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Etiqueta: muertos

NO HABRÉ VISTO BIEN

NO HABRÉ VISTO BIEN

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Acabo de ver la imagen de un buitre a la espera de alimento para la subsistencia, apostado a pocos metros de un niño famélico agachado que come alimento de la basura en un desesperado intento por sobrevivir en un mundo que camina con rumbo fijo a su propio exterminio, sin darse cuenta de ello ni reparar en la indiferencia y ambición que nutre su locura.

Puede ser que no haya visto bien el retrato o que la fotografía esté trucada, porque de ser cierta la imagen que en ella se recoge no me queda otra opción que vaciar la memoria para olvidarla, coserme los ojos con hilo de rebeldía, gritar hasta desgañitarme, tomar la pluma para denunciar la ceguera de quienes miran para otro lado y encausar a los promotores del exterminio.

Algo pérfido y maligno anida en el pecho descorazonado de quienes hacen de las personas carroña humana para alimentar buitres hermanados con ellos, dando un paso más en la perversa miseria y satánico exterminio que se lleva por delante la vida de un niño cada tres segundos, con el mismo desprecio que se tira un desperdicio inservible a la basura.

Los muertos son la enseñanza aprendida lejos de los pupitres y todos ellos son iguales, distinguiéndose solamente en la forma de morir, siendo la peor muerte dejar que la hambruna infantil sea pasto de las aves carroñeras, sin que el instinto de los buitres desvíe su atención hacia quienes ponen entre sus garras carne inocente, cuyo delito es haber nacido al sur de la miseria.

CÁTEDRA DE LA VIDA

CÁTEDRA DE LA VIDA

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No creáis que toda la sabiduría está en los libros y en las aulas, porque las páginas y la tarima no dan las lecciones de subsistencia que la vida ofrece, exigiéndonos muchas veces un peaje que agota nuestro fondo de esperanza dejando jirones en el alma, porque nos instruye a base de tropiezos, caídas y magulladuras en carne propia.

Quiero, simplemente, decir, que mi mejor maestra ha sido la vida, catedrática sin estudios ni concurso-oposición alguno, donde he aprendido que las ofensas personales perduran en el tiempo, aunque se profieran en momentos de ira.

He aprendido que no se debe volver a la tierra donde se fue feliz, porque nada será igual ni duradero, y efímero será el tiempo dichoso recuperado de la memoria. Que esperar lo mejor en el futuro conduce a desaprovechar los momentos de felicidad que pueda darnos el presente.

He aprendido que los muertos no pueden perdonar las ofensas que les hicimos en vida, tampoco pueden sonreír, ni agradecer favores recibidos. Que la vida es incertidumbre, el presente no existe, es irrecuperable el pasado y el futuro impredecible.

Y he podido comprobar finalmente que la vida va en serio y no puede hacerse un sayón con ella. Que acecha la decepción en cada esquina. Que la felicidad es escurridiza. Que el beso es nuestro mejor amigo. Que no vale de nada abrir caminos porque el tiempo borra las huellas. Que el aplauso y el silbido duermen juntos. Y que el amor puede salvarnos, aunque la muerte sea el único argumento de la vida.

LOS DIOSES NO QUIEREN MUERTOS

LOS DIOSES NO QUIEREN MUERTOS

No debemos tener escrúpulos en poner los extremismos religiosos en su sitio, por mucho que moleste a quienes se benefician de ello, ni debemos ocultar los muertos que la fe se ha llevado por delante a lo largo de la historia, sea de la cultura piadosa que sea y se encuentre en las coordenadas geográficas que se encuentren.

Algo que parecía sin futuro en las sociedades democráticas, ha cobrado en los últimos tiempos una notoriedad preocupante que, traducida en términos de violencia, podemos calificar de peligrosa.

En unos casos el ensañamiento viene firmado con sangre propia y ajena; en otros los atropellos se traducen en abusos de la ignorancia ajena. Y no faltan las manipulaciones mentales y sofismas argumentales para embaucar a ingenuos creyentes con métodos impropios del tiempo en que vivimos.

Y no hago distinciones, porque igual de inquietante resulta el fundamentalismo cristiano, el fanatismo islámico, el integrismo judío, el hinduismo radical o el budismo exaltado. Cualquier exceso en este ámbito genera desasosiego en el ciudadano neutral y crispación en los de signo opuesto.

Ya lo hemos dicho, e insistimos, en que la historia de la Humanidad es un poco la historia de las sucesivas guerras religiosas que hemos librado los humanos desde la Batalla de Puente Milvio hasta la actual guerra de guerrillas urbana, pasando por las Cruzadas, Reconquistas, Esmalcalda, Sanbartolomeses, Ochenta Años, Inquisiciones, Trenta Años y tantas otras matanzas protagonizadas por los creyentes en nombre de diferentes dioses, aunque ninguna doctrina promueva muertes, decapitaciones, inmolaciones o matanzas, sino todo lo contrario.

El Dios cristiano habla de amor sin límites; Yavé refuerza el amor al prójimo y el ¡no matarás!, por eso el saludo judío es shalom, paz; Buda decía que el odio cesa con el amor; el Dios del Corán no habla de matar, sino de compasión y buena voluntad. Por eso la verdadera voz del Islam es: Salaam Aleikum, -la paz sea contigo-, lo mismo que se desean los católicos en un momento de su liturgia eucarística.

Siendo esto así ¿por qué ha sucedido y sucede todo lo contrario?.