MUERTE POR CONTROL REMOTO
Patriot, Tomahawk y Exocet no son nombres de animales domésticos, ni ICBN, THAAD o PAC siglas de organizaciones solidarias, sino hijos herederos de las bombas V1 y V2 que masacraron distancia cientos de seres humanos, apretando simplemente un botón.
Las guerras modernas dejan claro que el asalto de trincheras a bayoneta calada para ensartar en ella el cuerpo de un congénere, ya forma parte de la indeseable historia guerrera, porque ahora se mata limpiamente a distancia y sin correr riesgos el matarife.
Con macabro humor, dicen los profesionales de la guerra que no se trata de dar la vida por la patria, sino de que el enemigo la dé por la suya, gastando mínimas energías, rentabilizando al máximo la muerte y provocando que desaparezcan el mayor número de adversarios en el menor tiempo posible.
Las guerras televisadas son las mayores superproducciones cinematográfica mundiales, en las que no hay protagonistas visibles de las acciones directas porque los guerreros se ocultan a las miradas de millones de espectadores, que ven asombrados como se volatilizan casas, tanques y refugios, con misiles de diferente alcance.
Filmes reales que cuestan la nadería de ¡billones de euros!, empleados para eliminar otros seres humanos, esparciendo la hambruna en cada disparo, olvidando que podría erradicarse el hambre en el mundo si se dedicara a combatirla con el dinero empleado en eliminar peligros virtuales inexistentes.
La tecnología de guerra pone en evidencia el mayor desprecio por la vida humana que imaginarse pueda, asesinando fríamente a miles de personas a distancia, por control remoto de mortíferos proyectiles concebidos para matar.