo que son más las cátedras honradas asentadas en sus tribunas docentes, que los asientos de mimbre arrinconados en el desprecio colectivo.

Los detestables hechos llevados a cabo por estómagos agradecidos, intelectualoides de medio pelo y ciruelos sin pulpa mental, no pueden empañar el mérito docente, la talla intelectual, el docto sentir, la erudición y el compromiso formativo de los muchos que ocupan la tarima escolástica en dicha Universidad.

No han merecido sus profesores ser regidos por un mandatario degradado intelectualmente por haber plagiado un trabajo. Tampoco por quien fue destituido con moción de censura. Ni por el rector del “máster”, que intentó sobornar con dinero a su oponente electoral, antes de ser nombrado magistrado del más alto tribunal. Ni por el actual mandamás que dice, se desdice, vuelve a decir y desdecirse con solicitud de perdón, declarándose engañado por sus compañeros. Finalmente, tampoco merecen los profesores y alumnos la titularidad del nombre tallado en el frontispicio de la docta casa.

Somos mayoría los que confiamos en esa Universidad y en todas las demás como motores de regeneración social, estimuladores de creatividad, crisol de virtudes intelectuales y esperanza de futuro, pero también es cierto que el mayoritario sector universitario honrado debe superar la cobardía del silencio y el corporativismo enfermizo en defensa de quienes no merecen semejante amparo, porque tal protección perjudica a quienes disculpan y exculpan acciones rechazadas por la ética más elemental y el compromiso obligado con la verdad que deben atesorar quienes tienen la sagrada misión de formar a los futuros dirigentes sociales.

INDEPENDENCIA PERSONAL

INDEPENDENCIA PERSONAL

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Nacemos destinados a la independencia personal, pero la vida nos obliga a pegajosas adherencias que aceptamos sin posibilidad de renuncia, siendo manejada nuestra voluntad por invisibles manos, doctrinas y tradiciones que nos impiden satisfacer el autogobierno vocacional que merecemos.

Juego peligroso para nuestra libertad, en el cual participamos empujados por extrañas fuerzas externas que moldean nuestra conciencia, nuestra ideología, nuestras creencias, nuestras aficiones y nuestras fobias, llevándonos por caminos que nunca transitaríamos si la inevitable socialización no determinara las concepciones que nos han sido impuestas.

Pero aún es tiempo de borrar el disco duro mental donde se guardan todos los archivos que agentes externos han introducido en nuestro pensamiento, y reescribir de nuevo la página en blanco de nuestra futura historia personal, con principios de libertad que dan vida a la independencia mental que podemos apuntalar en nosotros mismos.

Libres de toda dependencia para escapar de cárceles afectivas o ideológicas.

Libres de patrias que reclamen la vida que nos pertenece.

Libres de sentimientos que distraigan nuestra mirada.

Libres de la ciencia que nos aleje del descubrimiento de nosotros mismos.

Libres de virtudes impuestas que nos impidan descubrir vicios que no lo son.

Libres de nosotros mismos para encontrarnos a nosotros mismos.

Libres de toda religión y doctrina contraria a nuestra experiencia personal.

Libres, en fin, para poder reservarnos el derechos de admisión.

RETORNO A LA INFANCIA

RETORNO A LA INFANCIA

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Ayer he renovado el imposible deseo de volver a la infancia y en ella permanecer soñando el resto de días que me faltan para alcanzar el eterno descanso que a todos nos espera, sin posibilidad de redención ni milagro que alivie el empeño de la vida en dejarnos abandonados al pairo del olvido.

Viendo la cara de los niños observando a Sus Majestades venidos de Oriente, con los ojos deslumbrados por el brillo de sus pupilas, pensaba en las virtudes que guarda la primera edad que todos abandonamos, cayendo en manos de la irreversible madurez que, por inmadura, nos impide madurar en el amor y la solidaridad.

Volver a la infancia nos permitiría someter la razón a la sinrazón de la esperanza, imposible para los adultos, llevándonos a pedir cosas imposibles y conseguirlas. A mantener la capacidad de asombro ante las pequeñas cosas de cada día. A ser crédulos de imposibles quimeras; veraces, sin la picardía que guarda la adolescencia; y bondadosos, sin la maldad reservada a los mayores.

Necesitamos la sencillez, ingenuidad e indulgencia de los niños, para abandonar penas y rencores acumulados, llevándonos el olvido a la reconciliación inmediata tras una riña con nuestra yunta doméstica o laboral.

Humildes como ellos, para saber que solos y sin ayuda de demás no llegaremos a parte alguna ni conseguiremos lo que buscamos. Crédulos para dormir el sueño de la vida dejándonos mecer por cuentos que nada tienen que ver con la realidad. Y confiados, como ellos, en el vecino mayor que nos visite, para declararle con desvergüenza y sin preocupación nuestros sentimientos.

No se trata de aniñarse, ni de achicarse, sino de ir en pos de aquello que se desea sin medir el peligro que se corre para conseguirlo.

¿No será el regreso a la infancia perdida el camino a seguir para recuperar la esperanza?

NUEVO CATECISMO

NUEVO CATECISMO

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Parafraseando al catecismo que de niño me exigieron aprender, dejadme  que os diga los siete pecados capitales y los dones que los evitan:

Contra el abuso, rebelión.

Contra la corrupción, galeras.

Contra el cinismo, desprecio.

Contra el fundamentalismo, educación.

Contra la explotación, secuestro.

Contra los politiquería, abstención.

Contra el nepotismo, conjura.

 

Además, son virtudes Teosociales: la solidaridad, la empatía y el altruismo. Siendo Cardinales: la sinceridad, el respeto, la honradez y la cortesía. Con todo ello se garantiza feliz vida.

Para evitar tentaciones malsanas hay que hacer buen uso de los siete dones del espíritu humano: don de pensar en los demás, don de lealtad, don de generosidad, don de trabajo, don de responsabilidad, don de sentido común y don de buen humor.

Y si queremos alejar desgracias propias y quebrantos ajenos, busquemos en la formación ciudadana la solución a todos los duelos:

 

Contra las guerras ideológicas, cultura.

Contra los mártires inmolados, cultura.

Contra el terrorismo irracional, cultura.

Contra pedofilia y pederastia, cultura.

Contra reinos celestiales, cultura.

Contra la drogadicción, cultura.

 

Mala historia es que mientras en Europa discutimos sobre la calidad del chocolate, en el “sur” se muerdan los puños de hambre dejando cada tres segundos un niño en la cuneta, sin que esto parezca importarle demasiado a capelos cardenalicios, togas judiciales, birretes universitarios, gominas de banqueros, coronas de reyes y escaños parlamentarios.