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Etiqueta: trileros

DESCRÉDITO POLÍTICO

DESCRÉDITO POLÍTICO

Unknown

Es tan grande la desconfianza del pueblo en los políticos, que son pocos los ciudadanos que conceden el mínimo crédito a sus palabras, hartos ya de mentiras, incumplimientos, demagogia, trampas y fraudes electorales. La reputación social y la autoridad moral de los dirigentes políticos está más desprestigiada que las promesas de borrachos y trileros, aunque mantengan el inmerecido poder de las urnas.

No son los desahucios, ni los suicidios, ni los abusos, ni las estafas, ni los incumplimientos, lo más grave que está pasando en el país, siendo todo ello muy grave. Tampoco lo es la impunidad de los corruptos, ni la institucionalización de la mentira, ni la basura que se esconde en las alfombras reales, ni el putrefacto olor que despiden los despachos oficiales. Lo más grave que está sucediendo es la pérdida de conciencia sobre lo que está pasando por la rutinización de hechos corruptivos y la desconfianza generalizada en las instituciones, en la clase política y, más allá de todo esto, en la degenerada democracia que imponen pseudócratas de pacotilla.

Los casos de corrupción en las postrimerías del felipismo enviaron a su líder a las tinieblas porque 9.716.006 ciudadanos confiaron en que la alternativa Popular al gobierno de González salvaría al país del lodazal en que fue hundido por los fondos reservados, los GAL, los rubios, los juanesguerras, los roldanes, y otros sinvergüenzas de similar calaña, que tanto daño hicieron al socialismo y al país.

Pero hoy las cosas han cambiado a peor porque muchos ciudadanos ya no confían en los partidos, ni en esta democracia, ni en las elecciones, ni en la monarquía, ni en los políticos, como refleja el hecho de que en las últimas elecciones, la abstención, el voto en blanco y el nulo fue del 30,97 %, siendo 10.561.756 los ciudadanos que optaron por la protesta con su inhibición, muy cercanos a los 10.830.693 votos que dieron la mayoría absoluta al Partido Popular.

Es presumible que en las próximas elecciones gane por mayoría absoluta la indignación, el descontento y la desconfianza, sin que los políticos estén haciendo nada por evitarlo.

CHORICETES

CHORICETES

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Que Salamanca es tierra de buen chorizo y mejor jamón lo saben quienes vienen a vernos para cargar la mochila con tripas de cerdo rellenas de carne cruda picada, adobada con pimentón y curada al humo, que hacen las delicias de familiares y amigos, cuando les invitan en su casa a merendar.

Pero este enfundado alimento no llama nuestra atención, dedicada hoy a los choricetes, un nuevo fiambre elaborado con carne humana que urge embutir entre barrotes, ya que tales embuchados no son comestibles por faltarles una curación y solera, imposible de obtener en templados microclimas.

No intentéis cortar unas rodajas de estos choricetes porque están blanditos de moral y son incomestibles. Que no han madurado éticamente, vamos, y por eso acabarán en la basura. Carne de segunda clase, barata, que sólo puede conservarse sin problemas en una celda a la temperatura ambiente.

Estos choricetes carecen de prudencia, talento y discreción, porque van sobrados de chulería, cinismo y desvergüenza. Trileros políticos que han comenzado a proliferar como champiñones otoñales, uniéndose como gremio medieval en la ACHU (Asociación de Choricetes Unidos) con el fin de defender su rateromomio de intromisiones ciudadanas, que no judiciales, porque la ley  decidirá algún día reunir todas las manzanas podridas en un solo cesto, levantando su índice para indicarles el camino más corto hacia el reposo duradero, que muchos desearían perpetuo.

¿Será cierto que hay choricetes por localizar en ese santuario de corrupción donde se cambian contratos, convenios y concesiones por bolsas de dinero y regalos de diferentes colores, formas, precios y tamaños? Es seguro que los choricetes conocidos no son los únicos ni los últimos que conoceremos. En despachos amurallados de muchas ciudades puede haber cómplices que con su silencio permiten que la bola de nieve engorde hasta echar abajo el caseto donde se brinda con cava, vino y horchata por la amistad y el intercambio.

¡Qué afán tienen los choricetes en dar la nota! ¡Qué manía de exhibir la prepotencia hasta en la puerta de los juzgados! No es discreción lo que les falta, sino cerebro. No andan escasos de prudencia, sino de sustancia gris. No adolecen de criterio, sino de neuronas. Les ciega tanto la soberbia que van tropezándose por la calle con sus propios errores y cayendo torpemente en las trampas que ponen a los demás.

¡Tomad y callad, coño!, les dicen los beneficiarios de sus favores. Pero ellos no lo hacen. Tienen necesidad patológica de poner en evidencia sus chorizadas, y eso ya no hay quien lo borre. Muestran en público los regalos recibidos, y esto es algo que no tiene remedio.  Caen en trampas judiciales y eso les condena, porque lo evidente no necesita demostración alguna. Algunos niegan cínicamente las chorizadas y esto nadie lo olvida. Pero otros mienten al pueblo que les da su confianza en las urnas y estamos a la espera de respuesta.