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CRUZADAS Y GUERRAS SANTAS

CRUZADAS Y GUERRAS SANTAS

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Mirando hacia Siria, comprobamos que la historia de la Humanidad podría escribirse siguiendo el rastro de sangre que las diferentes guerras religiosas han derramado en nombre de dioses que predicaban amor, paz y entendimiento entre los seres de la misma especie, convertidos en animales irracionales, por mucha razón que acreditaran.

Detrás de cada conflicto bélico-religioso hay oscuros intereses de mitras, turbantes y tzitzites, mandamases codiciosos de dominar no se sabe muy bien qué, aunque todos sepamos qué quieren dominar, jugando con los sentimientos religiosos de muchos ciudadanos necesitados de cultura, trabajo y pan.

Son los jefes político-religiosos de distintas épocas históricas quienes han hecho de su voluntad, la voluntad de cada dios; de su ambición, la ambición de su dios; de su cinismo, la mentira de su dios; y de su poder, un hipotético poder otorgado por Dios, como le sucedió al caudillo, que lo fue por la gracia de Dios acuñado en las monedas.

Si quienes se inmolan pensando que su muerte les llevará al paraíso, hubieran crecido con un libro en la cabecera de su cama, probablemente pondrían los explosivos en manos de los predicadores de la violencia, cediéndoles el alto honor de ser ellos los primeros en alcanzar la gloria.

Apremia un acuerdo entre los pontífices de cada religión para condenar tanto engaño. Los obispos, rabinos, pastores, imanes y venerables maestros, han de llegar a un punto de encuentro sobre los valores éticos, comunes a todas las doctrinas, que permitan a cada cual seguir siendo lo que es, sin tener que llegar a las manos para resolver los conflictos que fabrican quienes deciden sobre las vidas de los demás sentados en los despachos, sin pisar los campos de batalla.

CONTRA EL FANATISMO, CULTURA

CONTRA EL FANATISMO, CULTURA

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Resulta difícil laicizar toda sociedad históricamente religiosa y rearmarla moralmente contra aquellos que explotan la ignorancia de la gente, utilizando los ideales y la fe como cínica tapadera de sus ambiciones, aunque ningún Dios proponga enviar a sus seguidores al matadero.

Los movimientos radicales tienen poco que ver con las religiones. Detrás de cada conflicto bélico hay oscuros intereses de los mandamases, que juegan con los sentimientos religiosos de muchos ciudadanos necesitados de cultura, trabajo y pan. Son los jefes políticos y religiosos quienes hacen de su voluntad, la voluntad de cada Dios.

Si quienes se inmolan pensando que su muerte les llevará al paraíso, hubieran crecido con un libro en la cabecera de su cama, probablemente pondrían los explosivos en manos de los predicadores de la violencia, cediéndoles el alto honor de ser ellos los primeros en alcanzar la gloria. Urge una revolución cultural que libere a los ingenuos de la oscuridad que otros han iluminado con vanas promesas de eternidad.

Si esto no es posible, cambiemos, al menos, la globalización económica, por la globalización moral. Apremia un acuerdo entre los pontífices de cada religión para condenar tanto engaño. Los obispos, rabinos, pastores, imanes y venerables maestros, han de llegar a un punto de encuentro sobre los valores éticos, comunes a todas las doctrinas, que permitan a cada cual seguir siendo lo que es, sin tener que llegar a las manos para resolver los conflictos que fabrican quienes deciden sobre nuestras vidas.

Hay que cambiar integrismo por integración, y fundamentalismo por valores fundamentales. Debemos aislar a los radicales, entumecer el fanatismo ideológico y enviar a la órbita de Júpiter a todos los extremistas. Occidente debe dar el primer paso, especialmente los países del G-8, que se llevan el 72 % de la riqueza mundial, dejando solamente la cuarta parte a los 180 países restantes. Y junto a un reparto más justo de la riqueza, hay que llevar a cabo también una gran exportación de libros, porque solo el conocimiento eliminará las cadenas y desmontará la farsa.

INQUISIDOR TORQUEMADA

INQUISIDOR TORQUEMADA

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No sabemos con certeza el día y lugar de nacimiento del dominico Tomás, pero es muy probable que viniera al mundo católico en el pueblo palentino de Torquemada con el que la historia conoce a este fraile confesor de los católicos reyes, que tanto ayudó a los monarcas a quemar herejes y falsos conversos, desde que el papa Sixto IV promulgó la bula exterminadora.

En cambio, sabemos que pudo ser un día como hoy de 1483, cuando el papa lo nombró oficialmente Inquisidor General de España, tras llevar algunos años ejerciendo tan honorable oficio, chamuscando discrepantes en las piras, torturando librepensadores y encerrando en mazmorras a los disidentes, por mandato de la pantalonera Isabel.

Su afán persecutorio y aniquilador mereció las bendiciones papales, los aplausos reales y las oraciones clericales que le llevarían al cielo en recompensa por los servicios prestados a la causa, con tan esmerado celo que consiguió averiguar en sus interrogatorios quién descubrió la penicilina, llegó primero a la luna, mató a Manolete y ganó el mundial de Brasil, con métodos persuasivos que hacían cantar a los mudos.

Por sus manos pasaron hombres y mujeres; creyentes y descreídos; herejes y fieles; clérigos y seglares; judíos y católicos. Pasaron todos los ciudadanos que cayeron en sospecha del inquisidor o sus espías, salvo los obispos y cardenales que eran juzgados en Roma, previa acusación de don Tomás, que sembró el terror en la católica, cruel, intolerante y represiva España, de los reyes más católicos que imaginarse pueda.

El CURIOSO CELIBATO DE PABLO III

El CURIOSO CELIBATO DE PABLO III

Pablo III

Es bien sabido el empeño de la Iglesia-estructura por no hacer lo que dice y exigir a los fieles que hagan lo que ellos no hacen, pero entre todos los incumplimientos destaca por su vulgaridad el celibato, es decir, el empeño en no conocer mujer ni matrimonio, pero dogmatizando sobre ello y estigmatizando a los adúlteros, más a las adúlteras y sin mirar a los pederastas.

Trescientos años después de morir el Redentor, la Iglesia impuso el celibato a sus pastores, algo que los primitivos católicos no hicieron, como tampoco hacen hoy los cristianos protestantes, que no ven justificación doctrinal para ello. Fue en el canon 33 del Concilio de Elvira celebrado en España en el año 305, donde se decretó que todos los obispos, presbíteros y diáconos se abstuvieran de mujeres y de engendrar hijos.

Esto fue confirmado años después en el Concilio de Nicea, recibiendo el espaldarazo definitivo el 11 de noviembre de 1563 en el larguísimo Concilio contrarreformista de Trento, convocado por Paulo III. Curioso papa, como tantos otros, amante del lujo, destacado nepotista y protector de su familia, que nombró cardenales a dos nietos de catorce y dieciséis años, estableció el Santo Oficio y puso en marcha el Índice de los Libros Prohibidos. Pero lo más pulcro y sincero que hizo este papa fue exigir el celibato a los fieles católicos, sin tener en cuenta que él tuvo cuatro hijos bastardos con una noble romana, que fueron legitimados por el sucesor Julio III.