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PABLO DE TARSO

PABLO DE TARSO

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Junto al pétreo-Petrus portero celestial que guarda las llaves de la Iglesia, celebran los católicos la festividad del apóstol más apóstol de todos los apóstoles, que sin ser apóstol ni conocer a Cristo hizo más por la Iglesia que el resto de los apóstoles juntos, por mal que les parezca a los doce que compartieron la vida con su Señor.

El judío fariseo Saulo en Tarso fue incansable viajero, escritor prolífico, luchador infatigable y alma guerrera del Dios cristiano, desde que cayó literariamente de un caballo camino de Damasco, pasando tres días sin ver a nadie, ni comer, ni beber, solo meditando antes de entregarse a la misma causa por la que el hijo del carpintero perdió su vida, removiendo conciencias ciudadanas tras abandonar Nazaret.

Este motor de la expansión del cristianismo y misionero incansable, fue un gran corresponsal epistolar que obró milagros y conversiones en los ciudadanos del Imperio Romano con sus cartas paulinas enviadas a los habitantes de Corinto, Roma, Galacia, Filipos y Tesalónica, adoctrinándolos con persuasivas frases convictas y confesas de indiscutibles verdades para él y ellos.

No sabemos con seguridad si fue soltero, casado, divorciado o viudo, pero tenemos certeza de su dominio del hebreo y el arameo. También hay seguridad sobre sus profundos conocimientos de la Torá y que convivió con Pedro y Santiago en Jerusalén, predicando felizmente con la cruz a cuestas por varios territorios, como él mismo cuenta el la segunda carta a los Corintio:

 ¿Ministros de Cristo? ¡Digo una locura! ¡Yo más que ellos! Más en trabajos; más en cárceles; muchísimo más en azotes; en peligros de muerte, muchas veces.

Cinco veces recibí de los judíos cuarenta azotes menos uno.

 Tres veces fui azotado con varas; una vez apedreado; tres veces naufragué; un día y una noche pasé en el abismo. 

Viajes frecuentes; peligros de ríos; peligros de salteadores; peligros de los de mi raza; peligros de los gentiles; peligros en ciudad; peligros en despoblado; peligros por mar; peligros entre falsos hermanos; trabajo y fatiga; noches sin dormir, muchas veces; hambre y sed; muchos días sin comer; frío y desnudez.

NUEVOS RICOS

NUEVOS RICOS

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El dinero fácil que la bonanza económica puso en manos de banqueros y especuladores sin escrúpulos, ha sembrado el país de nuevos ricos a quienes les falta el pedigrí, la prudencia, el talento y la experiencia de quienes heredan fortunas con solera guardadas en cofres blindados bajo una palmera. En esto e diferencian los clásicos millonarios de los nuevos ricos que ostentan poderío económico con tan grosero estilo trilero que indultan socialmente a los históricos ladrones de guante blanco.

¡Qué afán tienen los nuevos ricos en dar la nota! ¡Qué manía de exhibir los objetos robados a la puerta de casa! No es discreción lo que les falta, sino cerebro. No andan escasos de prudencia, sino de sustancia gris. No adolecen de criterio, sino de neuronas. Les ciega tanto la ambición que van tropezándose por la calle con sus propios errores.

¡Roba y calla, coño!, habría que decirles. Pero no pueden hacerlo. Tienen la necesidad patológica de exponer en el escaparate público sus tesoros, y esto es algo que no tiene remedio porque la sabiduría no se compra en ninguna taquilla. Ni el honor, la dignidad, el respeto, la discreción o la templanza.

Sólo pueden comprar con el dinero que afanan, cosas de poco valor aunque deban pagar muchos euros por ellas: coches de lujo, vinos de solera, licores exóticos, joyas de exposición, ropas exclusivas y obras de arte que utilizan como papel higiénico. Ignorancia en suma. Esa es la característica fundamental que define a estos nuevos ricos, aunque pretendan aderezarla con poses de escaparate.

Nuevos ricos horneados en pelotazos de los años ochenta; cocidos en la burbuja tecnológica de los noventa; o fraguados morteros inmobiliarios, pero cada uno de ellos con sus caprichos. Camacho, el mago de Gescartera, tenía como oficio coleccionar ropa. Javier de la Rosa mostraba su preferencia por los yates. Mario Conde metió la mano en la caja para comprar fincas donde cazar ingenuos de pacotilla. El dinero que tenían los de Afinsa y Forum en el álbum lo emplearon para comprar coches y barcos. Y el vulgarón de Roca se emborrachaba con Petrus de dos mil euros en la bañera, mientras abrillantaba con antiarrugas la varita mágica de las recalificaciones urbanas.