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Etiqueta: profecías

DEVANEOS DE MADRUGADA

DEVANEOS DE MADRUGADA

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Utilizar una lápida de cementerio como mesa de trabajo, es el camino más directo para el suicidio moral y la pudrición de las manos que sobre la losa intentan ocultar la identidad de la persona que descansa bajo ella, tras llegar al desempleo, la inanición y el desahucio, empujado por una sociedad sustentada en la especulación, la indiferencia y el desprecio.

Intento baldío es pretender recuperar los besos de labios enamorados de otros labios que olvidaron el pasado haciendo imposible el camino de regreso, porque las agujas no retrasan el tiempo en los relojes, cuando la esperanza se encapsula en otra alcoba y las antiguas promesas de permanencia se pierden en las alcantarillas del olvido sin posible redención.

Estéril es todo esfuerzo por devolver la lozanía a la piel cuando el tiempo traza surcos sobre ella, las grietas se reflejan en el espejo y las fotografías en sepia refuerzan la huida del satén, sin que el deseo de permanencia pueda ser cumplido por la frustración de los pliegues.

Inútil hace la parca el deseo expresado en los epitafios, porque el Viento borra las inscripciones con soplos desmemoriados, cambiando las letras esculpidas sobre el mármol haciendo imposible la petición de quienes compartieron la existencia y juraron recuerdo eterno, hasta que la muerte dio con su paradero.

Los ojos son inalterables pero las miradas cambian y se distinguen las lágrimas por el brillo que dejan en las pupilas, siendo incompatible la mirada luminosa del feliz encuentro amoroso con la opacidad luctuosa de la muerte, aunque las profecías anuncien escaramuzas con vocación de eternidad, ignorando que los párpados se cierran sin descifrar el misterio.

AMÉN

AMÉN

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amen

En este Sábado Santo, preludio de resurrección, me acerco de puntillas a la semítica palabra “amén”, que cierra todas las oraciones, plegarias y devociones de los creyentes occidentales, para que las alabanzas, ruegos y peticiones de los cristianos se cumplan, rogando a Dios que “así sea”.

Pues eso, que así sea, ya que no puede ser de otra manera, por mucho que nos mordamos el alma pretendiendo que los hechos ocurran de manera diferente a como suceden, tratando de evitar la despedida final de la vida, sin que a la “enemiga fiel” le importe demasiado el eterno deseo humano de sobrevivencia, tan socorrido en las religiones.

Decir amén ratifica firmeza, confianza, creencia, lealtad y seguridad en la fe, aunque los rabinos llegaron en sus discusiones sobre leyes judías, costumbres y tradiciones, a concluir que la palabra “amén” es un acrónimo que significa “Dios es un Rey en el que se puede confiar”.

De los judíos tomaron prestada esa palabra los cristianos y musulmanes y “así fue” como se hizo cuerpo en la liturgia, las plegarias y el pentagrama, como sucede en esta versión que Andre Rieu nos ofrece para deleite de los lectores que quieran vibrar conmigo oyéndola, cantándola y bailándola con ellos ante la pantalla del ordenador:

http://www.youtube.com/watch?v=cNoKFcQZL5c&list=RDcNoKFcQZL5c

Para los más veteranos como yo, queda la versión de Gospel, con sabores juveniles, cuando la oración era costumbre, la creencia ritual, el asentimiento firme, la ingenuidad creciente y la fe ciega, antes de que la razón se abriera paso en las pilas bautismales, temblara la catequesis y fueran borradas las profecías de Balaam en los textos escolares de Doctrina Sagrada.

SUPERSTICIONES

SUPERSTICIONES

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Paseaba con unos amigos por la ciudad, sin poner atención en que mis pies iban a pasar bajo una escalera apoyada en la pared, cuando uno de ellos quiso detener mi marcha con una orden más tajante que la recibida por Abraham de Yavé al levantar el cuchillo para sacrificar a su hijo.

No hice caso al “detente” y continué mi camino bajo la escalera sin saber que había atentado contra el dogma de la santísima superstición, al pasar por aquel triángulo que representaba la puerta de entrada al mundo de los espíritus, tranquilizando a mi compañero al mostrarle mi cuerpo sin tara ni mutilación alguna tras pasar por el arco triangular, pero desconfiando que su alma hubiera quedado dolorida viendo sufrir la mía.

No acepto ideologías, supersticiones, cuentos, visiones, profecías o narraciones contrarias a la razón, que atribuyan explicaciones mágicas a fenómenos alejados de la evidencia científica o la cotidiana realidad donde vivo, porque me bastan mis propias convicciones para dar respuesta a las preguntas de la vida y contestar al interrogante de la muerte.

Pero tranquilicé a este amigo diciéndole que cuando rompo un espejo, contrarresto el maleficio sacando una herradura. Si me cruzo con un gato negro, le doy a oler un trébol de cuatro hojas. Al derramar sal, me pongo al revés la ropa interior para alejar malos conjuros. Supero la triscaidecafobia sentándome en la mesa de la última cena. Si alguien abre un paraguas en casa yo derramo vino sobre una pata de conejo. Y para alejar malos espíritus, conjuros, maleficios y beneficios, me inyecto diariamente unas dosis racionales de sentido común y toco madera, llevándome la mano a la cabeza ante las estúpidas supersticiones que andan sueltas por el mundo.