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SECRETISMO NEGOCIADOR

SECRETISMO NEGOCIADOR

Los ciudadanos no merecemos el espectáculo que nos están ofreciendo quienes aspiran a gestionar nuestras vidas; ni el secretismo con que se está llevando a cabo el mercadeo de sillones, envuelto en contradicciones y acusaciones mutuas de mentiras entre los “negociantes”.

Tal situación nos obliga a pensar en alcantarillas políticas por donde discurre la mierda que alimenta a los que en ellas viven. ¿Qué cosas hacen, dicen, negocian, pactan, compran o venden los políticos que no podamos saber los ciudadanos? ¿Es tan grave lo que sucede en esos sumideros de podredumbre como para que se niegue al pueblo el derecho a bajar a ellos, sin temor a ser mordido por los rateros de información que se sientan en las mesas de negociación?

La política de ocultación que están llevando a cabo unos, otros y los de más allá, se relaciona más con beneficios personales, que con el interés general, por que tanto secretismo se sitúa más cerca del falso proteccionismo, que del respeto que los ciudadanos merecemos.

Un país que ha visto complacido la retransmisión en directo del juicio más importante que se ha celebrado en España en muchos años, ¿no está capacitado para ver en directo las negociaciones de los partidos para formar gobiernos, en caso de que tales intercambios se hagan en beneficio de los ciudadanos?

Indignados estamos y disconformes con las migajas informativas que se nos ofrecen y las contradicciones entre las “fuentes” de confianza que tiene cada partido, porque queremos ver y oír al pie de la letra qué propone cada cual, para saber a qué atenernos en futuros comicios electorales.

Tales reuniones secretas tienen más que ver con la autocracia que con la democracia. Sí, porque lo más característico de la oligarquía es el secretismo. Cuando en una democracia se empiezan a hacer las cosas a cencerro tapado, comienza a esparcirse por el ambiente el tufo de las cloacas y los ciudadanos salen huyendo del nauseabundo olor que destilan las fosas sépticas del pudrimiento negociador.

Sabed políticos que nos gobernáis, que la democracia es, sobre todo: luz, taquígrafos, información y verdad. Tened en cuenta que un pueblo maduro como el que pretendéis gobernar ha de estar informado de cuanto sucede entre bastidores y opinar sobre lo que hacen y dicen sus dirigentes en las mesas de negociación. Y no esperéis conformidad a vuestra forma de hacer, formando piña con deformada complicidad, pretendiendo deformar la información que dais a un pueblo formado y harto de deformaciones politiqueras.

SECRETISMO OFICIAL

SECRETISMO OFICIAL

Sucede que a muchos ciudadanos les molesta tener información sobre hechos acontecidos en el pasado que les fueron ocultados cuando se produjeron, por razones que no comprenden. Me refiero al secretismo con que se tratan algunos asuntos que a todos afectan, en el ámbito de la “cosa pública”.

Los políticos tienen entre manos tantos secretos oficiales que se inventaron una comisión para ocuparse de ellos, a partir de unas raras historias que sucedieron con los fondos de reptiles, también llamados reservados.

¿Será cierto que la política tiene alcantarillas por donde discurre la mierda que alimenta a los roedores que en ellas viven? Vamos a ver si alguien puede aclararnos las ideas. ¿Qué cosas hacen, dicen, negocian, pactan, compran o venden los políticos que no podamos saber los ciudadanos? ¿Es tan grave lo que sucede en esas alcantarillas políticas como para que el pueblo no pueda bajar a ellas por temor a ser mordido por alguna rata de esas que merodean en torno a las mesas de negociación?

Yo creo que la política de ocultación de hechos se relaciona más con beneficios personales, que con el interés general. Tanto secretismo habla más de un falso proteccionismo paternalista para ocultarnos la verdad, que del respeto que los ciudadanos merecemos a nuestra madurez. Además, hay personas que se mantienen en sus puestos a fuerza de guardar secretos, porque saben que quien tiene información sobre la mierda que cubre a los poderosos, puede llegar a tener tanto poder como ellos.

Esto de los secretos oficiales tiene más que ver con la autocracia que con la democracia. Sí, porque lo más característico de la oligarquía no es la violencia, como piensan algunos, sino
el secreto. Cuando en una democracia se empiezan a hacer las cosas a cencerro tapado, comienza a esparcirse por el ambiente el tufo de las cloacas y los ciudadanos salen huyendo del nauseabundo olor que destilan las fosas sépticas donde se recogen los muertos anónimos, la compraventa de armas, los traslados ilegales de presos, los crímenes de Estado, la oscura distribución del erario público y otras corruptelas que los políticos pretenden ocultar tras el tupido velo de la complicidad que comparten, disfrazándola de secretos oficiales.

La democracia es, sobre todo: luz, taquígrafos y publicidad. Un pueblo maduro como el nuestro ha de estar informado de cuanto sucede entre bastidores y opinar sobre lo que hacen sus dirigentes. Un pueblo adulto no necesita ninguna tutela para gobernarse, ni poderes moderadores de ficticias tensiones que sólo existen en la mente de los beneficiados palaciegos, ignorantes de la historia de nuestra España. El calor que estamos pasando estos días es un buen momento para derretir las leyendas y cuentos infantiles con que nos durmieron al recuperar la democracia.

No estoy pidiendo a los pintores de escenarios políticos clandestinos que hagan cuadros para los ciudadanos ciegos; ni a los que dirigen la orquesta en los procesos negociadores, que compongan música para quienes están sordos; ni a los que redactan informes, que escriban cartas a los analfabetos. Pido, simplemente, que se respete la inteligencia colectiva. Que retiren los políticos de sus despachos las fotos que tienen del pueblo con los patucos puestos y el chupete en la boca.

Aunque nos den las peores noticias que cabe esperar, es mejor saber lo que está ocurriendo, que ignorarlo. Preferimos saber la verdad, por dura que sea, a vivir engañados. Deseamos conocer los guisos que se preparan en las cocinas políticas, para evitar ser envenenados. Queremos estar informados de las negociaciones y participar en las decisiones, porque es mejor equivocarnos juntos de ruta, que ignorar donde nos llevan, aunque pretendan conducirnos al más poético parnaso.