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Etiqueta: San Juan

NOSTÁLGICA HOGUERA

NOSTÁLGICA HOGUERA

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Con tizón rescatado del cerro de cenizas que la hoguera de San Juan ha dejado en la plazuela de mis juegos infantiles, escribo el recuerdo de aquellos años de hambre, represión, rosario y estraperlo, cuando la libertad se antojaba imposible en sórdidos años de posguerra, sin que los niños percibiéramos la oscuridad en la vivíamos ni los adultos nos explicaran la realidad de aquel tiempo de silencio, leche en polvo, orfandad y mutilados en incivil guerra fratricida.

Recorríamos las casas del barrio pidiendo a los vecinos sillas viejas, armarios desvencijados y otros muebles inservibles para hacer con ellos doméstica torre ardiente en fuego nocturno, mientras los petardos, bengalas y cohetes atemorizaban a los perros, al tiempo que los adolescentes explotábamos “bombas” a los pies de las niñas, como alarde de dominio trasnochado para demostrar con ese atropello nuestra preferencia hacia la vecina que nos alteraba la sangre en solitarias y cálidas alcobas estivales.

Celebrábamos la llegada del solsticio de verano al hemisferio norte, saltando nueve veces sobre los rescoldos de hogueras para ganar protección contra el infortunio amoroso y tener la suerte de encontrarnos al día siguiente con la sonrisa de la falda pretendida, en la tienda de ultramarinos donde nos comisionaban quienes podían hacerlo.

Con el rostro iluminado por el fuego, pedíamos inútilmente que el Sol mantuviera su fuerza, sabiendo que su debilidad iría en aumento a partir de aquella noche hasta alcanzar su límite con la llegada del solsticio de invierno, según explicaciones del maestro, pero manteniendo la esperanza en el fuego purificador como ardiente clavo al que agarrarnos en momentos de dificultad, junto a quienes habían anhelado el milagro de la catarsis depuradora, desde que Adán y Eva inspiraran las primeras páginas bíblicas a los narradores de cuentos, conjurando hechizos y maldades con cantos peticionarios al fuego purificador.

AMOROSO AMOR

AMOROSO AMOR

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Escriben estos renglones los amigos de Facebook, proclamando en mi página de tal «libro de caras» que lo amoroso no es descriptible. Que da paz a la vez que mortifica, endulza, enchoncha, plenifica y emboba, siendo lo mejor y lo peor en su afán de relajar  y abrazar, dando plenitud y felicidad a los enamorados, alternada con preocupación y desilusión, siendo indescifrable misterio.

Lo amoroso provoca aleteo de mariposas en el estómago, nervios desenfrenados, escalofríos, sudores y acelerados latidos con sensaciones vitales únicas e intransferibles, siendo como dijo San Juan de Sahagún aquello que nutre la paz, dando alas e impulsos a la vida, como imparable locomotora que lleva al destino deseado, elevándonos y envolviéndonos como niebla que se extingue cuando el sol lo desnuda.

Unifica lo amoroso la mezcla de todo lo deseable, librándonos de lobos enmascarados de ovejas, odio disfrazado de amor y envidia teñida de amistad, justificando la palabra del poeta: Quiero y no quiero querer /  a quien no queriendo quiero. / He querido sin querer / y estoy sin querer, queriendo. / Si porque te quiere, quieres, / que te quiera mucho más. / Te quiero más que me quieres, / ¿Qué más quieres? ¿Quieres más?

Es lo amoroso misterioso germen que ayuda a florecer, que ocupa de pájaros la cabeza, da sombra, ilumina interiormente, traspasa la piel, ilumina la mirada, ayuda a caminar, reír, celebrar y compartir música, libros, viajes y miradas, confirmación permanente de lo insaciable, saludable, dulce, reconfortante y fortalecedor del amor.

DIOS Y LOS MERCADERES

DIOS Y LOS MERCADERES

Dios y los mercaderes

Mientras algunos evocan la hoy el aniversario de la sublevación de algunos tricornios, yo traigo a esta bitácora la visita que la mercadera Merkel, presidenta de la Unión Demócrata Cristiana – ¡Dios! ¿cristiana? – ha realizado al representante de Cristo en la Tierra, dando la oportunidad al hermano Francisco para decirle que los Jefes del Estado tienen la obligación de proteger a los pobres, respondiendo la jefa de Europa que tratan de hacerlo lo mejor posible, sin explicar para quienes tratan de hacerlo impecablemente bien, porque eso lo saben hasta los marcianos del planeta rojo.

El comportamiento de Ángela y sus palmeros me permite traer a esta bitácora la parabólica metáfora del pasaje que San Juan relata en los versículos 13-25 del segundo capítulo de su evangelio, donde nos cuenta el único acto violento de Jesucristo, cuando encontró a mercaderes y cambistas negociando en el templo, expulsándolos a garrotazos por malversar la voluntad de Dios.

Situación socio-laboral que caricaturizaba hace cien años un dibujante, como puede verse en la viñeta que ilustra el artículo, donde puede verse a Dios aporreando a las beatas, cofrades, obispos, empresarios y ricos, que habían profanado el mensaje evangélico de dar la vida por los hermanos, sin comprometerse con la doctrina que predicaban.

Que nadie busque en el dibujo a líderes políticos, financieros y religiosos actuales porque no los encontrarán, ya que el diseñador ignoraba los rostros que cien años después merecerían ser caricaturizados por el cinismo de declararse cristianos sin compromiso cristiano, como le sucede a la presidenta del partido cristiano alemán.

EL FRESCO MÁS FRESCO DE LA HISTORIA

EL FRESCO MÁS FRESCO DE LA HISTORIA

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Sabemos que el fresco es una pintura realizada sobre pared o techo, después de recubrirlo con mortero de cal, como hizo Michelalgelo cuando pintó la Capilla Sixtina, que luce todo su esplendor con la nueva iluminación que se le ha dado a tan singular obra de arte.

Aplausos que la obra recibe desde hace siglos para compensar los silbidos, críticas y abucheos iniciales con que recibieron los italianos en 1541 el fresco del Juicio Final que pintó Miguel Ángel en el ábside del altar, que fue y sigue siendo la más «fresca» obra de arte que salió de sus manos, no porque la pared estuviera todavía húmeda cuando se mostró al público, sino porque allí los protagonistas del fresco estaban frescos de ropa, es decir, desnudos para escándalo de capelos, mitras, bonetes y fieles católicos puritanos.

Excesivos culos, tetas y penes sueltos, acompañado escenas sexualmente condenadas que provocaron taquicardias en los purpurados, agitaciones en los videntes, perturbaciones en las damas, sonrisas en los pícaros, miradas de reojo entre los guardias suizos y rechazo del respetable, que echaba de menos el recato que tuvo el artista al pintar la bóveda de la capilla 25 años antes, aunque no faltara en dicha obra la exhibición de zonas corporales similares en el techo, pero no en el altar mayor.

El fresco más fresco de todos los frescos, fue la expresión del pesimismo del artista, algo cansado de la vida y de aguantar los caprichos de cinco papas, desde Julio II a Pablo III, sabedores de que el señor Ludovico Buonarroti acabó con el cuello dolorido de tanto mirar al techo y a los lados en los pasillos vaticanos.