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MALAS ENTENDEDERAS

MALAS ENTENDEDERAS

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Es de dominio público que no hay peor sordo que el que no quiere oír, ni mayor ceguera que la de quien mira para el lado opuesto al que señalan millones de dedos; pero es aún peor empeñarse en ver las cosas con cristales de madera o entender los mensajes torcidamente, como están haciendo los dirigentes del colorín parlamentario.

No son de derechas, ignorantes o traidores los votantes de izquierdas que negaron la confianza al PSOE decepcionados con el Gobierno socialista, ni carecen de entendederas sino que faltan testimonios y explicaderas.

No son especuladores los ciudadanos timados con mentiras y letras pequeñas que han perdido sus ahorros, ni Pío García Escudero tan necio como para ignorar que los ingresos obtenidos hay que declararlos a la Hacienda Pública.

No son nazis, ni terroristas quienes piden entregar la vivienda para saldar la deuda contraída al comprarla, ni es “patochada inadmisible” o “tomadura de pelo”, el premio concedido por el Parlamento Europeo a la PAH.

No son perroflautas los indignados con la situación del país, ni tampoco piesnegros los que se manifiestan contra el abuso laboral, la corrupción institucional y la impunidad de los defraudadores.

No son peseteros los jueces que protestan contra las reformas de la justicia, ni embaucadores los profesores que están hartos de reformas educativas, ni manipuladores los médicos que ven tambalearse la sanidad pública.

No son gandules los parados que se muerden los puños de impotencia, ni son usurpadores los emigrantes que viven con desesperación el desprecio, ni chabolistas los que son expulsados de sus casas.

No son falsarios los desahuciados que se suicidan, ni sediciosos los ignorantes ciudadanos engañados con las “preferentes”, ni carroñeros los que buscan comida en contenedores, ni delincuentes los que asisten a manifestaciones.

Pero sí son malhechores los “cajeros” que han esquilmado las Cajas de Ahorro; estafadores, los buitres financieros que devoran inocentes; depredadores, quienes se aprovechan de la ruina ajena; herejes, los que predican la palabra de Dios y no son reconocidos por sus actos; pervertidores, quienes hacen de la voluntad popular su sayo; explotadores, los que consideran al trabajador bestia de carga que tira del arado capitalista.