«DAR CLASE» Y «SER MAESTRO»
La economista Lucía Figar, accidentalmente Consejera de Educación de la Comunidad de Madrid, ha decidido primar la nota de la oposición sobre la experiencia docente en las contrataciones de interinos, porque quiere “a los mejores maestros para los colegios públicos”, demostrando con ello un desprecio inmerecido a la profesión docente, porque no es lo mismo dar clase que ser maestro.
A ello vamos, advirtiendo que todos los maestros dan clase, pero no todas las personas que dan clase son maestros, distinguiéndose cuatro tipos en relación con esto: los que pretenden dar clase sin ser maestros; los que se creen que son maestros porque dan clase; los que aspiran a dar clase como los maestros; y los maestros. Desconfiad de los que forman el primer grupo porque son algo desaprensivos; y tened paciencia con los del tercero porque su buena intención les hace acreedores de la mayor confianza.
Para ser maestro no basta con poseer sólidos conocimientos científicos sobre la materia que se explica. Ni mucho menos. Para ser maestro hay que recorrer un camino tortuoso y difícil que sólo está al alcance de personas dispuestas a transformar en oficio lo que en principio no era más que deseo de subsistencia.
Recordad que si «el hábito no hace al monje», tampoco “la nota de la oposición hace maestros”, y más vale un maestro experimentado con capacidad docente demostrada que la nota parcial obtenida en una oposición, a pesar del riesgo advertido en el informe Swinford.
Un maestro no se improvisa de la noche a la mañana, ni se factura con la nota parcial de una oposición suspendida. Un maestro, como los buenos guisos, se hace a fuego lento, con mucho mimo y dedicación. Tarda en cuajar. No toma cuerpo en una noche. Y, al igual que el buen vino, mejora con los años, porque ser maestro hoy día es uno de los oficios más importantes y complejos, con peor reconocimiento y salario.