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EL TREN DE LA VIDA

EL TREN DE LA VIDA

El tren de alta velocidad que vuela por las vías pasando los pueblos de tres en tres, sin dar oportunidad a los viajeros de ver estos días las espadañas coronadas de cigüeñas, evoca en nostálgica mente el recuerdo del tren de la infancia, con vagones tirados por máquinas de vapor que bufaban y rebufaban en las trincheras pidiendo espacio para trotar libremente por llanuras y detenerse a recuperar fuerzas en los bebederos de agua cercanos a los pueblos, entonces ocupados por lugareños de tierra, alpargatas, puchero y pan.

Trenes solidarios donde la vida habitaba en ellos sin reserva alguna, porque en sus departamentos se compartía comida embutida en fiambrera y pan de hogaza, superando el vaivén que dificultaba el gorgoteo en el paladar del vino procedente de las botas, en medio del estrepitoso traqueteo del tren como música de fondo a canciones, risas y bromas, solo interrumpidas por un policía “secreta” que buscaba “rojos” despistados por los vagones.

En aquellos trenes hubo nacimientos imprevistos, muertes anticipadas, romances inesperados, espontáneas peleas, robos de guante negro, detenciones injustificadas, trileros de paso, rifas de afeitadoras,  niños corriendo por los pasillos, comerciantes en las plataformas haciendo negocios, váteres testigos de inconfesables aventuras amorosas, discusiones matrimoniales, reconciliaciones y aves de corral asomando la cabeza en la cesta de mimbre.

Pero también había despedidas de viajeros que habían compartido esas historia de la vida con quienes quedaban en el tren, a los que no volverían a ver cuando abandonaban definitivamente aquel convoy de la vida en la estación correspondiente, quedando los demás viajeros a la espera de que llegara su estación para apearse dejando al tren de la vida que siguiera su camino.

LAS COSAS CLARAS

LAS COSAS CLARAS

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Por fin, un politiquero ha hablado con claridad en nombre de todos los electoreros que suplantan estos días a los políticos en mítines y carteles electorales. Y lo ha hecho con cara de cemento armado, cinismo de raposa y desvergüenza de trilero, exhibiendo sin pudor su detestable aspiración a la canonjía política de una relajante poltrona con sueldo inmerecido, aportando como aval de su incompetencia un descaro de tahúr.

Su nombre: Pedro Fernández Aránguez; su aspiración: la alcaldía de Ciudad Real; su mérito: carecer de sonrojo social; su tara: la desmemoria congénita; su vocación: servirse a sí mismo; su partido: el que más ha ofrecido; y su enemigo….: el trabajo.

Sí, este abogado ha tenido la valentía de capitalizar el sentimiento de todos los gandules que se acercan a la política con tendencia al mamoneo sin realizar siquiera el mínimo esfuerzo de memorizar el programa electoral, mostrando un desparpajo ofensivo para la sensibilidad colectiva y para su propio partido, al exhibir sin parpadear un desconocimiento indecente del programa que se propone llevar a cabo.

Eso sí, tal personaje ha dejado clara la apuesta de su partido por la transparencia, porque ningún aspirante a cargo público en la historia de la democracia ha expresado de forma tan abierta y contundente su aversión al trabajo declarándolo enemigo, consciente el letrado que el esfuerzo corresponde al pueblo, sostenedor de semejante caradura con el sudor de su frente.

¡Ah! y quien piense que don Pedro tuvo un lapsus mental cuando dijo lo que dijo, que se olvide de ello, porque otro politiquero que le precedió en sus aspiraciones hace años, afirmó que iba a la política para forrarse, y el supuesto desliz mental se hizo realidad ante el asombro y la indignación del pueblo.

NUEVOS RICOS

NUEVOS RICOS

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El dinero fácil que la bonanza económica puso en manos de banqueros y especuladores sin escrúpulos, ha sembrado el país de nuevos ricos a quienes les falta el pedigrí, la prudencia, el talento y la experiencia de quienes heredan fortunas con solera guardadas en cofres blindados bajo una palmera. En esto e diferencian los clásicos millonarios de los nuevos ricos que ostentan poderío económico con tan grosero estilo trilero que indultan socialmente a los históricos ladrones de guante blanco.

¡Qué afán tienen los nuevos ricos en dar la nota! ¡Qué manía de exhibir los objetos robados a la puerta de casa! No es discreción lo que les falta, sino cerebro. No andan escasos de prudencia, sino de sustancia gris. No adolecen de criterio, sino de neuronas. Les ciega tanto la ambición que van tropezándose por la calle con sus propios errores.

¡Roba y calla, coño!, habría que decirles. Pero no pueden hacerlo. Tienen la necesidad patológica de exponer en el escaparate público sus tesoros, y esto es algo que no tiene remedio porque la sabiduría no se compra en ninguna taquilla. Ni el honor, la dignidad, el respeto, la discreción o la templanza.

Sólo pueden comprar con el dinero que afanan, cosas de poco valor aunque deban pagar muchos euros por ellas: coches de lujo, vinos de solera, licores exóticos, joyas de exposición, ropas exclusivas y obras de arte que utilizan como papel higiénico. Ignorancia en suma. Esa es la característica fundamental que define a estos nuevos ricos, aunque pretendan aderezarla con poses de escaparate.

Nuevos ricos horneados en pelotazos de los años ochenta; cocidos en la burbuja tecnológica de los noventa; o fraguados morteros inmobiliarios, pero cada uno de ellos con sus caprichos. Camacho, el mago de Gescartera, tenía como oficio coleccionar ropa. Javier de la Rosa mostraba su preferencia por los yates. Mario Conde metió la mano en la caja para comprar fincas donde cazar ingenuos de pacotilla. El dinero que tenían los de Afinsa y Forum en el álbum lo emplearon para comprar coches y barcos. Y el vulgarón de Roca se emborrachaba con Petrus de dos mil euros en la bañera, mientras abrillantaba con antiarrugas la varita mágica de las recalificaciones urbanas.

MORIR CURADO

MORIR CURADO

Durante 2.500 años, los médicos pretendieron curar neumonías, melancolías, reumatismos, apoplejías, roturas óseas, neurosis y hasta los dolores de cabeza, sangrando a los pacientes a tajazo limpio o con sanguijuelas, para librar los cuerpos enfermos de la mala sangre.

Es obvio que las sangrías no conseguían otra cosa que debilitar a los pacientes hasta acabar con su vida en muchos casos, convirtiéndose así en la peor peste, aunque los médicos que las aplicaban mostraran su satisfacción afirmando que los enfermos morían curados. Esto explica los millones de sanguijuelas vivas que compraban todos los países cada año.

Hoy las sangrías no tiñen de rojo los hospitales, ni los sangradores llevan bata blanca. Hoy las sanguijuelas tienen forma humana y ocupan despachos protegidos por leyes que les benefician. Hoy las sangrías expelen fluidos incoloros con amargo sabor a lágrima.

Hoy los sangradores lucen trajes de alpaca y almas de trileros mientras nos sangran, afirmando que nos están curando, aunque sepan que moriremos desangrados a causa de la disentería política, la hidropesia parlamentaria, la dispepsia bancaria, la hipocresía religiosa, el mamostesio institucional y la estafaresia corruptiva, sin que ellos se apliquen una lavativa para facilitar la salida de la mierda moral que llevan dentro.

EL CONDE SALVADOR

EL CONDE SALVADOR

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El conde a quien me refiero, ni es conde ni es salvador, pero sí esconde todo lo que encuentra en las huchas de los demás. Este gallego de Tuy no es conocido popularmente por su nombre de pila bautismal desde que el Tribunal Supremo lo encerró en la cárcel por apropiación indebida y falsedad en documento mercantil, es decir por robar y engañar; trincar lo ajeno y salir corriendo por la puerta falsa, para entendernos.

Pues bien, este chorissso con pedigrí, mangante de guante negro y cínico profesional, se nos propone como salvador del país en la portada de La Gaceta de anteayer, por si a los ciudadanos nos quedara todavía alguna duda de que sobrevivimos en una democracia estercolera, que avergüenza a las dictaduras bananeras octavomundistas.

Amenaza este trilero con desembarcar en la vida política exhibiendo como mayor activo personal su pasado, y tiene razón. En un país donde los corruptos insensibles campan por sus respetos, los ignorantes politiqueros desconocen la ejemplaridad y los incompetentes esféricos se lo llevan en crudo, parece lógico que acuda a salvarnos un profesional del fraude y el engaño, porque nos estafará mejor que nadie y con una elegancia desconocida para los vulgares depredadores que están desvalijándonos los bolsillos a tironazo limpio.

Bienvenido sea, pues, el conde salvador, y démosle las gracias por su generosidad y capacidad de sacrificio para librarnos de la carga que supone soportar los insultos al sentido común y a la dignidad que nos llegan a diario de los aficionadillos de la mangancia que nos están llevando al matadero.