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TRASPASO DE NEGOCIO

TRASPASO DE NEGOCIO

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Siempre había creído que la monarquía se heredaba de generación en generación y de hombre a hombre, pero nunca sospeché que se traspasará como un negocio, cediendo a favor de otra persona el dominio de la Jefatura del Estado, como lo entiende el rey que cederá hoy su corona al hijo varón, maridado con Leticia, perdón, Letizia, que no es bueno confundirla con mi hija.

Cuando Calvo Sotelo dio los trastes de gobernar a Felipe González en presencia de Juan Carlos I de España, nuestro campechano rey quiso aliviar la tensión del momento comentando jocosamente algo que ha repetido varias veces en su reinado: “¡Qué suerte tenéis los políticos que a veces los electores os echan!”, lo que obliga a pensar en la mala suerte del monarca, que voluntariamente siguió treinta y dos años más en el trono, empobreciéndose cada vez más, fiel a su esposa, con amigos de comportamiento intachable y dirigiendo una familia ejemplo de honradez, sacrificio y renuncia por la patria.

Poco después de esta real anécdota real, en una reunión de cortesanos donde se hablaba de la boda del hoy rey de España, uno de los contertulios propuso: “Dejemos en paz al príncipe y que no se case hasta los treinta y ocho años”, corrigiéndole el rey: “¡No fastidies! ¡Que algún día habrá que traspasar el negocio!”

Bueno, pues ese día ha llegado y el rey-padre considerándose a sí mismo dueño del negocio ha traspasado a su hijo-rey la mayor empresa pública del país, poniendo en sus manos un Estado-negocio, según palabras de su propietario hasta hoy.

Como ciudadano que vive en perpetua ingenuidad política, yo pensaba que el Estado era todo menos un negocio que pudiera traspasarse al antojo de su hipotético propietario, con la misma indiferencia que se traspasa un comercio de lencería íntima femenina, una agencia de safaris, un gabinete de comisiones petroleras, unas cuentas bancarias ocultas o unos amigos excarcelados.

CONSEJO DE INSEGURIDAD

CONSEJO DE INSEGURIDAD

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Llevan años las Naciones Unidas adormeciéndonos con varios cuentos, pero la narración más hermosa puede contemplarse en el artículo 24 de su Carta, donde se nos cuenta que el Consejo de Seguridad tiene por misión «mantener la paz y la seguridad internacionales». Qué bonito.

Para darle más belleza al texto, el artículo 23 nos dice que tal Consejo estará formado por quince miembros, de los cuales cortarán el bacalao los cinco que forman la Comisión Permanente: China, Francia, URSS, Reino Unido y los Estados Unidos. Rematando en su artículo 25 que “los miembros de las Naciones Unidas convienen en aceptar y cumplir las decisiones del Consejo de Seguridad». Es decir, que la paz del mundo y la seguridad dependen fundamentalmente de esos cinco países, pues los comparsas pesan poco.

Hasta aquí, todo bien, ¿o mal?. Lo que no dice la famosa Carta estatutaria que han redactado unos cuantos para ser cumplida por todos, es que los países que forman dicha Comisión Permanente son los mayores fabricantes y vendedores de armas en el mundo, por si algún lector no se había dado cuenta de ello.

Es decir, la Asamblea General propone, recomienda y aconseja, pero quien decide si bombardear algún territorio, enviar misiles por láser a las ciudades y poner armas en manos de ciudadanos para enviarlos al matadero, está en manos de quienes fabrican bombas, aviones de combate, acorazados, portaaviones, misiles y metralletas.

Dicho de otra manera, la paz y la seguridad internacionales depende de los empresarios estatales que se benefician del macabro e injusto negocio de la guerra. Así, Estados Unidos probó nuevas armas en Irak; Rusia apagó con fuego a los chechenos;  Francia experimentó bombas nucleares en el Pacífico; y China reprimió a los chinos en Tien An Men. Amén.

NEGOCIOS SUIZOS

NEGOCIOS SUIZOS

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Repito con frecuencia a mis amigos que si pudiera elegir un país europeo para vivir éste sería Suiza, donde pasé varios años felices de mi vida mirando para otro lado por no ver la miseria escondida bajo el asfalto, aceras y raíles de la zuriquesa Bahnhofstrasse o la Correterie ginebrina.

La neutralidad bélica suiza es el gran negocio del país helvético, cuya seriedad, opacidad y seguridad bancaria le permite ser la mayor potencia financiera desde la Segunda Guerra Mundial. Neutralidad bélica que significa no pegar tiros contra otros, pero en ningún caso inhibirse de participar en la guerra, porque hay otras formas de implicarse en la barbarie, sin necesidad de ir al frente de batalla con la bayoneta calada.

Esto hizo Suiza en la gran contienda poniendo sus oficinas financieras al servicio de la Alemania nazi, para venderle sus “productos” a elevado precio, convirtiendo en divisas mundiales el oro que Hitler y sus muchachos robaban a los países conquistados y a los ricos judíos que esquilmaban, antes de fumigarlos y enviarlos a los hornos crematorios, mientras rapiñaban entre las cenizas humanas dientes de oro que añadir al intercambio.

Después de adoquinar con lingotes de oro los despachos financieros, convirtieron los sótanos de las entidades bancarias en cuevas de Alí Babá, donde han llevado sus tesoros y sacos de billete, los dictadores, politiqueros, ladrones, estafadores, contrabandistas, traficantes de drogas, comerciantes de armas y sinvergüenzas de similar calaña, fruto de los robos, saqueos y fraudes que han realizado con total impunidad estos sujetos sin someterse a ley alguna, expoliando y robando a plena luz del día, ante los ojos de ciudadanos y gobiernos silenciosos, sometidos y sumisos a la voluntad de esa canalla humana.