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Etiqueta: pícaros

EL TREN DE MI INFANCIA

EL TREN DE MI INFANCIA

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Eran años de estraperlo, sabañones, dolor, cementerio y traje azul marino. Años de abandonar el desnutrido hogar familiar y marchar con la orfandad al hombro camino del colpicio, para restaurar en él penurias bajo la sombra amparadora de una acacia regada con lágrimas de infortunio en el Patio Central.

Idas y venidas, pasaporte militar en mano, a lomos de un cetáceo de hierro que esperaba sudando en la estación antes de dar un bufido anunciando su salida. Arranque lento, ceremonioso, entre quejidos de hierros y soplidos de vapor, previos al galope enloquecido sobre raíles, con un zarandeo que impedía la estabilidad de quienes recorrían sus entrañas revisando billetes para dar con los pícaros, y pidiendo carnets de identidad con la enseña policial detrás de la solapa, para trincar a “rojos” despistados.

Rodando hierro sobre hierro se acometían las trincheras tajadas en oteros, donde el ruido se hacía más ensordecedor como presagio de trueno, y el ajetreo multiplicaba el estrépito, preludio de catástrofe. Todo el temor quedaba en ceguera por la carbonilla que entraba tiznando de puntos negros las camisas, cuando alguien se olvidaba subir el cristal de la ventana, antes de introducirse la máquina en las fauces de la montaña a través del túnel arqueado con granito.

Soplaba y resoplaba el monstruo de acero en la planicie saludando con su columna de humo a los campesinos que agitaban pañuelos al viento asombrados de ver aquel prodigio trotar desenfrenado en la pradera, mientras ellos roturaban la tierra con yuntas de bueyes o recogían espigas en verano a golpe de hoz sobre las cañas.

Asiento de tercera, con listones de madera que vareaban el cuerpo; pan de hogaza con embutido y tortilla compartidos, mientras pasaba de mano en mano alguna bota de vino, entre bromas, chascarrillos y anécdotas que amenizaban el viaje del huérfano cabizbajo hacia el colpicio, tornándose meses después en nerviosa celeridad del reloj al regresar esperanzado a la casa prometida de los abuelos.

PERROS Y COLLARES

PERROS Y COLLARES

Unknown

Heráclito afirmaba que el fundamento de todo está en la alteración perpetua y el cambio incesante, porque la transformación es continua, permitiéndonos resumir su teoría en la frase “nada es, todo cambia”, algo que muchos aplican a la historia humana para expresar cómo han cambiado las cosas a través del tiempo, especialmente en los últimos años de alteraciones vertiginosas.

Frente a esto, Parménides manifestaba su oposición al cambio, afirmando que lo esencial permanecía inmutable porque “sólo el ser es”, doctrina contrapuesta a la anterior que nos permite afirmar la inmutabilidad básica generacional, como principio fundamental que acepta cambios en la cáscara y la decoración del escaparate, conservando las esencias más puras de la inalterable condición humana.

Los que vemos la historia de la humanidad a través de los ojos de Parménides, contemplamos cambios preconizados por Heráclito sólo en aspectos intrascendentes y formales como son el vestido, los fármacos, las modas, el confort, la comunicación y el transporte, por citar algunos aspectos evolutivos, pero negamos cambios en cuestiones esenciales de la realidad social porque seguimos teniendo los mismos perros con distintos collares.

No os hagáis ilusión, amigos, porque nada esencial se ha modificado a lo largo de los siglos. El gobierno de los pueblos continúa siendo piramidal. La jefatura del Estado se mantiene hereditaria, como en las tribus primitivas. Los pícaros y estafadores proliferan como hongos en el otoño medieval. La corrupción y el despilfarro reproducen el expolio y dilapidación de los conquistadores, aristócratas y prestamistas. Los pobres y menesterosos continúan mendigando a las puertas de los ricos. La hambruna sigue diezmando la población. La explotación de los trabajadores emula el abuso a los siervos de  la gleba. Las mitras y capelos mantienen el poder y continúan dirigiendo las conciencias. Y el misterio de la vida y la fatalidad de la muerte siguen atormentando el destino humano como en la noche de los tiempos.