ESCRIBIR PARA AMIGOS
Escribir para ser leído por amigos exige humedecer la pluma en tinta del alma y pasar el pliego virtual de la pantalla por rincones inaccesibles del espíritu, para mostrar sentimientos propios sin vestimenta alguna, urdidos por afanes cotidianos que brotan de un corazón desnudo, sin más intención que compartir el vuelo con los amantes de la vida.
Las palabras, sin retoque alguno ni maquillaje, se encadenan gozosas en ocasiones al dictado de experiencias hermosas que embellecen con pinceladas de hermandad la existencia. Pero otras veces brotan doloridas, sudorosas y cansadas, con la hartura de la decepción y el desengaño de la frustración.
Me gusta escribir desde el ruedo, recibiendo el toro de la vida a puerta gayola, sabiendo que puede empitonarme una vez más como tantas veces ha ocurrido, pudiendo enseñar mis cornadas de guerra a quien solicite ver las cicatrices, porque nunca he callado lo que tenía que decir, ni silenciado el pensamiento, aun sabiendo que el morlaco buscaría mi cuerpo en la embestida.
No escribo pensando en el gusto de los lectores para complacer sus preferencias, sino con la esperanza de que los lectores se hermanen con los sentimientos que expresan mis palabras, aceptando que no son compartidos muchos de ellos y que molestarán a otros, por lejos que esté mi intención de abrir heridas en el pensamiento ajeno.
Al escribir no pretendo hallar consuelo a penas que no tengo porque la vida me sonríe, ni busco alivio a inexistentes pesares, ni persigo complacencias ajenas, sino alimentar de esperanza la comunidad que formamos los que todavía creemos en valores que contribuyen a la hermandad y felicidad entre los que el azar de la vida ha unido.