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COMIENZA EL ESPECTÁCULO

COMIENZA EL ESPECTÁCULO

¡Parados y paradas! ¡Indignados e indignadas! ¡Ciudadanos todos y ciudadanas todas! Tomen asiento, que comienza el espectáculo de la confusión y el engaño. Del olvido de promesas sin cumplir y del anuncio de las que no serán cumplidas.

Comienza la subasta del hambre ajena, el mercadeo con el dolor extraño, el comercio de ilusiones y la explicación de una realidad virtual que hace castañear los dientes a quienes viven en la intemperie de la soledad y el abandono.

Comienza la pugna por lograr la mayor oferta en el mercado de la seducción. La secuencia de disparates camuflados en proposiciones importadas del país donde vive Alicia. Y el vapuleo al adversario con palabras enardecidas que soliviantan las vísceras de los correligionarios.

Comienzan los motores a circular en sentido opuesto al que van los ciudadanos, dispuestos a llevarse por delante lo que encuentren a su paso con tal de alcanzar la meta que se han propuesto, para lograr su objetivo una vez más.

Comienzan los descarados vaticinios de brotes verdes en un terreno desértico, las soluciones imposibles al tsunami que se avecina y las profecías de que cualquier tiempo futuro será mejor, sin percibir que el futuro ya ha arruinado muchas vidas.

Comienzan los autores y cómplices de la tragedia a proponer la redención de los males que ellos mismos han provocado con su ignorancia, omisiones, silencios y mentiras durante años, llevando ambos con orgullo en la solapa el mérito de haber sido los políticos más incompetentes de la moderna historia de España.

Comienzan los flautistas de Hamelín a templar las flautas, sin tener en cuenta que en esta ocasión sólo van a seguirles los que perecerán ahogados como las ratas de la leyenda contada por los hermanos Grimm.

Ya están preparados los escenarios, dispuestos los micrófonos, escritos los guiones, encendidas las candilejas, reforzados los atriles y saturados los botiquines con pastillas para la garganta y guantes de roble para los palmeros. Entre bastidores esperan su turno los teloneros y primeros actores, mientras los ingenuos incondicionales se hacinan con vividores de la farsa para elevar su santo al altar de la Moncloa y el séquito de profanos beatos a honoríficos camarines laterales.