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AUTONOMÍAS

AUTONOMÍAS

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Camino de casa, me detuve ayer a charlar con mi estimado amigo Felipe que me dio su opinión sobre el reparto territorial, afirmando que las autonomías eran culpables de la ruina del país, porque no han cumplido debidamente su objetivo fundacional, multiplicando infructuosamente el gasto público en beneficio de los pescadeiros que se han forrado en ese río revuelto, despilfarrando al mismo tiempo los bienes ajenos.

Según este indignado amigo, habría que borrar del mapa todas las autonomías surgidas en aquel aciago y presuroso reparto de la tarta territorial, devolviéndolas todas al redil nacional, no por su condición borreguil sino para corregir los problemas y la ruina que han generado.

Opina este colega que las autonomías han vaciado la caja común en edificios, sueldos, dietas, despachos, consejeros, parlamentarios, asesores, funcionarios, coches, chóferes, guardaespaldas, etc., sumando con ello la carga impositiva a los ciudadano, el despilfarro, la multiplicidad de parlamentos, el exceso de gobiernos, la masificación de funcionarios y el mangoneo en los «Bancos autonómicos», llamados eufemísticamente Cajas de Ahorro.

Excesivo gasto -según él- inmoral abuso, robo institucionalizado y politiqueo de la peor calaña, que ha pervertido el objetivo de servicio y respeto a la idiosincrasia regional pregonado por los patrocinadores del reparto, en su intento de retomar los debates parlamentarios republicanos, interrumpidos por la salvaje guerra incivil.

Considera este amigo, que los miles de millones de euros invertidos en las autonomías hubieran estado mejor empleados en promover empresas, mejorar infraestructuras, fomentar el empleo, incrementar el bienestar ciudadano, crear hospitales y levantar centros educativos, siendo ahora la situación distinta para todos los ciudadanos que habitan en esas zonas geográficas de la piel de toro.

Al final de la conversación, Felipe preguntó: ¿Dime, Paco, quiénes se han beneficiado realmente de la política autonómica? Respondiendo él mismo a la pregunta de forma clara y contundente: los vecinos politicolistos y su corifeo de líquenes a los que se añadieron algas y hongos para aprovecharse de ello, parasitando al pueblo.

Esta fue su opinión, para sorpresa del bloguero que la difunde.

PAÍS DE ARENA

PAÍS DE ARENA

A

El desarrollo de los pueblos depende del temperamento, personalidad y carácter distintivos de los ciudadanos que forman la colectividad nacional, es decir, que el futuro de un país está subordinado a la idiosincrasia de los sujetos que conviven intramuros de sus fronteras, según las hipótesis del marginalista Cournot.

Dicho esto, el porvenir que nos espera a los españoles es el que nos corresponde, – bueno o malo -, sin permitirnos albergar otras expectativas de aquellas que nos esperan, porque arrastramos desde hace siglos unos rasgos específicos distintivos de otros pueblos vecinos y lejanos, convirtiéndonos en seres peculiares de la piel de toro.

Parafraseando al presocrático Empédocles, me atrevo a simplificar diciendo que la materia prima constituyente de la raza hispana está formada por la combinación de elementos preconizadores de nuestra razón de ser, con el fatalismo otorgado por la envidia, el quijotismo, la soberbia, el cotilleo y la picaresca, como atributos básicos conformadores.

A pesar de ello, la creatividad, laboriosidad, solidaridad, sinceridad y generosidad, nos permitirían producir brotes verdes con facilidad, si no fuera porque los fraudulentos dirigentes políticos, sociales y financieros han convertido el suelo patrio en país de arena seca sin esperanza en inmediatos verdores a corto y medio plazo, porque los esquilmadores se han llevado a sus jardines particulares la tierra vegetal necesaria para que en ella aparezcan brotes verdes imposibles de florecer sobre la arena.

ENTRE TODOS

ENTRE TODOS

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No acostumbro a sentarme delante del televisor, salvo para informarme de lo que no me gustaría saber, a través de noticias que hacen retemblar el alma de indignación, con imágenes y palabras que despiertan sentimientos enfrentados a la razón que nos falta, sostenidos con razones que nada justifican, aunque pretendan explicarlo todo.

El azar me puso en la sobremesa de ayer ante la pantalla del televisor, donde una mujer con zapato plano y frescura juvenil, festejaba llamadas telefónicas de televidentes solidarios gritando “¡Tooooma!”, “¡Vámonoooos!” y otras expresiones acompañadas de rotundos gestos, mientras el auditorio respondía entusiasmado: “¡Llamada!”, cuando ella preguntaba: “¿Qué tengo?”.

No es fácil explicar el contradictorio sentimiento que despertó en mí el programa, por nutrirse con excesivas lágrimas, mostrar dolor al descubierto y aprovechar la baratura sentimental, mezclado todo con donaciones anónimas, solidaridad doméstica y respuesta de los ciudadanos a la llamada del vecino, mientras el Gobierno mira para otro lado.

Vinieron a mí recuerdos juveniles de Alberto Oliveras y su programa radiofónico “Ustedes son formidables”, que parcheaba desgracias a falta de recursos públicos para redimir a los marginados, sustituyendo derechos por caridad, mientras enjugaba con lágrimas las injusticias sociales.

Debemos salvar la dignidad humana en el escaparate público, preservar el anonimato de los menesterosos, guardar la confidencialidad de los empobrecidos y no hacer espectáculo con la desgracia ajena; pero también debemos alzarnos contra la injusta distribución del dinero común, para evitar que aumente un 27,9 % la asignación a los partidos políticos pasando de 66,2 millones de 2013 a los 84,7 del próximo ejercicio, mientras la sanidad se degrada, la educación se desprecia, las estafas se consuman y se abandona la ayuda a la dependencia.