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Etiqueta: nodriza

ALFONSINA STORNI

ALFONSINA STORNI

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Los documentos acreditan que Alfonsina Storni se suicidó el 25 de octubre de 1938 en Mar del Plata, arrojándose desde la escollera del Club Argentino de Mujeres; pero las versiones románticas sostienen que la poetisa se internó lentamente en el agua marina con una túnica blanca, para ahogar su desconsolada vida en las olas que rompían en Bristol junto a la Rambla.

Actriz, maestra, feminista, madre de hijo sin padre y poetisa, la vida de Alfonsina fue un rosario interminable de vaivenes para una mente demasiado frágil que anticipó el suicidio sin posibilidad de redención, negándose a recibir tratamientos y alivios de la ciencia, cuando el cáncer de mama venció a la mastectomía.

Escribió una última carta a su hijo Alejandro aparentando negar la voluntad de morir, pero en realidad cayó rendida por la locura celular, pidiéndole a su nodriza en vísperas de la partida que bajara la lámpara y la dejara dormir en paz, advirtiéndole que si llamaba él le dijera que no volvería jamás porque se iba para siempre:

“Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
 Ponme una lámpara a la cabecera,
 una constelación, la que te guste,
 todas son buenas; bájala un poquito.

 Déjame sola: oyes romper los brotes,
 te acuna un pie celeste desde arriba 
y un pájaro te traza unos compases

 para que olvides. Gracias… Ah, un encargo,
 si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido…”

ABSURDIDAD MONÁRQUICA

ABSURDIDAD MONÁRQUICA

Unknown

Durante la Edad Media y siglos posteriores a ella, España estuvo regida por monarquías absolutas, con el resultado ya conocido por todos los interesados en conocer la historia de nuestro país, en las que el rey reinaba y gobernaba a su antojo, legitimando su poder en haber sido engendrado por su antecesor en el trono.

Frente a la absoluta soberanía del rey, la República ofreció la soberanía al pueblo para que éste rigiera su propio destino, otorgándole capacidad para elegir al ciudadano que considerara más apto para tomar las riendas, atendiendo las peticiones del pueblo que lo había elegido como gestor de sus propuestas.

Ante un cambio tan radical y difícil de llevar a cabo, los monárquicos y republicanos se pusieron de acuerdo en aceptar una situación intermedia, pactando la monarquía parlamentaria como híbrido que permitía al rey compartir soberanía con el pueblo.

En tan absurda situación se encuentran las actuales monarquías, entre ellas la española, porque la duplicidad de soberanías no resiste el mínimo análisis intelectual, aunque los monárquicos se empeñen en lo contrario y atribuyan a la monarquía parlamentaria poderes curativos de males endémicos españoles imposibles de reparar, en un país donde el pueblo acredita la mayoría de edad necesaria para rechazar a la nodriza.

La duplicidad de soberanías carece de sentido en el siglo XXI y es fuente de interferencias, porque no puede dividirse el poder en dos partes, sin que una de ellas se resienta en beneficio de la otra, como sucede actualmente con la inviolabilidad e irresponsabilidad del rey, mientras se desflora al pueblo y se le responsabiliza de actos que no ha cometido.

Una de las esencias republicanas, no compartida por la monarquía, es que la soberanía nacional sólo permite a la ley ocupar posiciones superiores a la voluntad popular, siendo esta ley promulgada y aceptada voluntariamente por el pueblo, a la que todos deben someterse, incluido el presidente de la República.