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Etiqueta: Septembrina

GLORIA A LA GLORIOSA

GLORIA A LA GLORIOSA

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Entre el 19 y el 27 de septiembre de 1868 tuvo lugar la revolución progresista Septembrina que destronó a la borbónica Isabel II de los Tristes Destinos, iniciándose el Sexenio Democrático de feliz memoria, inconcluso proyecto democrático con desdichado final, por el fracaso de la Primera República Española.

El descontento popular, político y militar con la monarquía borbónica regentada por Isabel II, no podía terminar de otra forma que con la derrocación del régimen, el destronamiento de Isabel y su expulsión más allá de la frontera pirenaica.

Todo comenzó cuando las fuerzas navales al mando del brigadier Topete se amotinaron en Cádiz, dando el pistoletazo de salida a la gloriosa revolución Gloriosa, ocupando las Juntas Revolucionarias el Gobierno central y retornando los demócratas liberales a los ayuntamientos una vez expulsados los borbones del territorio y recuperada la soberanía nacional, al grito de: «¡Viva España con honra!», resultando llamativo que dos de los tres partidos aliados fueran monárquicos, hartos ya de los desmanes isabelinos.

Facilitaron el éxito revolucionario tres factores: que los militares liberales estuvieran a favor del levantamiento, que la población civil apoyara el movimiento republicano y que la reina estuviera de vacaciones, dormida y paralizada en inmerecidos laureles, ajena a la realidad del país y haciendo las maletas para exiliarse en Francia.

NOSTALGIA DE LA PESETA

NOSTALGIA DE LA PESETA

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La humilde peseta fue nuestra compañera durante 146 años, hasta el 28 de febrero de 2002 en que pasó definitivamente a peor vida para los nostálgicos enamorados de la “rubia”, que la llevaremos en el monedero de los sueños lo que de vida nos quede, porque una amistad tan leal, noble y duradera no puede olvidarse por mandatos del mercado.

En 1737 ya era pieza que valía dos reales de plata de moneda provincial, siendo acuñada con el nombre de peseta en 1809, ante las narices de Napoleón que paseaba con descaro su altanera soberbia por la piel de toro, con ella en el bolsillo, hasta que logramos echarlo de nuestras tierras.

Con pesetas pagó la calenturienta reina Isabel a sus tropas para vencer a los carlistas, mereciendo por ello ser llamados “peseteros”, y con la Gloriosa revolución Septembrina el ministro de la hucha pública, señor Figuerola, jubiló el moribundo escudo, implantando la peseta como unidad monetaria nacional, hasta que hace doce años pasó al baúl de los recuerdos, un día como hoy.

Los de mi generación que manejamos la peseta en nuestra infancia y juventud, recordamos que  por 5 céntimos nos daban una “lágrima” en el quiosco, por 30 céntimos un chicle bazoka, por 50 céntimos un helado del carrito ambulante, por 1 peseta jugábamos al futbolín, por 2 pesetas fumábamos cigarrillos de anís y por 5 pesetas íbamos a la “matinal” del domingo, cuando los millones de pesetas se medían en kilos.

Los mercados financieros, políticos y comerciales mataron la peseta, pero ella vive en el corazón de todos nosotros porque la “rubia” ha sido amiga fiel y orgullo popular que se ganó el afecto y la confianza de quienes la conocimos y nos cobijamos bajo su protección, sin prevenir el desamparo del euro que acechaba en la sombra.

Nunca bajó la peseta el sueldo a funcionarios, ni redujo prestaciones sociales, ni especuló con la pobreza, ni obedeció mandatos externos de usureros globalizados, ni se sometió a prestamistas extranjeros, cumpliendo honradamente su trabajo y luchando dignamente contra las turbulencias económicas, sin que muchos estimaran entonces su valor.