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INSOLIDARIA AMNESIA ALEMANA

INSOLIDARIA AMNESIA ALEMANA

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Alemania insiste en seguir dándonos cuartos de vuelta con más recortes hasta que a muchos no les quede ni gota de esperanza en la redención de la miseria donde habitan, desde que los teutones se apropiaron del torniquete, olvidando que en tiempos no muy lejanos se tuvo con ellos la generosidad y la clemencia que hoy niegan a los demás.

Efectivamente, el 27 de febrero de 1953 se inició en Londres el proceso de acuerdo sobre la deuda externa alemana para resolver el enorme endeudamiento de los alemanes, sin aplicarle medidas restrictivas ni políticas de austeridad que hubieran desencadenado una reducción del comercio, decrecimiento de la producción y bajada del consumo, como ellos hacen ahora con varios países europeos.

Se les facilitó a los alemanes el desarrollo y el comercio exterior sin desestabilizar su economía, anulándoles los 25 países acreedores el 62,6 % de la deuda, evitando al mismo tiempo el anatocismo, es decir, el cobro de intereses sobre intereses, y se hizo con la generosidad de olvidar que semejante deuda había sido contraída con motivo de las dos guerras mundiales que promovieron en 1914 y 1939.

La deuda contraída por Alemania antes de la Segunda Guerra Mundial era de 22.600 millones de marcos y la deuda de posguerra ascendía a 16.200 millones, dando un total de ¡38.800 millones marcos! de 1945, que debían pagar a Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Bélgica, Canadá, Ceilán, Dinamarca, Grecia, Irán, Irlanda, Italia, Liechtenstein, Luxemburgo, Noruega, Pakistán, España, Suecia, Suiza, la Unión de Sudáfrica y Yugoslavia, entre otros.

Pero todos estos países le perdonaron 24.300 millones, permitiendo así la pronta recuperación de Alemania, al quedarle solamente una deuda de 14.500 millones pagadera en 57 años, que liquidó el 3 de octubre de 2010, recuperada ya de la ruina y pisando fuerte en todas las instituciones y entidades financieras europeas y mundiales.

El famoso milagro alemán tuvo mucho que ver con la indulgencia y solidaridad de los países acreedores, muchos de los cuales sufren ahora la ingrata amnesia de los alemanes, su escasa generosidad, nula solidaridad y detestable codicia al pretender que Grecia venda el Partenón para enjugar la deuda.

ARMISTICIO

ARMISTICIO

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Se cumplen hoy noventa y cinco años del Armisticio de Compiégne, en que aliados y alemanes decidieron suspender las hostilidades de la primera gran barbarie mundial, sentándose frente a frente, vencedores y vencidos, en un vagón de tren aparcado en el bosque de Compiégne.

La firma del documento no implicaba un compromiso fraternal de ayuda mutua, colaboración recíproca, renuncia a futuras guerras y acuerdo de paz duradera, sino un descanso transitorio para reponer fuerzas y lanzar años después un nuevo ataque más brutal que el anterior, sellando cínicamente el cese de hostilidades con una firma falsificada.

Seis horas se dieron de plazo para acabar con los disparos, exigiendo los aliados que las tropas alemanas se retiraran de los países invadidos a más de 30 km del Rin, y entregaran 5.000 cañones, 25.000 ametralladoras, 3.000 morteros, 1.700 aviones, 5.000 locomotoras y 150.000 vagones de ferrocarril.

Así concluyó el 11 de noviembre de 1918 la locura comenzada el 28 de julio de 1914, a causa del ciego imperialismo de las políticas exteriores llevadas a cabo por diferentes países europeos, utilizando como pretexto para la matanza, el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero del imperio astro-húngaro.

El balance final de la salvaje carnicería, arrojó la cifra de nueve millones de muertos, la desaparición de algunos imperios, el nacimiento de nuevos estados, la creación de la Sociedad de Naciones y – ¡ojo! – porque la radicalización de los nacionalismos europeos y los problemas derivados del Tratado de Versalles, fueron el caldo de cultivo para la Segunda Guerra Mundial.

EL DÍA MÁS LARGO

EL DÍA MÁS LARGO

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Los americanos grabaron en celuloide “el día más largo” de la Segunda Guerra Mundial, contando al mundo la invasión llevada a cabo por los aliados la madrugada del martes 6 de junio de 1944 en las playas de Normandía, para terminar con la expansión nazi, la vida de Hitler y la salvaje guerra que se llevó por delante a millones de seres humanos, sin justificación alguna.

Esa mañana del “día D”, diez divisiones americanas, británicas y canadienses tomaron la playa donde desembarcarían 250.000 hombres y 50.000 vehículos que avanzaron por territorio francés hasta liberar París el 25 de agosto, con la inestimable ayuda de la resistencia francesa que colaboró con las brigadas paracaidistas ocupando la espalda de la primera línea alemana, para evitar la llegada de refuerzos militares nazis.

Nunca mayor matanza libertadora fue tan agradecida ni felicitada. Nunca como entonces el infierno de una playa se convirtió en el cielo redentor. Nunca hubo más trágica paradoja que la muerte salvadora de vidas, porque de haber continuado con éxito la barbarie nazi, ahora no existiría siquiera la raza aria que pretendían, pues se habrían aniquilado entre ellos.

QUE VUELVA EL PAPA JUAN

QUE VUELVA EL PAPA JUAN

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Hace hoy medio siglo que abandonó el mundo Juan XXIII, dejando en la trastienda de su vida las pompas y vanidades que siempre despreció, como reflejan las “florecillas” de su historia, desde los terrones de Sotto il Monte a las alfombras vaticanas que pisó, acomplejado por la pena de no poder redimir a los pobres de la tierra.

Fue Roncalli la bondad, el amor y la generosidad, testimonio evangélico que removió las entrañas de una Iglesia dormida en oscuro pasado, más cercana a los palacios que las chabolas, aunque su fundador pusiera la primera piedra sobre un humilde grupo de pescadores.

En el cincuentenario de su muerte, deben las mitras y capelos desenterrar su Mater et Magistra y Pacem in terris, para exigir al poder financiero que centre su actividad en el valor del hombre y sus necesidades, perdiendo el temor a la socialización de los bienes y promoción de unas estructuras socioeconómicas más justas, como proponía el beato Juan XXIII.

Papa bueno, Papa santo y Papa sabio, que hizo suyos los valores de la Revolución Francesa, poniendo la libertad, la igualdad y la fraternidad como emblema de su bandera, para que la dignidad del hombre ocupara el lugar que corresponde en el Derecho, la política, la sociedad y la economía.

Pocos saben que gracias la mediación del obispo Roncalli los tesoros griegos de Atenas se mantienen en su lugar tras sobrevolar por ellos la barbarie de la Segunda Guerra Mundial, sin poder evitar que la locura de las bombas hiciera de las suyas en un mundo enloquecido de poder por las dictaduras dominantes.

FRANCO VS. HITLER

FRANCO VS. HITLER

Ayer tuve una elocuente conversación con varios amigos que derivó inevitablemente en la penosa situación que están viviendo muchos de nuestros vecinos. Ante ello, uno de los contertulios criticó a Rajoy por no enfrentarse a Merkel, poniendo como ejemplo el mérito y los “huevos” que tuvo Franco negándose a seguir las órdenes alemanas, evitándonos así entrar en la Segunda Guerra Mundial, cuando en Hendaya negó a Hitler la participación de España en la barbarie que asolaba Europa.

Vamos, que según este amigo con Franco no pasaría lo que está pasando, porque Rajoy es un «marianocomplejines» que se está bajando los pantalones ante Merkel para arruinar a los inocentes de la tragedia, en lugar de darle el portazo en las narices como hizo Franco con Hitler.

Bien, pues aclaremos lo que es obligado aclarar, porque no es cierto que el dictador español hiciera lo que la propaganda franquista dicen que hizo, aunque yo esté de acuerdo con este amigo en el sentido de abandonar temores, prejuicios y obediencias a la «cancillera» para seguir el camino que mejor convenga a los ciudadanos, pero no como hizo Franco “poniendo los cojones encima de la mesa”, entre otras cosas porque no los puso, ni los tenía, ya que le faltaba un testículo, según testimonio de sus biógrafos.

Los de mi generación fuimos adoctrinados en que Franco nos libró de los nazis y de la segunda gran guerra, haciendo uso de su excepcional talento político mediante una genial maniobra diplomática, negando a Hitler la piel de toro, en la histórica entrevista que ambos mantuvieron en Hendaya.

Pero las aguas democráticas de la transición, trajeron la verdad por boca de Joaquín Satrústegui desmintiendo el cuento narrado en aulas, periódicos de cinco flechas y radios del movimiento, por los ideólogos del régimen, ya que fue el mariscal Petain, y no Franco, quien nos libró de la tragedia mundial, pues el gallego estaba empeñado en meternos de hoz y coz en ella, presintiendo la victoria alemana, según palabras del mismísimo general Kindelán.