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Etiqueta: Nazaret

NACIMIENTO DE JESÚS

NACIMIENTO DE JESÚS

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Nada dicen los Evangelios sobre el nacimiento de Jesús, fijándose en siglos posteriores los datos relativos al dónde, cuándo y cómo vino al mundo el líder que más seguidores ha tenido en la historia de la Humanidad desde hace 2014 años, suponiendo que la fecha aceptada como válida para su nacimiento sea cierta.

Hay quienes afirman que la fecha fue 6 ó 7 años antes de la establecida, y en el siglo III aseguraban que se produjo el natalicio de Jesús en alguno de los días 6 y 10 de enero, 25 de marzo, 15 y 20 de abril, 20 y 24 de mayo, entre otras. Era tal el juego de fechas que el papa Fabián (236-250) condenó como sacrílegos a quienes pretendieran establecer la fecha del nacimiento de Jesús.

Fue entre los años 354 y 366 cuando el papa Liberio estableció como fecha inmutable para el alumbramiento de María la noche del 24 al 25 de diciembre, mismo día en que los romanos celebraban el nacimiento del Sol invencible, mientras los cristianos orientales celebran la natividad el 7 de enero porque mantienen el calendario Juliano.

Por otro lado, el lugar de nacimiento pudo ser Nazaret o Cafarnaúm, pero no Belén, procediendo el relato navideño del evangelio apócrifo pseudo-Mateo, inventándose posteriormente la escena del buey y el asno al mezclar un texto manipulado de Isaías con otro de Habaduc mal traducido.

En cuando a la legendaria estrella de Belén, fue Kepler quien propuso en 1606 que fue debida a una extraña conjunción de la Tierra con Júpiter y Saturno mientras el Sol pasaba por Piscis, que tuvo lugar en el año 7 antes de Cristo.

PABLO DE TARSO

PABLO DE TARSO

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Junto al pétreo-Petrus portero celestial que guarda las llaves de la Iglesia, celebran los católicos la festividad del apóstol más apóstol de todos los apóstoles, que sin ser apóstol ni conocer a Cristo hizo más por la Iglesia que el resto de los apóstoles juntos, por mal que les parezca a los doce que compartieron la vida con su Señor.

El judío fariseo Saulo en Tarso fue incansable viajero, escritor prolífico, luchador infatigable y alma guerrera del Dios cristiano, desde que cayó literariamente de un caballo camino de Damasco, pasando tres días sin ver a nadie, ni comer, ni beber, solo meditando antes de entregarse a la misma causa por la que el hijo del carpintero perdió su vida, removiendo conciencias ciudadanas tras abandonar Nazaret.

Este motor de la expansión del cristianismo y misionero incansable, fue un gran corresponsal epistolar que obró milagros y conversiones en los ciudadanos del Imperio Romano con sus cartas paulinas enviadas a los habitantes de Corinto, Roma, Galacia, Filipos y Tesalónica, adoctrinándolos con persuasivas frases convictas y confesas de indiscutibles verdades para él y ellos.

No sabemos con seguridad si fue soltero, casado, divorciado o viudo, pero tenemos certeza de su dominio del hebreo y el arameo. También hay seguridad sobre sus profundos conocimientos de la Torá y que convivió con Pedro y Santiago en Jerusalén, predicando felizmente con la cruz a cuestas por varios territorios, como él mismo cuenta el la segunda carta a los Corintio:

 ¿Ministros de Cristo? ¡Digo una locura! ¡Yo más que ellos! Más en trabajos; más en cárceles; muchísimo más en azotes; en peligros de muerte, muchas veces.

Cinco veces recibí de los judíos cuarenta azotes menos uno.

 Tres veces fui azotado con varas; una vez apedreado; tres veces naufragué; un día y una noche pasé en el abismo. 

Viajes frecuentes; peligros de ríos; peligros de salteadores; peligros de los de mi raza; peligros de los gentiles; peligros en ciudad; peligros en despoblado; peligros por mar; peligros entre falsos hermanos; trabajo y fatiga; noches sin dormir, muchas veces; hambre y sed; muchos días sin comer; frío y desnudez.