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QUISIÉRAMOS SABER

QUISIÉRAMOS SABER

Vuelan sobre nuestras cabezas como evangélicas lenguas de fuego algunas preguntas sin respuesta satisfactoria, que convierten los interrogantes en escabrosos enigmas pendientes de resolver, obligándonos a exigir una solución inmediata que nos libere de la ignorancia en que quieren mantenernos los propagandistas de respuestas sin sentido.

Muchos quisiéramos saber por qué tenemos que pagar un canon digital para que un grupo de estafadores judicialmente encausados se hagan millonarios con las recaudaciones que una ley abusiva nos obliga a pagar.

Quisiéramos saber por qué la justicia adapta su velocidad al infractor, se deja politizar en silencio con la cabeza sumida, permite que se escapen por las fisuras delincuentes de guante blanco y tolera resignada la burla de los políticos.

Quisiéramos saber por qué los ciudadanos no desempolvan guadañas, hoces y estacas dieciochescas frente a quienes les han llevado a la quiebra económica y moral, mientras los “delincuentes” siguen especulando con la ruina de los vecinos.

Quisiéramos saber por qué se escamotea el IVA, se ocultan trabajadores,  se falsean facturas, se cobran subvenciones indebidas, se hacen operaciones negras, se ocultando capitales, se crean empresas tapadera, es decir, se defrauda al Estado.

Quisiéramos saber por qué hay tanto politiquero suelto, tanto usurero en consejos bancarios, tanto especulador sin escrúpulos, tanta púrpura entre sagrarios, tanto empresario explotador y tanto pícaro por las esquinas de trabajo.

Quisiéramos saber por qué no se han descubierto vacunas contra el síndrome de la Moncloa, el partidismo político, el talibanismo religioso, la oposición irracional, el enfrentamiento sistemático y la hipocresía legalizada.

Quisiéramos saber por qué se mantiene una ley electoral que permite acceder a cargos públicos a imputados en casos de corrupción, al tiempo que cierra listas electorales prohibiendo a los ciudadanos elegir directamente sus representantes.

Quisiéramos saber por qué la jerarquía católica y los profesionales de la virtud que administran la fe de los creyentes, se encuentran tan alejados del pueblo sencillo que adoctrinan, del evangelio que predican y del Dios que patrocinan.

Quisiéramos saber por qué los 1,6 trillones de dólares que se utilizan en fabricar armamento, defender territorios y ¡pacificar guerras!, no se emplean en fomentar el desarrollo de los países pobres, como verdadero camino hacia la paz.

Quisiéramos saber, en fin, por qué el único ser racional que habita la Tierra no utiliza la razón para organizar un mundo más feliz, equitativo, justo, civilizado, pacífico, solidario y culto, donde podamos vivir con la dignidad que merecemos.

 

POLVORÍN GRIEGO

POLVORÍN GRIEGO

No me he cansado de predecir durante años la revolución del sur, porque nunca me pareció normal que mientras en el norte discutíamos sobre la calidad del chocolate, en el sur muriera cada cinco segundos un niño de hambre. La respuesta a tan ominosa situación tiene que pasar por la revolución de los millones de sureños, hartos de que explotemos su territorio los norteños, esquilmemos sus recursos, chantajeemos su trabajo y los tengamos mendigando por las alcantarillas despojos que arrojamos a las cloacas los ciudadanos del norte.

Pero las cosas han cambiado a peor porque el sur se ha extendido incluso a los territorios del norte. La ambición de los que están en el ártico social donde habitan politiqueros, constructores, banqueros y especuladores, ha roto el saco de la paciencia ciudadana y ahora peligra la paz mundial, porque los sureños del mundo se están pertrechando de razón y tienen en su poder el más devastador ariete, al que han sustituido la cabeza del carnero por una bomba capaz de terminar con el desamparo que llevan sufriendo desde que la Humanidad tomó este nombre.

Es un arma invisible con tal poder de destrucción que si se proponen utilizarla aniquilarán todo lo que encuentren a su paso. Es madre de hijas menores como el hambre, que a muchos ha obligado a abandonar familia y raíces en busca de espacios donde saciarla.  Armamento tan poderoso sólo está en poder de quienes no tienen nada que perder y están dispuestos a perderlo todo, incluso la vida.

¿A qué puede temer quien sobrevive bebiéndose las lágrimas de su familia y ofreciendo las suyas a su hijos? ¿Con qué argumentos pueden serenarse los ánimos de quienes están en el paro viendo como unos pocos nutren sus arcas con salarios y beneficios que alejarían el hambre del mundo si todo se repartiera un poco más?

Ya no existen tierras de promisión, ni trabajo, ni alimento, ni futuro, ni esperanzadoras cigüeñas presagio de bonanza. El territorio sureño se expande poblándose de buitres especuladores girando en corrientes térmicas políticas buscando la presa para rapiñar desahucios, embargos, despidos, joyas familiares, decomisos, retenciones, bloqueos e incautaciones.

El plan de ajuste griego pretende obtener 78.400 millones de euros en cinco años, a base de impuestos, privatizaciones y recortes públicos. Pero en este apretón de cinturón no se mencionan los bancos, ni los políticos, ni los depredadores. Son los inocentes de la crisis quienes tendrán que pagar la ineptitud de los polítiqueros, la usura de los bancos y la ambición de los estraperlistas, con el silencio cómplice de las iglesias que no se atreven a tirarse al ruedo.

Tradicionalmente se ha dicho que cuando Alemania o Francia estornudan, se acatarra toda Europa, pero hoy es más cierto que la revolución griega está haciendo temblar al mundo político y financiero, porque los descendientes de aqueos, dorios, jonios y eolios se han hartado de soportar incompetentes, corruptos y explotadores, que actúan con total impunidad, amparados por inmunidades parlamentarias que los eximen de ser juzgados y apresados.

Con los “indignados” puede hablarse porque no han llegado al límite de su paciencia, pero los “desesperados” que nada tienen que perder, rechazan apelaciones al Estado de Derecho, peticiones políticas europeas, reclamaciones de bancos mundiales y votos parlamentarios. A la desesperación se llega por vía del hambre y la hartura, agotada ya la resignación. Y cuando el hambre y la frustración se abren paso, se pone en juego la vida para exterminar al adversario, con tal de sobrevivir y vencer el desengaño.

 

MANIFESTACIONES

MANIFESTACIONES

Un megáfono con la voz ronca anunciaba en los Cantones que la manifestación organizada para el día de hoy por los “indignados” a las siete de la tarde, comenzaría en la plaza de Orense. Pedía el portavoz, orden y respeto durante la marcha, invitando a los asistentes a maniatar alborotadores, apedrear apedreadores y poner bozales a los provocadores para abrochar insultos, con objeto de ir juntos en paz camino de la guerra. También pedía que las enseñas de partidos políticos y banderas sindicales se humedecieran con gasolina y fueran a la pira, sin sus dirigentes, claro, aunque no faltaran ganas de hacerlo.

Dejaba claro el pregonero, que el 15-M es un movimiento ciudadano independiente de siglas y colores, amamantado por una situación insostenible, de la que han salido beneficiados quienes la han provocado, mientras las inocentes víctimas anónimas de la catástrofe están sufriendo daños colaterales, hambre real y sed de justicia condenatoria, al tiempo que detestan ser bienaventurados evangélicos.

Las manifestaciones de hoy deberían activar sumarios judiciales pendientes y abrir muchas celdas en cárceles españolas para que en ellas entren bajo palio quienes se dan golpes de pecho en los reclinatorios con la mano derecha y embargan por la izquierda a quienes han arruinado. La marcha de esta tarde debería eliminar los brindis oficiales, privilegios, dietas, salarios y holgazanería de aquellos políticos preocupados por su cuenta corriente y la de sus familiares y amigos, en un ejercicio de nepotismo detestable. Las manifestaciones tendrían que desnudar de cintura para arriba los consejos de administración bancarios abriéndoles la válvula pulmonar de oxígeno financiero para dar aquello que les sobra, a quienes todo les falta.

Pero más que nada, estas manifestaciones deberían eliminar la sordera política del ejecutivo, la indiferencia de los escaños y el desprecio de los banqueros, para que nunca más haya que desempolvar pancartas pidiendo lo que por derecho corresponde, sin necesitar defensa alguna. No pretenden los “indignados” negarse a los necesarios ajustes que han de venir, sino a que sigan sin ajustarse el cinturón quienes más tienen y se mantenga la politiquería de politiqueros que asientan sus ombligos en sillones mercenarios.

Con estos deseos en la cabeza y el corazón enrojecido de impotencia, irán miles de ciudadanos a las manifestaciones de hoy, llevando en el punto de mira a quienes han pretendido mostrar este movimiento ciudadano como algo que no es, para justificar las porras y ahogarlo en la nada metafísica antes de que llegue a más.

Son muchas energías y tiempo consumido en reivindicaciones innecesarias, por su evidencia. Muchas las lágrimas vertidas, mucha la frustración soportada y grandes las esperanzas perdidas, por lo que no queda otra opción que la rebeldía democrática pacífica. Pero si ésta no se atiende habrá que desempolvar la ira evangélica contra los mercaderes de la felicidad ajena.

Deben saber los dirigentes políticos, financieros, sociales y religiosos, que un “indignado” herido es peor que un miura corneado, y en estos momentos gran parte de ciudadanos están heridos y al acecho, hartos de encomendarse a la santa paciencia, asistir a novenas parlamentarias con resignación y suplicar una redención que parece no llegarles, porque nuestra sorda democracia  resuelve los problemas dándoles una pancarta a los manifestantes, para que todo siga igual.

POLITIQUEROS

POLITIQUEROS

Versodiario 11:

En la selva donde estamos                                                                                                                  ¿ganan? los depredadores                                                                                                                  que se llevan a dos manos                                                                                                                  el dinero y los favores

POLITIQUEROS

Los sabios intelectuales que sientan sus nobles posaderas en los sillones de la Institución encargada de limpiar, fijar y dar esplendor a nuestra lengua, nos advierten que hombre político es persona que interviene en las cosas del gobierno y negocios del Estado.

Listos los académicos – como era de esperar – no aclaran qué son las “cosas del gobierno”  ni a qué se refieren con “negocios del Estado”. En todo caso, con la buena voluntad que nos asiste sabemos de quiénes están hablando. Se refieren a hombres dignos, generosos, sacrificados y solidarios, que ponen su sabiduría, tiempo y trabajo al servicio de la comunidad que gobiernan, con desinterés y abnegación.

Grupo social – como todos sabemos –  casi extinguido, del que apenas si quedan algunos ejemplares residuales en cavernas megalíticas, sótanos medievales y pozos ciegos, donde han sido desterrados por sus voraces sucesores. Plaga bíblica que nos invade y arruina con su insaciable ambición de privilegios, sus tarjetas platino, viajes en primera clase, dietas de sueldos mileuristas, salarios inimaginables, jubilación eterna y complementos adicionales de dudosa procedencia, origen en algunos casos de causas judiciales que no les impiden carcajearse impunemente en su trono democrático de la pobre mayoría silenciosa que sufre resignadamente su impotencia ante los hechos.

Esta especie se define indirectamente en el diccionario – puesto que no figura entre las miles de voces que recoge – como ¿personas? que intervienen y brujulean en política con superficialidad y ligereza, intrigando y con bajezas.

La benevolencia con que los académicos definen esta fauna bien merece una réplica, que ofrezco a quienes me visitan en el escritorio.

POLITIQUEROS

Codiciosos, caciques, trepadores,                                                                                                    soplagaitas, tramposos, chaqueteros,                                                                                              lameculos, farsantes, choriceros,                                                                                                      mentirosos, vulgares, timadores.

Ignorantes que ocupan, sin rubores,                                                                                                 portadas de revistas y letreros                                                                                                         simulando que son los curanderos                                                                                                   que nos libran de penas y dolores.

Personajes extraños que tenemos                                                                                                    ocupando despachos oficiales                                                                                                          mientras otros tiramos de los remos,

sabiendo que son causa de los males                                                                                                que el resto de nacidos padecemos                                                                                                  por sus viles conductas inmorales.