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YA EN VARYKINO

YA EN VARYKINO

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Un año más he llegado a mi sosiego reposado de Varykino, pero en esta ocasión más descolgado de mi entorno que en otras ocasiones, por obra y desgracia de quien tuvo el monopolio telefónico y hoy presume de agilidad y movimiento haciéndose llamar Movistar, aunque su comportamiento nada tenga que ver con la publicidad y promesas que difunde en los medios de comunicación y redes sociales, de los que me ha tenido apartado varios días con promesas incumplidas y palabras metálicas de robóticos contestadores telefónicos.

Finalmente, abre de nuevo mi ventana al mundo don César y la voz humana de una mujer de Alierta me alerta de que los técnicos han hecho la conexión informática, quedando pendiente la televisiva para cuando se fundan los casquetes polares con el calor desprendido por la impotencia y malestar que me han producido las ofertas, contraofertas, idas, venidas, llamadas e incomunicaciones.

Aquí estoy en mi Varykino recuperando olvidos de la memoria, con la nostalgia de saber que un año menos me aguarda este remanso y la felicidad de vivir un año más la recarga anímica que este retiro me concede, lejos de la prisa urbana, la celeridad del asfalto y los gritos nocturnos callejeros de la movida provocada por inmóviles cerebros.

Bienvenido todos a esta vuestra casa, desde la que seguiré en mi empeño por mantenerme despierto cada madrugada, anhelante por disfrutar las novedades que me tendrá reservadas cada nuevo día.

DESDE MI VARYKINO

DESDE MI VARYKINO


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Tras varios días de cambios, adaptaciones, idas y venidas, estoy asentado en mi particular Varykino estival, donde el silencio facilita el descanso, la luz ilumina los rincones más oscuros, el asfalto se hace olvido, la distancia facilita el aislamiento, el jardín reverdece la esperanza, la vecindad se aleja y el frescor despierta el ánimo.

Cíclico retorno al sosiego extraditador de cláxones que conduce a una paz distanciada de cánticos embriagados de madrugada, cuando el festivo bullicio juvenil hace intransitables las aceras y el ritmo trepidante de los altavoces llega al dormitorio urbano golpeando los tímpanos del insomnio en el velatorio nocturno.

Regresar a Varykino lleva a la recuperación de la memoria perdida en el invierno de la ciudad, donde las fotos en sepia no tienen cabida en la estrechez del espacio familiar reducido a un metro cuadrado por los especuladores de la piqueta, el yeso, las tejas y ladrillos.

Extramuros de la ciudad, el refugio sedentario del alma custodia la historia personal en los archivos domésticos donde recuperan vida páginas vitales en recortes de periódicos y diarios escolares que reflejan la experiencia de las aulas, cuando el verano se antojaba regalo pasajero  escapado de las manos antes de atraparlo.

Se abre una vez más el remanso de Varykino, llegando este año con imposible vocación de eternidad, cerrando el paso a la nieve y los cielos grises, pero avisando que el regreso de las aves a las tierras calidad del sur, me devolverá de nuevo al abrigo familiar del fuegoil urbano en el subsuelo de las calderas.