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Etiqueta: trampas

ORGULLO Y ERROR GENERACIONAL

ORGULLO Y ERROR GENERACIONAL

Que nadie vea tinte vanidoso en el orgullo que tengo de pertenecer a mi generación, hoy jubilada por el colectivo de ciudadanos que forma la nueva savia bruta que circula por los vasos leñosos de una sociedad en decadencia.

Orgullo de ser miembro de una gran familia que trabajó con austeridad, sacrificio y generosidad en la construcción de su propia vida, siendo pobres, pero honrados, en medio de un camino empedrado y lleno de trampas, donde una caída significaba el quebranto de la esperanza.

Combate diario tuvimos, no agotado en nuestra propia salvación, ya que prolongamos la lucha más allá de la autorredención, haciendo por nuestros hijos el trabajo que a ellos correspondía, en un intento de evitarles lo que debíamos promover y dándoles la protección, el dinero, los caprichos y lujos que a nosotros nos faltaron.

Tantas dificultades, renuncias, privaciones y sacrificios padecidos, nos hicieron jurar a Dios que nuestros hijos no pasarían por semejante calvario, y ese fue el gran error de mi generación, pues con esa decisión eliminamos en ellos los valores  que a nosotros nos permitieron salir del pozo en que nos abandonó la posguerra. Principios de vida entre los que se cuentan:

  1. La felicidad no se compra en una taquilla.
  2. El dinero no se obtiene vareando las ramas de un negrillo.
  3. Los vecinos son barandillas de apoyo, no peldaños que pisar.
  4. La amistad genera mayores beneficios que las rentas.
  5. El éxito profesional depende del esfuerzo.
  6. Las cuentas corrientes y las poltronas no son valores eternos.
  7. Las urnas dan poder, pero no sentido común ni sabiduría.
  8. Los banqueros no son profesionales de la virtud.
  9. El endeudamiento vanidoso conduce a la ruina.
  10. El dinero fácil pone el camino difícil.

 

RESACA NAVIDEÑA

RESACA NAVIDEÑA

Los excesos navideños nos llevan irremediablemente a una resaca cíclica, unida al arrepentimiento, propósito de enmienda y promesa de que en años venideros no caeremos en las mismas trampas ni cometeremos los mismos errores, sabiendo que repetiremos.

Es el cuento de cada año y seguirá siéndolo mientras los humanos continuemos marchando por la vida con nuestros pecados sociales a la espalda, la mirada puesta en el vecino, el dinero prestado en el bolsillo, la ingenuidad a flor de piel y los pies fuera de la cuadrícula que a cada cual corresponde.

Tras deambular unos días por ficticios senderos perfumados, ha llegado la hora de coger el piolet, calzarse los crampones y comenzar a subir la helada pared vertical de 2012 metros de altura que tenemos delante, en unas condiciones físicas y mentales inadecuadas para el esfuerzo que se avecina.

Con exceso de masa corporal por la ingesta de cantidades excesivas de alimentos, embaucados por villancicos y luces multicolores, con las reservas del monedero agotadas por el irracional consumo, decepcionados por ficticias solidaridades, contaminadas las venas con sangre de cepas catalanas y extremeñas y desvalijadas las grandes superficies, ha llegado la resaca al despertarnos del sueño.

Resaca navideña que se diferencia de la alcohólica en que no se pierde la memoria, sino todo lo contrario. No se tienen vómitos, pero aumentan las diarreas ante lo que se viene encima. Se dilatan los vasos sanguíneos, como preludio de una irritación inmediata. Aumenta considerablemente la sed de mayor justicia social por la deshidratación de sueldos y empleos. Se producen cefaleas revolucionarias por el aumento del paro, acompañadas de dolores abdominales por el hambre, grandes flatulencias y embotamiento del sistema nervioso que obnubila la razón, provocando oleadas de violencia contra los recaudadores.