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Etiqueta: Público

PROTECCIÓN DE LA INTIMIDAD

PROTECCIÓN DE LA INTIMIDAD

La Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre, de Protección de Datos de Carácter Personal, tiene por objeto garantizar y proteger el tratamiento de datos personales de los ciudadanos, preservando así su intimidad. Algo que no solo afecta a la privacidad de los ficheros oficiales y profesionales custodiados en Instituciones, despachos, consultorios, empresas y comercios, sino a todo aquello susceptible de difundir arbitrariamente datos personales de ciudadanos, por reducido que sea el ámbito de difusión.

Esto obliga a que en todas las oficinas públicas, consultorios médicos, salas de espera, entidades bancarias, empresas y negocios donde se atiende al público, haya espacios reservados donde las conversaciones y los datos que se manejen del ciudadano, no puedan ser escuchados por quienes comparten el lugar donde tienen lugar tales encuentros.

Digo esto, porque el pasado miércoles acudí a una compañía aseguradora donde atienden varios empleados y empleadas a los asegurados, en espacio próximo y abierto donde estábamos una docena de personas en turno de espera, enterándonos de los problemas de cada cual, de los números de identidad, las dolencias, enfermedades, tratamientos, direcciones, números de teléfonos y otros datos de los asegurados que iban siendo atendidos por los empleados y empleadas de la aseguradora, debido al tono y falta de privacidad de las conversaciones, por carecer de aislamiento adecuado para las entrevistas.

Algo que no es exclusivo de dicha aseguradora ni de algunas instituciones oficiales que tienen las mesas de atención al público tan cercanas y abiertas que los datos personales de quienes son atendidos se difunden al resto de funcionarios, colegas y ciudadanos en espera de ser atendidos.

No se precisa la imposición de la Ley citada en la cabecera del artículo para que los datos personales estén protegidos en tales casos, puesto que el respeto a la intimidad de cada cual exige que en todos los lugares de atención pública existan espacios reservados para ello, de forma que lo tratado en dicho ámbito cumpla el requisito de privacidad que demanda la intimidad personal de cada cual.

ALTERNATIVA COMO ESPECTADOR

ALTERNATIVA COMO ESPECTADOR

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Invitado por tres conocidos y populares amigos salmantinos, acudí ayer con ellos por primera vez a una plaza de toros, ocupando la contrabarrera que teníamos reservada en plaza de toros de Ledesma, para recibir mi bautismo taurino de la sabia mano de estos grandes aficionados.

La impresión de este neófito es que el espectáculo tiene colorido, sabor a polvo en la lucha mantenida por un trágico muñeco contra la fuerza bruta a ritmo de pasodoble, y complacencia de humanidad espesa que jalea con pañuelos blancos al comisario, censurando con silbidos su escasa generosidad hacia los toreros.

Desfile en carroza de chiquillas coronadas con gesto tímido hasta ser liberadas por los damos con ramos de flores entre aplausos; peñas de jóvenes jaleando el espectáculo; y un cantaor silenciando la centenaria plaza ledesmina con tres coplas a los toreros, a modo de saetas procesionales andaluzas.

Oyendo las explicaciones de mis anfitriones sobre la trágica ceremonia que presenciábamos, no puedo negar al valor ritual de la misma, ni la riqueza de vocabulario que la acompaña, ni la entrega del variado público, ni el juego democrático de la petición de oreja, aunque el presidente tenga la última palabra en esta diversión pentacentenaria.

Y en medio del espectáculo, un golpe de glamour con la presencia del modelo de Loewe y Armani rodando por el suelo en una embestida que alarmó a la condesa de Bornos y Grande España, tras aceptar sonriente el brindis de otro torero entre los silbidos y abucheos de buena parte del público, que Esperanza Aguirre no tomó en cuenta, como si las quejas del respetable fueran para sus vecinos de contrabarrera y la cogida de Cayetano un asunto de menor importancia.

¡Ah!, los que tengan buen ojo pueden vernos a los cuatro en la foto de este digital salmantino, como testimonio de verdad, aunque amigos escépticos no acaben de creérselo.

BUSCONES PÚBLICOS

BUSCONES PÚBLICOS

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Al decir «buscones públicos» no me refiero a varones homologados con busconas y meretrices que venden su cuerpo, sino a los que prostituyen la administración pública y las entidades financieras convirtiendo los despachos en alcobas de mancebía, donde la ética se arrastra por los desagües camino del vertedero social y la moral pública huye espantada ante descaradas mentiras oficiales.

Hablo, pues, de personas que venden su alma por una lenteja. Incluyo en ese colectivo de buscones a los que ponen en almoneda su conciencia y con ella la conciencia ciudadana que a todos pertenece, comerciando con bienes ajenos sin escrúpulo alguno. Es decir, describo personas que tienen emputecida la ética por una detestable codicia que hincha sus venas y enrojece sus pupilas de tanto jugar con el futuro que a los demás pertenece.

El profeta predijo en el libro sagrado que el número de tontos en la tierra sería infinito, sin tener en cuenta que los usureros, explotadores, mangantes y corruptos multiplicarían esa cantidad en tiempos insolidarios, haciendo de las Escrituras un pasatiempo para sus golpes de pecho, sin compromiso con la doctrina que lucen en bandolera los sepulcros blanqueados que van en procesión por despachos oficiales, consejos de administración de entidades financieras y sacristías políticas.

TIEMBLA «PÚBLICO»

TIEMBLA «PÚBLICO»

Tiemblan los cimientos del diario Público y con él temblamos todos los que aspiramos a su permanencia, porque nada hay más triste en el mundo informativo que el cierre por defunción económica de un periódico, cuyas páginas no merecen la desaparición de los escaparate en quioscos de prensa.

Tal vez si la crisis provocada por quienes viven al margen de ella, estuviera un metro por encima del pozo donde nos han metido, 160 familias no estarían ahora tiritando. Tal vez si la caída de publicidad no fuera del 50 %, los acreedores no harían cola en el nº 104 de la calle Coleruega. Tal vez si Público hubiera aceptado anuncios de prostitución, sus 300.000 lectores no vibrarían ante la posible desaparición de un periódico público, progresista y plural.

Llevo toda mi vida soñando con una prensa libre, independiente de partidos políticos,  defensora de los valores que dignifican la sociedad, emancipada del poder, crítica sin especulaciones oportunistas, liberada de servidumbres financieras, imparcial sin atisbo de subjetividad y luchadora por la justicia.

Llevo toda mi vida soñando con periodistas despojados de ideologías cuando toman la pluma o el micrófono, honestos en actitudes y compromisos, sin prejuicios ni previas ideas que determinen su conducta, moralmente íntegros, rigurosos intelectualmente y respetuosos en las críticas.

Llevo toda mi vida soñando con periódicos que sean fuente veraz de información para quienes en el futuro investiguen nuestro presente en las hemerotecas. Periódicos donde la manipulación de noticias sea más noticia que un rabo mordiendo al perro.

Pero si esto no es posible porque las subvenciones oficiales del partido de turno no son gratuitas o las exigencias de las marcas comerciales que nutren sus arcas con la publicidad no permiten cumplir los objetivos que justifican la existencia de los periódicos, más vale que éstos no lleguen a los lectores si sus páginas someten el servicio público a los beneficios del pagador y de sus mercenarios.