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PUBLICIDAD EMBAUCADORA

PUBLICIDAD EMBAUCADORA

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“Agítese bien antes de usar”, dicen las instrucciones como paso previo al empleo de un producto que está decantado en el recipiente que lo contiene, para que la mezcla de sustancias se homogeneice y reparta por todo el espacio, mezclándose bien los componentes incluidos en el recipiente donde se alojan.

De igual forma, los publicistas embaucadores agitan las mentes de los posibles compradores antes de seducirlos en su propio beneficio como si fueran componentes de la mezcla humana que se pretende homogeneizar para que irremediablemente adquieran todas el producto comercial que se les quiere vender.

La publicidad comercial consiste en divulgar anuncios a través de los medios de comunicación social para atraer posibles compradores del objeto anunciado, presentando el producto de forma que estimule el ánimo de los ciudadanos para que echen mano al bolsillo y se lo lleven a su casa.

En toda publicidad hay una intención embaucadora por parte del anunciante para seducir a potenciales clientes, aunque el propósito no siempre sea honesto y sincero, porque en ciertas ocasiones los publicistas tratan de engañar con imágenes y palabras alejadas de la realidad que subyace en el mensaje enviado a través de la pantalla.

Otras veces tratan de crear la necesidad de comprar lo innecesario, movilizando la voluntad de las personas ávidas de consumo y dispuestas a comprar lo que le ofrezca el anunciante, aunque el objeto adquirido acabe rodando por la casa hasta terminar en la basura o transferido como regalo a otros propietarios, porque el poder de penetración social que tienen los embaucadores comerciales es muy grande y su capacidad seductora casi ilimitada, consiguiendo vender helados en el Polo Norte, protectores solares para espectáculos nocturnos, agua junto a los manantiales y estufas en el desierto.

TIEMBLA «PÚBLICO»

TIEMBLA «PÚBLICO»

Tiemblan los cimientos del diario Público y con él temblamos todos los que aspiramos a su permanencia, porque nada hay más triste en el mundo informativo que el cierre por defunción económica de un periódico, cuyas páginas no merecen la desaparición de los escaparate en quioscos de prensa.

Tal vez si la crisis provocada por quienes viven al margen de ella, estuviera un metro por encima del pozo donde nos han metido, 160 familias no estarían ahora tiritando. Tal vez si la caída de publicidad no fuera del 50 %, los acreedores no harían cola en el nº 104 de la calle Coleruega. Tal vez si Público hubiera aceptado anuncios de prostitución, sus 300.000 lectores no vibrarían ante la posible desaparición de un periódico público, progresista y plural.

Llevo toda mi vida soñando con una prensa libre, independiente de partidos políticos,  defensora de los valores que dignifican la sociedad, emancipada del poder, crítica sin especulaciones oportunistas, liberada de servidumbres financieras, imparcial sin atisbo de subjetividad y luchadora por la justicia.

Llevo toda mi vida soñando con periodistas despojados de ideologías cuando toman la pluma o el micrófono, honestos en actitudes y compromisos, sin prejuicios ni previas ideas que determinen su conducta, moralmente íntegros, rigurosos intelectualmente y respetuosos en las críticas.

Llevo toda mi vida soñando con periódicos que sean fuente veraz de información para quienes en el futuro investiguen nuestro presente en las hemerotecas. Periódicos donde la manipulación de noticias sea más noticia que un rabo mordiendo al perro.

Pero si esto no es posible porque las subvenciones oficiales del partido de turno no son gratuitas o las exigencias de las marcas comerciales que nutren sus arcas con la publicidad no permiten cumplir los objetivos que justifican la existencia de los periódicos, más vale que éstos no lleguen a los lectores si sus páginas someten el servicio público a los beneficios del pagador y de sus mercenarios.

SECRETOS OFICIALES

SECRETOS OFICIALES

Ignoro si algunas de las cosas que ocurren en España, también suceden en todos los países, pero no me gustaría que así fuera porque se pasa mal cuando uno se entera de ciertos hechos acontecidos en el pasado, de los que no se tuvo noticia cuando sucedieron.

Me refiero al secretismo con que se tratan algunos asuntos que a todos nos afectan, como suele ocurrir en el ámbito de lo que se ha dado en llamar “cosa pública”. Los políticos tienen entre manos tantos secretos oficiales que crearon entre ellos una comisión para que se ocupe del tema, a partir de aquellas raras historias que sucedieron con los fondos de reptiles, también llamados fondos reservados.

¿Será cierto que la política tiene alcantarillas por donde discurre la mierda que alimenta a los roedores que en ellas viven? Porque, vamos a ver si alguien puede aclararnos las ideas. ¿Qué cosas hacen, dicen, negocian, pactan, compran o venden los políticos que no podamos saber los ciudadanos? ¿Es tan grave lo que sucede en esas alcantarillas políticas como para que el pueblo no pueda bajar a ellas por temor a ser mordido por alguna rata de esas que merodean en torno a las mesas de negociación?

Yo creo que la política de ocultación de hechos se relaciona más con los beneficios personales, que con el interés general. Tanto secretismo me habla más de un falso proteccionismo paternalista para ocultarnos la verdad, que del respeto que los ciudadanos merecemos a nuestra madurez. Hay personas, amigos, que se mantienen en sus puestos a fuerza de guardar secretos, porque saben que quien tiene información sobre la mierda que cubre a los poderosos, puede llegar a tener tanto poder como ellos.

Para mí que esto de los secretos oficiales tiene más que ver con la autocracia que con la democracia. Sí, porque lo más característico de la oligarquía no es la violencia, como piensan algunos, sino el secreto. Cuando en una democracia se empiezan a hacer las cosas a cencerro tapado, comienza a esparcirse por el ambiente el tufo de las cloacas y los ciudadanos salen huyendo del nauseabundo olor que destilan las fosas sépticas donde se recogen los muertos anónimos, la compraventa de armas, los traslados ilegales de presos, los crímenes de Estado, la oscura distribución del erario público y otras corruptelas que los políticos pretenden ocultar tras el tupido velo de la complicidad que comparten disfrazada de secretos oficiales, pues no quedan bonzos en la vida pública.

La democracia es, sobre todo: luz, taquígrafos y publicidad. Un pueblo maduro como el nuestro tiene que opinar sobre lo que deben hacer sus dirigentes; ha de estar informado sobre las acciones que realizan; y no necesita ninguna tutela real para gobernarse, ni poderes moderadores de ficticias tensiones que sólo existen en la mente de los beneficiados palaciegos, ignorantes de la historia de nuestra España. Es necesario encender la hoguera para quemar en ella leyendas y cuentos infantiles con los que nos han dormido desde que recuperamos la democracia.

No estoy pidiendo a los pintores de escenarios políticos clandestinos que hagan cuadros para los ciudadanos ciegos; ni a los que dirigen la orquesta en los procesos negociadores, que compongan música para quienes están sordos; ni a los que redactan los informes, que escriban cartas a los analfabetos. Pido, simplemente, que se respete la inteligencia de los ciudadanos. Que retiren los políticos de sus despachos las fotos que tienen de os vecinos con los patucos puestos y el chupete entre los labios.

Aunque nos den las peores noticias que cabe esperar, es mejor saber lo que está ocurriendo a ignorar cuanto sucede. Es mejor equivocarnos juntos de ruta, que ignorar donde nos llevan, aunque pretendan conducirnos al más poético parnaso.