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LUTO ZAINO POR ROMPESUELAS

LUTO ZAINO POR ROMPESUELAS

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Se llama “Rompesuelas”, no por las suelas que ha roto, pues los toros no tienen suelas. Nació hace seis años en la tierra pacense de los herederos del Conde de la Corte. Pesa 640 kilogramos. Se han pagado por él 6.000 euros. Tiene marcado a fuego el número 114 sobre su pelaje negro bragado meano. Y a esta hora de la madrugada descansa en un corral sin saber que a las 11 de la mañana será martirizado, lanceado y ajusticiado.

“Rompesuelas” es un animal inocente de toda culpa cuyo único delito es haber nacido, que hoy será condenado a tortura sangrienta, lenta agonía y cruenta muerte, para regocijo, disfrute y festejo de otros animales catalogados como superiores por su capacidad para razonar, pensar y sentir, aunque no todos acrediten poseer tales valores.

Mientras escribo estas líneas con tanta impotencia como indignación a las cuatro y media de la mañana, el toro descansa en el corredor de la muerte, los picadores de a pie ajustan coraza, fajas, cinturones y polainas para el desigual torneo, y los lanceros a caballo preparan sus monturas y acarician con afecto a los corceles que montarán, como si estos tuvieran atributos merecedores del indulto que niegan al morlaco.

Unos y otros limpian sus armas blancas para hacer más visible la sangre del animal que será lanceado esta mañana en el Campo del Honor de la vega tordesillana del río Duero, a su paso por la muy ilustre, antigua, coronada, leal y nobilísima villa de Tordesillas, donde murió Juana la Loca, sin que existan pruebas de que transmitiera su locura a los matarifes y a la parte de población que los vitorea.

No comparto el debate abierto sobre si el Toro de la Vega es tradición a conservar o maltrato a eliminar, porque los dos términos de semejante disyuntiva se armonizan y hermanan en la misma irracionalidad por tratarse de una tradición maltratadora o de un maltrato tradicional, sin redención posible, mantenida desde la Edad Media cuando a los árabes invasores se les ocurrió la inhumana idea.

¿ CULTURA O TORTURA ?

¿ CULTURA O TORTURA ?

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aHoy comienza en Madrid la feria taurina más taurina de todas las fiestas taurinas, que se alargará durante ¡31 días!, hasta el domingo 8 de junio con los “miuras”, dando pie a este antitaurino para desahogarse con los amigos que se acercan a este blog, sabiendo que muchos de ellos son grandes aficionados y  defensores de esta fiesta, que no sé por qué se llama nacional.

En el rancio debate sobre la “fiesta nacional” que los interesados y aficionados califican de cultura, y el resto de ciudadanos como tortura, me uno al segundo grupo tras permanecer durante mis juveniles años en el primero de ellos, comprometido con un festejo que ahora se me antoja degollina.

Torear es el esfuerzo baldío de toreros, con capotes, banderillas, muletas y estoques, por embellecer la matanza pública de un hermoso animal nacido para el sacrificio en plaza pública, ante ciudadanos enardecidos por la lucha desigual que libran sobre el albero, toros y toreros.

Orgía festiva en la que participan dos especies animales con parecido instinto y diferente racionalidad, – para deleite de seres humanos supuestamente racionales -, con quiebros y engaños mortales para la víctima, que es arrastrada, tras la matanza, al desolladero por mansos cuadrúpedos.

Lidiar al toro es prepararlo para la muerte cierta, debilitándolo lentamente con progresivos castigos y burlas disfrazadas de colores, hasta completar el rito ancestral de la carnicería con un estoconazo, entre júbilo colectivo, pasodobles y flamear de pañuelos en los tendidos pidiendo desorejar al toro para entregar los apéndices como trofeo al enlucido matarife.

Es el torero, mitológico supermán de pacotilla, sin cualidades sobrehumanas ni poderes excepcionales, que pone sus testículos sobre los aficionados cuando sale triunfante a hombros de la plaza, simbolizando el éxito ante quienes llevan a cuestas su fracaso anacrónico, desfigurado, sangriento y cruel.

El animal sacrificado es un tótem mitológico que la tribu de ganaderos y toreros exhibe como protección de sus intereses ante los aficionados que alimentan con palmas, “olés” y gritos un espectáculo que se hace basura en los despachos, enjaules y chiqueros, antes de oscurecer con sus trajes de luces la podredumbre de “sobres”, manipulaciones, “afeitados” y drogas a los astados, antes del festejo, como denuncian las plataformas antitaurinas

Más que arte hay “harte”; más que silencio, hartura; y más que cultura, tortura. Espectá-culo donde el toro agoniza paulatinamente en los veinte minutos de lidia, impidiéndome callar entre la indiferente mayoría que se niega a participar en la verbena enrojecida que solo beneficia a una selecta minoría.

¿FIESTA NACIONAL? NO, GRACIAS

¿FIESTA NACIONAL? NO, GRACIAS

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Perdida mi juvenil afición a las corridas de toros, no acepto que se llame fiesta nacional lo que es tristeza abrumadora ribeteada con sacrifico animal público, cual auto de fe medieval que exige pasodoble, sol, clavel, puro y bullicio como un circo romano donde verdugo y víctima han invertido los papeles, pretendiendo hacer cultura de la barbarie, mostrando el listado de intelectuales que han aplaudido el martirio.

Sabiendo el arte generado por esta inmolación nacional, conociendo la música que ha inspirado, habiendo leído muchas páginas literarias sobre ella y viendo el aplauso otorgado por algunos artistas al duelo trágico, público y desigual entre el hombre y la fuerza bruta, sigo sin comprender que se llame fiesta nacional al rito sangriento de sacrificar burlescamente un animal en la plaza, coreado por seres humanos sobrados, espesos y desocupados.

Tras el ceremonial previo de vestido y maquillaje, con ajuste de machos incluido, oración solitaria en la capilla pidiendo ante cien estampas el desamparo del toro en beneficio de la salvación propia y una vez realizado el paseíllo triunfal por la arena del circo, comienza el espectáculo de masas más antiguo de España.

No puedo compartir la celebración de una fiesta pública de tortura animal, que utiliza un trapo coloreado para engañar sin esfuerzo la brutalidad de la bestia; que emplea una puya piramidal para desangrar y doblegar al animal; que clava en su carne arpones hirientes y desgarradores en el cerviguillo del toro; que atraviesa con un largo acero, doblemente aguzado, puntiagudo y curvo, el dolorido cuerpo del morlaco buscando el corazón; y que utiliza un verduguillo para seccionar su médula espinal.

Por mucho traje de luces, pasodobles, ovaciones, silbidos, pañuelos, colores y cascabeles que se pongan a las mulillas, la fiesta nacional es el más triste espectáculo anticultural que contemplarse pueda, por muchos aspavientos que hagan los interesados en que continúen los pesarosos, atribulados, sangrientos y ancestrales festejos taurinos.