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TRIBUNAL ELECTORAL

TRIBUNAL ELECTORAL

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Tenemos en nuestro país diferentes tribunales que controlan y juzgan actuaciones institucionales y personales, como son: el Tribunal de Cuentas, órgano supremo encargado de fiscalizar las cuentas y la gestión económica del Estado y las Instituciones, y el Tribunal Supremo, como órgano en la cúspide del Poder Judicial en todos los órdenes, salvo en materia constitucional cuya responsabilidad descansa en el Tribunal Constitucional, ajeno al Poder Judicial.

Pero nos falta un Tribunal Judicial Electoral con jurado popular, que meta en vereda a los defraudadores electorales que prometen lo que no cumplen y hacen lo contrario de lo que prometieron hacer, sin importar el color que tengan los prometedores de actuaciones futuras en los programas electorales que van a la papelera cuando se escruta la última papeleta, en un alarde de populismo insultante.

No me refiero a las distintas Juntas Electorales, responsables de la buena marcha del proceso electoral, no. Hablo de un tribunal con capacidad jurídica y poder condenatorio, para encerrar en la cárcel a los políticos que no cumplan el contrato electoral que firman con los ciudadanos en sus programas de gobierno, engañando a los votantes con el fin de ganar su voluntad, y hasta luego Lucas.

Hoy que los torpedos van dirigidos a la línea de flotación del fraude fiscal, envío mi particular obús al corazón del impune fraude electoral que tanto hace reír a los políticos y llorar a los votantes, pidiendo la creación urgente de un Tribunal Electoral que juzgue el engaño masivo cometido desde las tribunas políticas propagandísticas, porque los ciudadanos no merecemos tanto desprecio personal, subestimación de derechos, insulto político, agravio a la dignidad ciudadana y ultraje al sentido común.

VOTAR Y OPINAR

VOTAR Y OPINAR

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Votar en unas elecciones democráticas consiste en otorgar la confianza a un candidato presentado a representar al pueblo, es decir, expresar de forma secreta la preferencia de cada cual mediante una papeleta electoral introducida en la urna. Además, opinar, consiste en expresar el parecer personal sobre algo cuestionable, sin certera evidencia.

Por otro lado, voces sabias y democráticas aseguran sin vacilar que una grandeza democrática consiste en dar el mismo valor a cada uno de los votos emitidos por los ciudadanos, de manera que cada votante puede optar libremente por entregar su papeleta al candidato que prefiera. Dicho esto, vamos con el juego.

Si polemizan los políticos en campaña electoral, ¿por qué no vamos a discutir civilizadamente los ciudadanos sobre aspectos electorales dignos de reflexión? Abramos, pues, la polémica, con el único animo de animar el debate, agitando pilares democráticos y provocando réplicas intelectuales que nos enriquecerán a todos.

La democracia otorga  libertad de opinión a todos los ciudadanos para que cada uno diga lo que quiera sin ofender al prójimo, lo cual permite opinar a todos los vecinos, permitiéndome decir que el voto no es más que una opinión personal e intransferible, traducida en papeleta electoral que se introduce en una urna a través de una rendija, para decir de forma anónima quién debe ocupar el cargo político que se somete a votación, siendo emitido el veredicto de acuerdo con la opinión subjetiva del votante.

Hasta aquí todos conformes, pero demos paso a la polémica admitiendo que todos los votos tienen el mismo valor, pero negando que todas las opiniones valgan lo mismo y deban ser tenidas en cuenta de igual forma, ya que la inteligencia y el nivel de conocimientos de los opinadores determina el valor y mérito de los veredictos pronunciados sobre la cuestión objeto de consideración.

Vale que todos los ciudadanos tenemos derecho a opinar sobre lo que nos apetezca, pero no todas las opiniones tienen el mismo valor, ni deben ser tenidas en cuenta de igual forma, porque los conocimientos, la experiencia, el talento de las personas y su personalidad, determinan el valor de las opiniones y el respeto que merecen, aunque algunas no merezcan ningún respeto porque quienes lo merecen son las personas, no las opiniones, por mucho que aspiren a ser respetables.

Es decir, si aceptamos que el voto es una forma de opinar, y que las opiniones no tienen el mismo valor, es difícil aceptar que los votos otorgados por los diferentes ciudadanos valgan lo mismo, concluyendo que las elecciones democráticas son un fraude de imposible solución.

Queda abierto el debate y el desacuerdo. ¿Quién toma la palabra?

REALIDAD DE UN CUENTO NAVIDEÑO

REALIDAD DE UN CUENTO NAVIDEÑO

En tiempos de juventud acostumbraba yo a escribir cuentos navideños con final feliz, en los que narraba siempre la pobreza y abandono de algún niño que en tales fechas recibía como regalo el venturoso milagro redentor de su indigencia. Pero la vida pasa por encima de uno, endureciendo el corazón con una realidad desconocida a la que se tiene cuando apenas se han cumplido veinte años y el futuro se antoja tan desesperanzador como incierto.

Pasados los años, mi vida se ha unido a la del poeta y, como a él, a mí también me han dormido ya con todos los cuentos y creo saber el desenlace de todos ellos, incluso del que nos devuelve a la detestable nada de donde procedemos, origen de ficticios encantamientos.

El cuento navideño de este año guarda en su fardel un dolor que voy a revelaros, para que estéis prevenidos viendo cortar las barbas del vecino. Veréis.

Hace muchos años, en un país no lejano, la madre Revolución dio a luz dos hermanas a quienes la nodriza Historia puso los nombres de Izquierda y Derecha, muriendo la madre del parto en la misma habitación donde falleció Monarquía, mientras las hijas de la primera quedaban solas en el mundo, al pairo de la vida y sin protección materna.

Para sobrevivir en España, tuvieron que luchar entre ellas durante años, pero como Derecha recibió más leche que Izquierda, pudo mamar con más Violencia, y de un quijadazo envió a su hermana al sur de la vida, quedándose ella con toda la ubre.

Izquierda peregrinó por el desierto durante cuarenta años con sus respectivas noches, hasta que fue recogida en un pesebre por Sor Democracia, que le invitó a compartir mantel con pródigas Elecciones, donde sus sobrinas, Urna y Papeleta, repartieron voluntades con desigual fortuna durante años.

Agotada Democracia por efecto de los partos, decidió echarse a dormir, permitiendo a Depredador desvalijar los bolsillos de sus nietos más desvaforecidos, incapaces de despertarla pues Judicatura había perdido la campanilla de poner orden en la sala alfombrada con piel de toro, y Mitra preparaba su matrimonio de conveniencia con Derecha, en presencia de Banca, que pagó el banquete y viaje de novios.

Fue testigo de la boda el Hijastro de España, quedándose millones Hijos gritando a la intemperie y viendo con impotencia como muchos Indignados se daban cabezazos contra los muros sin encontrar la puerta de salida, aturdidos por negros porrazos al servicio de escaños, báculos y sillones.

Irritados y magullados, acudieron al Tribunal de la Farsa con sus hijos naturales: Crispación y Rabia, sufriendo durante la vista del juicio Manipulación y Confusión, sobrinos bastardos de Corrupción, que apelaron a sus abuelos: Represión y Dictadura, llevando como testigo a Mentira, una furcia sin escrúpulos que había ofrecido sus servicios de meretriz en el autobús de Prepotencia a los copilotos Engaño y Abuso, camino de Parlamento.

Una vez encontrada Libertad en los confines del reino donde fue abandonada, Paciencia se recluyó en la pensión Desesperanza, sin confiar que un milagro repusiera a Honestidad en su sitio, mientras Frustración se dedicaba a compartir, casa por casa, con Impotencia, la amargura de los parados que en aquellas navidades no fueron felices, ni comieron perdices y siguieron soportando que los Depredadores les dieran con sus sobras y desprecio en las narices.