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ESPAÑA SIGUE SIENDO CATÓLICA

ESPAÑA SIGUE SIENDO CATÓLICA

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A pesar de los esfuerzos constitucionales republicanos y del artículo 16.3 de la actual Constitución, España sigue siendo católica por la gracia de Dios, sin que hoy nadie diga lo contrario, como dijo el 13 de octubre de 1931 el ministro de la Guerra en la Cámara, pronunciando las palabras menos comprendidas y más censuradas de cuantas se escucharon en el Parlamento:

“La premisa del problema religioso, hoy político, la formulo yo de esta manera: España ha dejado de ser católica; el problema político consiguiente es organizar el Estado en forma tal que quede adecuado a esta fase nueva e histórica del pueblo español. Yo no puedo admitir, señores diputados, que a esto se le llame problema religioso. El auténtico problema religioso no puede exceder de los límites de la conciencia personal, porque es en la conciencia personal donde se formula y se responde la pregunta sobre el misterio de nuestro destino”.

Cuando Manuel Azaña pronunció este discursó no sospechó ni por equivocación que 83 años después España sería institucionalmente más católica que nunca, contraviniendo la aconfesionalidad del Estado declarada en la Carta Magna, porque gozamos de una generosa jerarquía católica con vocación de gobierno sin pasar por lar urnas, más ocupada en llevarnos al cielo que en liberar a los desfavorecidos, porque de ellos se encargan los creyentes auténticos que viven testimonialmente la doctrina evangélica.

A los ministros les basta con dar golpes en el pecho de los demás, invocando a las vírgenes del Rocío, Pilar o Desamparados para resolver los problemas, condecorándolas con cruces de méritos policiales por sus éxitos contra la delincuencia y poniéndonos a todos bajo el protector manto de Santa Teresa.

Conviene, pues, recordarle a nuestros ministros que gobiernan un Estado sin religión oficial, donde las autoridades políticas no pueden adherirse públicamente a ninguna confesión determinada, ni permitir que influyan las creencias religiosas en las decisiones políticas que toman, porque un Estado aconfesional carece de religión oficial, aunque sus ciudadanos se coman los santos por la peana y las vírgenes les amparen.

En aquellos tiempos se enfrentó el laicismo azañista con el catolicismo fundamentalista de Gomá y Pla, con victoria final de los purpurados pues el Concordato franquista de 1953 dejó claro que la religión Católica, Apostólica, Romana seguía siendo la única de la nación española, como sucede hoy.

PROFUMO DESBRAGUETADO

PROFUMO DESBRAGUETADO

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Los devaneos amorosos del anterior rey de España, – nunca desmentidos por el coleccionista de amantes -, han quedado políticamente impunes ante el Gobierno, el Parlamento y el pueblo, contrariamente a lo que sucedió a mediados del siglo pasado con el maridado y desbraguetado John Profumo, ministro de Guerra británico, cuyos pasajeros encamamientos con la showgirl Christine Keeler le costaron el cargo, cuando se supo que esta compartía cama por oficio prostitulero con el espía soviético Ivanov, llevándose también por delante al primer ministro Macmillan.

En el caso Profumo se mezclaron política y vida privada, agitadas por la guerra fría en la coctelera del espionaje, espesando la corona real, escandalizando al arzobispo de Canterbury y perturbando la flema inglesa, incapaz de mostrar la hipocresía atribuida por Salvador de Madariaga.

En nuestro caso, las presuntas infidelidades reales silenciadas por el monarca, ocultadas por los medios de comunicación y ninguneadas por políticos ante la indiferencia de los ciudadanos por la vida privada del Borbón, nos obligan a recordar que el histórico borboneo de la saga fundada por Felipe de Anjou no fue anecdótico, intrascendente ni fugaz, sino importante y duradero hasta nuestros días.

El maduro conservador Profumo tuvo la desvergüenza inicial de negar en la Cámara de los Comunes sus amoríos con la veinteañera prostituta, hasta que los servicios de inteligencia británicos lo pusieron contra las cuerdas dándole un uppercut con documentos de incuestionable verdad que lo arrojaron a las tinieblas políticas.

No es acertado mezclar vida pública con vida íntima, pero conviene advertir a cortesanos y palmeros que los reyes no tienen vida privada, recordando a los ciudadanos que quien traiciona con infidelidades a su esposa nunca será leal con los súbditos, por muchos juramentos que haga con la mano sobre los evangelios y el crucifijo de testigo.

PRIMER LÍMITE DE VELOCIDAD

PRIMER LÍMITE DE VELOCIDAD

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El abandono de carrozas y diligencias de caballos en beneficio de los vehículos a motor no fue fácil y tuvo sus reticencias, porque en los inicios de la mecanización vial explotó la caldera de un vehículo con motor a vapor, matando a cinco viajeros y dejando malheridos a otros tantos, obligando a las autoridades a restringir la velocidad de aquellos artilugios autopropulsados.

Sabiendo los británicos que las balas y los vehículos eran inofensivos por ellos mismos, y que su capacidad para matar estaba en la velocidad que llevaban los proyectiles y coches, decidió su Parlamento reducir a mínimos la aceleración de los coches, aprobando el 5 de julio de 1865 la primera ley que limitaba la velocidad de circulación de las vaporosas y pavorosas máquinas, por la izquierda de sus carreteras.

Ley restrictiva, severa y sancionadora, que impedía a los británicos circular con sus vehículos a más velocidad de los 6 kilómetros por hora autorizados por la norma legal  parlamentaria, una vez contabilizado el número de víctimas ocasionado por la circulación vial en sus rutas.

No contentos con la restricción de velocidad, obligaron a que corriera delante del vehículo una persona agitando una bandera roja para alertar a los peatones del grave peligro que se avecinaba, manteniendo esta exigencia durante años, con grave perjuicio para la recién llegada industria automovilística de combustión interna, que sufrió un parón recordado con dolor por las empresas del sector.

Esto llevó a un retraso industrial que fue aprovechado por empresas viales francesas, alemanas y estadounidenses, adelantándose en progreso, beneficios y servicios a los británicos, hasta el punto de provocar un gran enfado en el científico Thomas Alva Edison, que reprochó a los británicos tal medida, teniendo tan buenos ingenieros y carreteras, no aprovechados debido a pacatos prejuicios inexplicables que les llevaron a la cola de industria automovilística.

ESTAMPIDA

ESTAMPIDA

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El bochornoso espectáculo ofrecido por nuestros padres políticos, saliendo en estampida del Congreso de Borregistán, como chiquillos al recreo o animales huyendo del fuego, sin levantarse la sesión ni confirmarse el resultado de la votación, no es más que el reflejo de la poca estética política de nuestros diputados, que no puede redimirse con las trampas dialécticas que han utilizado para justificar tan lamentable escapada.

A nadie se niega el deseo de regresar a casa y estar con la familia, pero el respeto al Parlamento y a los ciudadanos exige a los diputados cumplir formalidades que no pueden eludirse diciendo que ya se había trabajado bastante durante el día o que se perdía un tren o un avión, para justificar los empujones y las carreras hacia la puerta de salida.

Es una cuestión de ética política, estética social, buen gusto, respeto al pueblo y compromiso informativo, que los diputados obviaron en la jornada donde se aprobó el fraudulento e inmerecido castigo a todos los santos jubilados, que indignados apagaron los televisores al ver que los diputados huían a uña de caballo por los pasillos, con un descaro impropio de quienes viven a costa nuestra.

Esperpéntica imagen que algunos han querido justificar de manera injustificable, como el arrogante sindicalista de izquierdas Joan Coscubiela, diciendo: «Cuando he terminado mi trabajo tengo derecho a volver a casa como me apetezca». Y tiene razón en lo de volver a casa como quiera, pero no cuando quiera, y siempre después de terminar su trabajo, no antes de que se levante la sesión y sin dar las explicaciones pertinentes, que no son pérdida de avión ni derecho a dormir con su familia, que nadie le niega.

El espíritu infantil que anida en nosotros nos invita a pensar que tal vez huyeron en desbandada por remordimiento de conciencia. Pero si todos llegaron con tiempo al avión de Air Europa o al tren de Renfe, deben saber que en la estampida perdieron el vuelo del honor y el tren de la vergüenza, el respeto, la educación y el compromiso ciudadano.

LECCIONES SOLIDARIAS

LECCIONES SOLIDARIAS

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A muchos nos reprochan excesiva indignación con la situación que están pasando millones de ciudadanos, provocada por una cuadrilla de sinvergüenzas que han esquilmado las Cajas de Ahorros; han timado como vulgares trileros a jubilados que pusieron los ahorros en sus manos; politiqueros que han despilfarrado el dinero común; corruptos que han metido mano en las arcas municipales, y corazones sin sangre que expulsan de su casa a familias arruinadas por la usura de los desahuciadores, apoyados por defraudadores representantes del pueblo.

Así las cosas, nos hundimos en el infierno de los vagones destrozados a las puertas de Santiago para ver, con emoción y lágrimas contenidas, que entre las almas solidarias con la tragedia, que consuelan el dolor y dan su propia sangre, no están los que se sientan en escaños del Parlamento y Consejos de Administración, sino quienes habitan en humildes techos alimentados con generosa solidaridad.

Hemos visto a bomberos, dando ejemplo incondicional de entrega agotando sus fuerzas en el empeño salvador. Médicos fuera de servicio, al servicio de la vida. Guardias civiles con tricornios rojinegros. Psicólogos entregados a las familias. Policías armados de altruismo. Peregrinos que abandonaron el Camino para dar su agua a los heridos. Vecinos que ayudaron sin descanso a las víctimas. Ciudadanos que dejaron crespones, velas y oraciones junto a los raíles.  Y cientos de anónimos maestros de la vida, dispuestos a dar su vida por la vida de los accidentados.

Pero no hemos visto políticos manchados de sangre, ni banqueros remangados, ni predicadores embarrados, ni sangre azul entre las vías, porque estaban en los micrófonos, ante las pantallas televisivas, guardando minutos de silencio y hoy los veremos en el funeral conjunto por las víctimas.

Pedimos a los jueces que no permitan el entierro de la causa al tiempo que se incineran y entierran las víctimas, como sucedió el 26 de mayo de 2003 con el Yak-42 y el 3 de julio de 2006 en el Metro valenciano, porque a la tercera tiene que ir la vencida contra los responsable de la tragedia, sean estos quienes hayan sido.

MALAS ENTENDEDERAS

MALAS ENTENDEDERAS

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Es de dominio público que no hay peor sordo que el que no quiere oír, ni mayor ceguera que la de quien mira para el lado opuesto al que señalan millones de dedos; pero es aún peor empeñarse en ver las cosas con cristales de madera o entender los mensajes torcidamente, como están haciendo los dirigentes del colorín parlamentario.

No son de derechas, ignorantes o traidores los votantes de izquierdas que negaron la confianza al PSOE decepcionados con el Gobierno socialista, ni carecen de entendederas sino que faltan testimonios y explicaderas.

No son especuladores los ciudadanos timados con mentiras y letras pequeñas que han perdido sus ahorros, ni Pío García Escudero tan necio como para ignorar que los ingresos obtenidos hay que declararlos a la Hacienda Pública.

No son nazis, ni terroristas quienes piden entregar la vivienda para saldar la deuda contraída al comprarla, ni es “patochada inadmisible” o “tomadura de pelo”, el premio concedido por el Parlamento Europeo a la PAH.

No son perroflautas los indignados con la situación del país, ni tampoco piesnegros los que se manifiestan contra el abuso laboral, la corrupción institucional y la impunidad de los defraudadores.

No son peseteros los jueces que protestan contra las reformas de la justicia, ni embaucadores los profesores que están hartos de reformas educativas, ni manipuladores los médicos que ven tambalearse la sanidad pública.

No son gandules los parados que se muerden los puños de impotencia, ni son usurpadores los emigrantes que viven con desesperación el desprecio, ni chabolistas los que son expulsados de sus casas.

No son falsarios los desahuciados que se suicidan, ni sediciosos los ignorantes ciudadanos engañados con las “preferentes”, ni carroñeros los que buscan comida en contenedores, ni delincuentes los que asisten a manifestaciones.

Pero sí son malhechores los “cajeros” que han esquilmado las Cajas de Ahorro; estafadores, los buitres financieros que devoran inocentes; depredadores, quienes se aprovechan de la ruina ajena; herejes, los que predican la palabra de Dios y no son reconocidos por sus actos; pervertidores, quienes hacen de la voluntad popular su sayo; explotadores, los que consideran al trabajador bestia de carga que tira del arado capitalista.

URGE UN CAMBIO

URGE UN CAMBIO

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Resulta curioso que el secretario de Organización socialista pida un PSOE fuerte que tanto necesita el país, cuando son ellos mismos quienes lo han debilitado en el gobierno, y siguen debilitándolo en la oposición con EREs, sucias conquistas de alcaldías y luchas internas de poder.

Repetir de nuevo lo que ya he dicho en voz alta varias veces desde que Felipe González ejemplificó con su retirada lo que muchos debían hacer, no significa encender chimeneas con árboles caídos, sino confirmar la veracidad de las predicciones realizadas. Por eso es bueno pedir una vez más a los políticos socialistas, que la palabras cambio, dimisión, relevo y autocrítica, sean incluidas en su manual de cabecera.

Una izquierda que predica la igualdad de oportunidades tiene que dar paso a otros en su cúpula dirigente, porque nadie es imprescindible en ningún trabajo y menos en política, como demostró el propio PSOE el 28 de octubre de 1982.

Una izquierda que ha ironizado siempre y ridiculizado en todos los foros a quienes pasaron la vida viajando en un coche oficial, no puede seguir negándose a ver su propia imagen en ese espejo.

Una izquierda que presume de histórica honradez, ejemplar ideario, solidez interna y sobrada cualificación de los militantes, tiene que mostrar a la sociedad sus nuevos dirigentes, si los tiene.

Una izquierda sin debate ideológico, cerrada a la discusión, desoyendo las críticas, despreciando a los disidentes y faltando al compromiso real con el ideario que propugna, está condenada a peregrinar por el desierto.

Una izquierda que no crece ni obtiene la confianza ciudadana en la actual situación de trampas, engaños, recortes y corrupción del Partido Popular, debe sentarse a pensar en ello, actuar en consecuencia y cortar por lo sano para erradicar la metástasis interna.

Una izquierda que no renueva sus líderes, que vive enquistada en la concha sin reflejos ni movilidad alguna, que se enrosca en su desgracia lamiéndose las heridas de la derrota y que mira para otro lado cuando tiene la enfermedad dentro, no encontrará jamás tratamiento a sus males ni redención a su desgracia.

Los socialistas perdieron con excesiva rotundidad las últimas elecciones y no remontan porque sus dirigentes continúan justificado lo sucedido con imaginarias convergencias astrales y ensoñaciones límbicas, cuando la realidad apunta en otra dirección. Tal vez por eso llevan meses caminando hacia la nada, más pendientes de ellos mismos que de los demás, afectados de una sordera política que les impide oír el grito desesperado de las urnas y las voces desencantadas de propios y extraños.

Los resultados de las encuestas son los que son y no los que a ciertos dirigentes les gustaría que fueran. Esa es la respuesta del pueblo y no otra, por mucho que algunos se nieguen a sacar conclusiones reales y asumir consecuencias. Ese es el origen de la decepción sufrida por millones de ciudadanos que demandan nuevos líderes capaces de ilusionarlos con un programa verdaderamente socialista que devuelva el color rojo a la decolorada rosa.