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LAS LÁGRIMAS DEL SUELDO

LAS LÁGRIMAS DEL SUELDO

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Un profesional de las tertulias que «inda» por ahí, cuestiona la precariedad laboral echando cuentas sobre los contratos indefinidos que hay en España desde el siglo de Pericles hasta hoy, sin poner atención en la situación laboral de los trabajadores desde que se puso en marcha la reforma laboral impuesta por el Gobierno.

Negar que actualmente se dan tres contratos temporales por cada uno indefinido; refutar que se trabajan más horas de las contratadas; y rechazar que la precariedad laboral obliga a mojar en agua los mendrugos de pan a muchos trabajadores, es tanto como negar que la Tierra gira sin que el apóstata sea periodísticamente excomulgado.

Lo incuestionable es dudoso para este que «inda» de tertulia en tertulia afirmando como certero lo cuestionable y negando el llanto de quienes derraman lágrimas al recibir el sueldo, porque trabajar ya no es sinónimo de estabilidad económica para muchos trabajadores, sino de hambre, subsistencia, explotación y miseria, como acreditan personas que cada uno conocemos, ignoradas por ese que «inda» por los platós diciendo lo contrario.

Siendo cierto lo que dice este que «inda» haciendo enemigos por donde va, no debemos permitirle que se escape por la gatera, porque una verdad incompleta es peor que una mentira, y es arma demagógica disfrazar la realidad, ocultando parte sustantiva de la verdad para evitar la descalificación de sus palabras.

DERECHO A PROTESTAR

DERECHO A PROTESTAR

Unknown

Los intentos del Gobierno por impedir manifestaciones ciudadanas, silenciar protestas públicas y censurar ciertas opiniones vertidas en redes sociales, van por el camino de la represión pura y dura, que tan nefastas consecuencias tiene para represores y reprimidos, como ha demostrado tantas veces la historia a lo largo de los siglos.

Pretender superar un conflicto con leyes opresivas que autoricen detenciones arbitrarias, pelotazos mutilantes y porrazos magullantes, es algo tan inútil como intentar navegar bajo el mar en un submarino descapotable, porque la solución a los problemas no está en el palo limpio, sino en la intervención directa sobre el origen del conflicto, erradicando su causa.

Dado que la disgregación de los trabajadores y la falta de unión ciudadana provoca una sensible desigualdad de fuerzas entre opresores y oprimidos, a los rebeldes no les queda otro recurso que la protesta en forma de pataleo, vociferio, insulto, blasfemia social y palabra injuriosa contra los causantes de la desgracia y el pequeño grupo de estafadores y corruptos beneficiarios de su infortunio.

Cuando se ha perdido el trabajo y el sueldo en la maleza de recortes y guadañazos legalmente limpios y humanamente insolidarios, al mutilado apenas le queda su voz para gritar, y nadie puede quitarle el derecho a desgañitarse clamando justicia social en las pancartas y redes sociales.

Quien carece de mendrugos para llevarse a la boca reseca, está indultado por el séptimo mandamiento. Para quien pierde injustamente lo que es suyo, la lucha es inevitable. Cuando se desgarran los ojos de dolor y el llanto se hace sangre, la violencia sustituye a las palabras, por mucho que los privilegiados se rasguen las vestiduras y proclamen el Estado de Derecho que solo les protege a ellos.

INOCENTADA REAL

INOCENTADA REAL

En el artículo de ayer hablaba de los pobres inocentes que durante todo el año sufren novatadas de los sinvergüenzas que andan sueltos por el mundo, sin percibir que yo también formo parte del grupo de papanatas en el que don Juan Carlos, sus palmeros y ciertos periodistas, nos ha metido a todos los españoles.

A muchos nos gustaría saber por qué los medios de comunicación aplauden algo que merecería abucheo y se empeñan en hablar de las “cuentas del rey” cuando en realidad se trata de una partida presupuestaria de “asignación directa” a la Casa Real, que nada tiene que ver con los gastos que ocasiona dicha Casa ni con las cuentas del rey.

No es casualidad que el monarca haya elegido el día de los santos inocentes para decirnos cuál es su sueldo, porque tiene un envidiable sentido del humor que compensa sobradamente sus limitaciones, haciéndonos creer, como el buen ladrón, que todos son de su condición.

Después de treinta y dos años hemos sabido que ponemos en sus manos 8,4 millones de euros de los que se coge su sueldo, le da al marido de la periodista su parte, y poco más. Pero nada sabemos de los millones que suman todos los gastos de la Casa, y me temo que no lo sabremos hasta que llegue la tercera república.

Sí, porque más allá del dinero que recibe directamente el monarca, la familia real genera elevados gastos que no figuran en dicha asignación, como son los escoltas, la seguridad, el mantenimiento de los palacios (140 millones que paga Patrimonio), los viajes, el parque móvil, las visitas oficiales, etc.

Por eso, a muchos de sus vasallos nos gustaría saber con claridad y sin trampas las cuentas “reales”, para saber en qué se emplea el dinero que damos, evitando indefinibles bloques de gastos y opacidades perpetuas.

A muchos de sus vasallos nos gustaría saber, por ejemplo, cómo ha hecho el rey para convertirse en pocos años en una de las mayores fortunas del país, con un patrimonio de 1.790 millones de euros, según las revistas Forbes y Eurobusiness, que nadie de la Casa ha desmentido.

A muchos vasallos nos gustaría saber por qué Patricia Sverlo no está en la cárcel tras escribir en su libro que el rey tenía 6.000 millones de pesetas en bancos suizos “por si acaso”.

A muchos de sus vasallos nos gustaría saber las conversaciones que tuvo con tres expresidiarios que le aconsejaban en sus finanzas.

A muchos de sus vasallos nos gustaría saber los negocios que ha tenido, los que mantiene y las fuentes de sus enormes ingresos en los años de reinado.

A muchos de sus vasallos nos gustaría saber cuánto paga cada año a la Hacienda pública, porque eso nos acercaría a su patrimonio.

A muchos de sus vasallos nos gustaría saber el origen de este aparente, sólo aparente, gesto de transparencia contable después de tantos años de opacidad.

A muchos de sus vasallos nos gustaría saber por qué el prometido destape financiero del rey no ha pasado de enseñarnos el tobillo derecho.

A muchos de sus vasallos nos gustaría saber por qué nos ha gastado esta pesada broma el día de los santos inocentes, prometiendo decirnos lo que no ha dicho, jugando al escondite con su patrimonio y pretendiendo una burda maniobra de lavado de imagen que ofende al más torpe de los súbditos gobernados por él. ¿O no gobierna? Porque si no gobierna ¿qué hace, pues?