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Etiqueta: sencillez

FERNANDO Y MAYORAL

FERNANDO Y MAYORAL

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Entre Fernando y Mayoral media el filo sutil de doble vida que los separa, y la cadena que los une en persona única, haciendo un todo indisoluble que hermana al hombre humilde en zapatillas domésticas que ama, sufre y lucha, con el genio que camina en la cumbre del arte dejando lienzos y bronces perdurables, por milagro inesperado del óleo y la primigenia arcilla.

Seres complementarios maridados en persona desdoblada sin intención previa ni premeditado afán, por obra y gracia del empeño que ambos ponen en convivir unidos, más allá del vano intento que la fama y el reconocimiento hace inútilmente por individualizarlos, imponiendo bifurcaciones a sus dependientes vidas.

Es Fernando la sencillez hecha costumbre, la cortesía espontánea, el ignorado mérito, la generosidad intelectual y el desprendimiento abierto de quien renuncia a todo sin sobrarle nada; de quien toma vino de pitarra extremeña con amigos en tabernas ocultas a los escaparates sociales, donde Mayoral es condecorado con medallas de oro.

Queda para Fernando la leve voz entrecortada que habla discretamente a la amistad, dejando a Mayoral la sabiduría que lustra con lecciones de arte aulas y tribunas. Permanece en Fernando el tesón, la voluntad, el sacrificio y la vocación irrenunciable de un incansable artista que ha entregado su obra a Mayoral para que este la exponga por calles, plazas y templos, en diferente geografía.

Es para Fernando el trabajo diario, oculto, esforzado y silencioso en el santuario de La Vellés donde la virtuosidad de su humanidad toma cuerpo, dejando para Mayoral los honores otorgados en salones, la popular fama publicitaria y los reconocimientos institucionales, ganados por Fernando entre barro modelado, pigmentos al huevo y pinceles desconocidos para la mayoría de los que a Mayoral aplauden.

Pero ambos, Fernando y Mayoral, saben que unidos seguirán en la salud y la enfermedad hasta que la muerte los separe, llevándose a Fernando al anonimato eterno, mientras que Mayoral gozará de perpetua fama y recuerdo por toda la obra que Fernando modeló y pinceló sin que nadie reconozca su autoría.

MENDOZA: SABIDURÍA, HUMOR Y SENCILLEZ

MENDOZA: SABIDURÍA, HUMOR Y SENCILLEZ

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En el «Día del libro» nos unimos en el tiempo y  la distancia con los amigos que hicieron la ola a Eduardo Mendoza en la Universidad alcalaína, mientras él sonreía con ojos achinados mirando a quienes admiramos su sabiduría humorística, tras alcanzar aquello que se propuso de niño, con solo pretenderlo.

Vocación literaria temprana la de este “relojero de las palabras”, como “árbol con muchas hojas, poco tronco y ninguna raíz”, considerado cervantista, quijotista y modelo de sensatez, que considera a los demás como regaderas ambulantes, permitiéndole esto vivir “perplejo, atemorizado y descontento de cómo va el mundo”.

Este escritor por obra y gracia de su pluma ha sido laureado con el Premio Cervantes por su magistral sencillez literaria, lenguaje directo y divulgación de la expresión popular, llevada a cabo con elegancia expresiva en protagonistas marginales, abandonados al pairo por una sociedad que camina con orejeras sin percibir a quienes sobreviven en el abandono y la miseria.

Eduardo Mendoza mira al mundo desde sus setenta y cuatro años, recordando que con la muerte del dictador nació su primera novela ambientada en la Barcelona natal, describiendo la ciudad condal antes de la incivil guerra y contando a los lectores toda La verdad sobre el caso Savolta, envuelta en luchas sindicales, y merecedora del Premio de la Crítica, antes de entregarnos otras novelas, relatos cortos y ensayos, que le llevaron en 2010 al comercial Premio Planeta, por su madrileña Riña de gatos en el Madrid de 1936.

Como dijo en su comunicado el jurado que le otorgó el premio, fue honrado y dignificado Mendoza con el máximo galardón de las letras españolas por desarrollar su obra “en la estela de la mejor tradición cervantina, con una lengua literaria llena de sutilezas e ironía”, puesta de manifiesto en sus cinematográficas obras La ciudad de los prodigios de Mario Camus o El año del diluvio de Chávarri.

Obra literaria transparente y abierta la de este escritor, limpia, humilde, humorística y popular en el sentido cervantino, que este abogado ya viudo y antiguo traductor, ha puesto en nuestras manos para deleite de quienes nos hemos acercado a sus páginas con espíritu desenfadado y divertido, no exento de anhelo literario, profundidad de pensamiento y valiente contenido.

Mendoza hace suyas las palabras que Ortega dedicó a Cervantes afirmando que el padre del Quijote simpatizaba con todo por haber sufrido sin guardar rencor a nadie, mostrando Eduardo una decencia, rigor, seriedad y compromiso que a todos nos complace, incluso al propio Cervantes, aunque no haya podido entregarle su premio.