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MACHOTES Y MUJERES

MACHOTES Y MUJERES

El Día Internacional de la Mujer es un buen momento para reconocer los avances conseguidos en la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, tras años de luchas llevados a cabo por lograr la equiparación total de ambos sexos, recordando a las mujeres y hombres que lo vamos consiguiendo, esperando alcanzar pronto la plena igualdad de género, a pesar de los machotes que todavía quedan sueltos por el mundo.

No olvidemos que aun hay 2.700 millones de mujeres sufriendo restricciones legales que impiden tal igualdad, con la dolorosa estadística de que la tercera parte de mujeres sufre violencia de género, ejercida por machotes al descubierto, gremiados y censados, juntos a los más peligrosos que van por los despachos disfrazados de lo que no son, que debemos apuntar con el dedo.

Tal es el caso de los machotes institucionales que se preguntaron: “Qué hacía una tía en moto”, cuando la mandataria de turno tuvo un accidente en la capital del reino, como perla de la antología más detestable de rancio machoteísmo practicado por algunos verracos mentales de la fauna ibérica.

¿Recordáis al dimitido presidente del Consejo General de la Ciudadanía Española en el Exterior y su despreciable frase de que “las leyes son como las mujeres, están para violarlas”? O las palabras del alcalde de Madrid repartiendo carnets de mujeres auténticas solamente entre las féminas que optaban por la maternidad.

Tampoco es fácil olvidar los “morritos” del alcalde pucelano que le hacían pensar lo que no podía decir, después de haber dicho que la ministra Chacón parecía “la señorita Pepis vestida de soldado”. Algo parecido al comentario del “guerrero” sevillano que no tuvo reparo alguno en referirse a una ministra, como “Carlos II vestido de Mariquita Pérez”, que luego remató diciendo: “Hay que convivir con la economía sumergida como con algunas mujeres. No se la puede eliminar”.

O al mismísimo don Manuel afirmando que la portavoz socialista de Educación en el Congreso, Clementina Díez sólo tenía de interesante su escote. O el ínclito policía local de Aljaraque, que habló de las mujeres vomitando: “El truco está en escucharlas como psicólogo y follártelas como si te estuviesen pagando”.

Estos machotes mandones son los más peligrosos, no lo olvidéis porque van por el mundo disfrazados ante las urnas, para luego acabar a pecho descubierto metiendo a las mujeres en urnas de abuso, desprecio y vilipendio.

MACHOTES HABLANDO DE MUJERES

MACHOTES HABLANDO DE MUJERES

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El comentario publicado ayer en una red social sobre el accidente de la señora Cifuentes, en la que un tío machote, muy macho, preguntaba: “Qué hacía una tía en moto”, me anima a rastrear en la memoria algunas opiniones públicas, dignas de ser incluidas en la antología del más detestable y rancio machimoneo.

¿Recordáis al señor Castelao, dimitido presidente del Consejo General de la Ciudadanía Española en el Exterior, que dijo: «las leyes son como las mujeres, están para violarlas»? O las palabras del señor Ruiz Gallardón repartiendo carnets de mujeres auténticas solamente entre las féminas que optaran por la maternidad.

Tampoco es fácil olvidar los “morritos” de Leire que a León de la Riva le hacían pensar lo que no podía decir, después de haber dicho que la ministra Chacón parecía «la señorita Pepis vestida de soldado». Algo parecido al comentario del guerrero Guerra que no tuvo reparo alguno en referirse a la ministra Becerril, como «Carlos II vestido de Mariquita Pérez», que luego remató diciendo: «Hay que convivir con la economía sumergida como con algunas mujeres. No se las puede eliminar».

El mismísimo Fraga, que en paz descanse, afirmó que la portavoz socialista de Educación en el Congreso, Clementina Díez sólo tenía de interesante su escote. Y el ínclito Fran Dolce, policía local de Aljaraque, que habló de las mujeres vomitando: «El truco está en escucharlas como psicólogo y follártelas como si te estuviesen pagando».

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Estos botones de muestra, no envidian a otros habidos a lo largo de la historia, como el sorprendente de Aristóteles, afirmando que la mujer era un hombre incompleto. O Tomás, el santo de Aquino, proclamando que las damas eran un error de la naturaleza. Incluso Schopenhauer no tuvo reparo alguno en decir que las señoras eran un animales de pelo largo y pensamiento corto. Atreviéndose San Juan Damasceno a predicar que las mujeres eran burras tozudas.

Comentarios tan despreciables como el dicho popular que tuve ocasión de escuchar alguna vez en mi infancia, proponiendo la doma femenina aconsejando a los hombres golpear a las consortes para someterlas, diciendo: “A la mujer y a la mula, mano dura”.

La náusea que producen tan hendiondas regurgitaciones nos obligan a desterrar de la civilización a los verracos sin seso que todavía quedan entre nosotros, poniendo el mundo en mano de las mujeres para que gire sin rechinar por el residual machismo, ni queden impunes comentarios anónimos como ese que ha circulado ayer por la red.