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TRAIDORES TRAÍDOS

TRAIDORES TRAÍDOS

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Muchos políticos que trajeron la democracia a este país, se encuentran hoy en paradero desconocido y alejados de poltronas institucionales, dedicados a otros oficios, hartos de ver miseria debajo de las alfombras oficiales, gozando de la jubilación política anticipada, aquejados de alguna enfermedad o desaparecidos tras la visita inoportuna de la parca.

Hoy mamonean en la teta pública muchos políticos que eran niños cuando los demás ponían el despertador a la democracia; otros estaban escondidos en las alcantarillas sin dar la cara, preparando el arnés de trepadores; y muchos de los actuales politiqueros fueron traídos por la democracia a las Instituciones públicas.

La diferencia entre quienes trajeron la democracia y los que fueron traídos por ella, es que en los primeros dominaba el interés por la democratización del país, y entre los segundos predomina la afición al chupeteo político, a la mentira institucional, al insulto permanente y al desprecio democrático.

Podría dar nombres de viejos luchadores por la paz, soñadores de libertades y defensores de derechos ciudadanos, a quienes el compromiso político les salió demasiado caro en el terreno personal, con quebrantamiento de su patrimonio y menguando ingresos, obligándoles a dejar clientes a la puerta de los despachos y pacientes en la sala de espera, al tiempo que renunciaban a privilegios que hoy disfrutan quienes no los merecen.

Los desencantados con esta pseudocracia que han impuesto los traidores llegados a la política por la democracia que conquistaron quienes lucharon por ella, van por el mundo cabizbajos, indignados y decepcionados con las actuaciones antidemocráticas y opacas de los sustitutos, que dilapidan el patrimonio de honestidad y entrega legado por el romanticismo militante de los viejos políticos.

PRECAVEOS DE LOS CÍNICOS

PRECAVEOS DE LOS CÍNICOS

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Ingenuas y bondadosas personas siguen creyendo en idearios, palabras y promesas, sin percibir que son los hechos quienes acreditan la veracidad de las afirmaciones, pues el cuerpo no sigue a la sombra, sino al revés, como dice la palabra sagrada al afirmar que por sus obras se conocen a las personas, confirmando el refranero que “obras son amores y no buenas razones”.

Tal es el criterio que debemos seguir para distinguir a las personas sinceras de los tramposos; a los honrados políticos de los farsantes; a los amigos leales de los traidores; a los vecinos cabales de los impostores; a los colegas honestos de los estafadores; y a parientes legales de villanos.

Son las obras, los comportamientos y las actuaciones concretas de las personas quienes marcan la frontera entre el afecto y el desprecio, porque la deslumbrante apariencia de las grandes palabras y la verborrea, son la piel de cordero que oculta bajo de ella el lobo que los cínicos llevan dentro.

Hay que poner atención en las conductas y observar los hechos para distinguir la realidad de la apariencia, pues estamos rodeados de encantadores de serpientes que nos embaucan antes del mordisco, de abrazafarolas que se prodigan en falsos afectos antes de la traición y de charlatanes que nos seducen con cantos de sirenas antes de darnos un zarpazo.