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Etiqueta: ser humano

TEMOR AL SER HUMANO

TEMOR AL SER HUMANO

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Llama la atención que el mayor temor del ser humano, sea al propio ser humano, es decir, al animal de su misma especie, porque en lugar de protegerse mutuamente entre ellos, se lían a cinturazos, castigos, torturas, cañonazos y tiro limpio, para apropiarse unos de los bienes que pertenecen a otros.

Aparte de balazos, mordazas y prisiones empleados contra los rebeldes, habladores y luchadores, el grupo privilegiado y minoritario de terrícolas que gobierna a la inmensa mayoría de bípedos oprimidos desde las instituciones y entidades financieras, pervierte las bases de la convivencia y el derecho, en su propio beneficio.

Hoy se teme más al ser humano que a las tempestades, los desastres naturales, los terremotos, las inundaciones, las dentelladas de felinos, las epidemias exterminadoras, las picaduras de insectos o las mordeduras de cobras. Hoy el ser humano teme a los sartenazos que puedan venirle de animales de su misma especie, pero distinta ralea.

Se teme a los políticos que engañan, a sus decretos exterminadores, a su efecto institucional contaminante de podredumbre y a sus órdenes de guerra. Se teme a la codicia insaciable de los banqueros, a los millonarios sin escrúpulos, a los empresarios explotadores, a los capataces y los verdugos.

Se teme a los terroristas asesinos, a los politiquicías represores, a los violadores lapidarios, a los mercaderes humanos, a los matarifes exterminadores, a los fríos ametralladores, a los torturadores inclementes, a los maltratadores, a los matones a sueldo, a los mercenarios, a los explotadores y a otras subespecies degeneradas de la raza humana, que pueden arruinar la vida del vecino por una sola lenteja.

EL SER HUMANO

EL SER HUMANO

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El oficio más antiguo que existe no es el de ramerío sino el de ejercer como ser humano, algo que no se hace por voluntad propia, sino impuesto por deseo de los progenitores que deciden traer al mundo descendientes, para complacerse en los sucesores y prolongar la especie humana.

El ser humano es un extraño omnívoro, travestido del mono, algo trastocado, bastante trastornado y muy deformado. Perecedero sin redención, bípedo contingente, codicioso insaciable, mártir de sí mismo, soberbio con la naturaleza, inquilino de la Tierra, presunto omnisapiente, náufrago en la vida y cuadrúpedo mental que tropieza cien veces con la misma piedra.

Ejecutor de tareas básicas comunes a otros seres celulares, nace, crece, se reproduce, muere, desaparece y es olvidado, por mucho que pretenda alojarse en la memoria generaciones posteriores y hacerse eternamente perdurable en ficticios paraísos celestiales de felicidad perpetua.

El ser humano viaja sin sexo definido con su eterna insatisfacción sobre los hombros, curioseando por los escaparates en busca de la eterna juventud y la vida perdurable en la pasajera existencia, oponiéndose al inútilmente al ineluctable destino que le espera.

Camina perdido en soledad, sin brújula vital que le oriente, con careta de júbilo para ahuyentar temores y buscando asidero en la prisa de cada día, pretendiendo lograr su particular carpe diem en la agitación que esteriliza el proyecto de regresar a la paz amparadora del vientre materno, donde la sangre nutre la esperanza del renacimiento.

Ignorante de su procedencia y su destino, el ser humano es ajeno a su eventualidad, íntegramente perfectible, genéticamente contradictorio, autocoronado rey del universo con aspiraciones divinas y ambición de eternidad, ignorando que su extinción beneficiaría a la propia especie y al resto de seres vivos, como testifican las guerras y el deterioro de la naturaleza que provoca con sus acciones.