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LOS HEREJES MICHELANGELO Y LUTERO

LOS HEREJES MICHELANGELO Y LUTERO

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Un día como hoy se despedían del mundo Miguel Ángel y Lutero con dieciocho años de diferencia entre ambas despedidas, pues el artista dejó el mundo en 1564 y agustino en 1546, uno en Roma y otro en Eisleben, coincidiendo ambos en irse al descanso eterno con el baldón de la herejía católica a sus espaldas.

Michelangelo por pintar el juicio final en la Capilla Sixtina a su antojo, poniendo malas caras a los apóstoles, quitando alas a los ángeles celestiales, fortaleciendo los pechos de las matriarcas y dándole a Cristo un aspecto juvenil, barbilampiño y con rubios tirabuzones, flotando sobre una pequeña nube y con la mano levantada, diciendo qué sé yo qué, pero tan enfadado con los pecadores como para asustar a su madre.

El monje agustino fue excomulgado por rebelarse contra los abusos de la Iglesia y atreverse a reformarla, eliminando estafadoras indulgencias y exhortando a la jerarquía católica a que retomara las enseñanzas de la Biblia, porque estaban abandonadas en un rincón, provocando una contrarreforma de consecuencias bien conocidas por todos.

El escándalo provocado por el artista con su interpretación del Juicio final llevó a la irritación clerical al pintar un sacerdote crítico que andaba entre la curia, rodeado por una serpiente y mordiéndole el pene, para que se ocupara más de quitarse de encima el reptil y aliviarse del mordisco, que de censurar la obra del artista, inspirándose en San Juan.

Por su parte, el teólogo Martín Lutero reunió a todos los que protestaban bajo la bandera del luteranismo, dando vida a la corriente protestante que hoy se expande por todos los rincones, mientras se casaba con Catalina de Bora poniendo en solfa el celibato que hoy se cuestiona la Iglesia de la que fue expulsado.

Para debilitar el escándalo de los ofendidos por la pintura de Miguel Ángel, Pío V ordenó tapar con paños las vergüenzas de los personajes a un discípulo suyo, pasando a la historia el purificador Daniele da Volterra con el mote de “Braghettone”, es decir, “pintacalzones”, sin evitar la acusación de herejía que pesó sobre el genio del Renacimiento Italiano.

EL FRESCO MÁS FRESCO DE LA HISTORIA

EL FRESCO MÁS FRESCO DE LA HISTORIA

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Sabemos que el fresco es una pintura realizada sobre pared o techo, después de recubrirlo con mortero de cal, como hizo Michelalgelo cuando pintó la Capilla Sixtina, que luce todo su esplendor con la nueva iluminación que se le ha dado a tan singular obra de arte.

Aplausos que la obra recibe desde hace siglos para compensar los silbidos, críticas y abucheos iniciales con que recibieron los italianos en 1541 el fresco del Juicio Final que pintó Miguel Ángel en el ábside del altar, que fue y sigue siendo la más «fresca» obra de arte que salió de sus manos, no porque la pared estuviera todavía húmeda cuando se mostró al público, sino porque allí los protagonistas del fresco estaban frescos de ropa, es decir, desnudos para escándalo de capelos, mitras, bonetes y fieles católicos puritanos.

Excesivos culos, tetas y penes sueltos, acompañado escenas sexualmente condenadas que provocaron taquicardias en los purpurados, agitaciones en los videntes, perturbaciones en las damas, sonrisas en los pícaros, miradas de reojo entre los guardias suizos y rechazo del respetable, que echaba de menos el recato que tuvo el artista al pintar la bóveda de la capilla 25 años antes, aunque no faltara en dicha obra la exhibición de zonas corporales similares en el techo, pero no en el altar mayor.

El fresco más fresco de todos los frescos, fue la expresión del pesimismo del artista, algo cansado de la vida y de aguantar los caprichos de cinco papas, desde Julio II a Pablo III, sabedores de que el señor Ludovico Buonarroti acabó con el cuello dolorido de tanto mirar al techo y a los lados en los pasillos vaticanos.